miércoles, 2 de noviembre de 2011

2 DE NOVIEMBRE: DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS - PLAN LECTOR: VIVA O MUERTA SERÁ MÍA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA


Construcción y forja de la utopía andina


2011, AÑO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

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José María Arguedas - Imagen: Jorge Núñez del Prado



NOVIEMBRE:


MES DE LA GESTA DE TÚPAC AMARU; LOS DERECHOS DEL NIÑO;

VIDA Y EJEMPLO DE J.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZA


CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS SOBRE CULTURA ANDINA

AULA CAPULÍ:


Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República


Planta de capulí, florece a la entrada del Aula Capulí


PRÓXIMAS ACTIVIDADES:


SÁBADO 5 DE NOVIEMBRE


REFLEXIÓN Y HOMENAJE
AL MOVIMIENTO PRECURSOR

DE TÚPAC AMARU Y MICAELA BASTIDAS


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Túpac Amaru y Micaela Bastidas ; Imagen: Nalo AB


Se agradece su gentil asistencia



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CALENDARIO DE EFEMÉRIDES

2 DE NOVIEMBRE:

DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS




PLAN LECTOR,
PLIEGOS DE LECTURA

VIVA O MUERTA SERÁ MÍA



Por Danilo Sánchez Lihón


“No podríamos vivir
si nuestros ojos vieran
a los demonios que nos rodean”.
Tía Carmen Sánchez


1. A mirar una flor

Son dos hermanas extraordinariamente agraciadas, como frutas frescas de los huertos, pero además muy serias y aplicadas, orgullo de sus padres y de todos quienes las conocen por ser responsables, trabajadoras y, además, bondadosas.

Van juntas a la escuela de la Parva de la Virgen, que está situada en la colina en la parte alta del pueblo, adonde vienen caminando desde Yamanate, que queda arriba, detrás del cerro San Cristóbal, lugar donde viven y hay unas pozas encantadas de agua amarilla, y juncales quietos, encima de la carretera que va a Trujillo.

Un día sintieron que detrás de ellas las seguía un caballero montado en un caballo negro.

Ellas demoraban para que él pasara porque les fastidiaba que fuera detrás de ellas como si estuviera todo el rato mirándolas.

Pero por más que se detenían a mirar una flor o a recoger algunos frutos silvestres, el señor no pasaba. Era como si desapareciera.


2. He viajado mucho

Cuando volvían a caminar sentían que otra vez estaba detrás de ellas a cierta distancia, siguiéndolas con el resonar de los cascos de su caballo.

– ¡Niñas! –las sorprendió hablándolas un día–. Niñas, quiero ser su amigo. Son ustedes muy lindas. ¿Quién no se sentiría dichoso de ser su amigo?

Ellas no respondieron sino que se juntaron más así mismas y se cogieron fuertemente una mano con otra.

– ¡Niñas!, les ha de gustar todo aquello que yo les cuente. He viajado mucho. Conozco muchos lugares. Y me gustaría que ustedes también me relaten cómo es este lugar que no conozco mucho, pues yo soy de la costa.

Tampoco esta vez ellas respondieron nada. Pero aquel día cuando se iba, dado que no le hacían ningún caso, hizo relinchar su caballo, como enojado.


3. ¡Váyase señor!

Allí notaron que su acémila estaba ricamente enjaezada.

Lucía botas con hebillas que relumbraban. Notaron que era un hombre muy elegante y apuesto.

Ciertamente, tenía que ser de la costa por lo fino y acicalado de su traje.

– Les he traído estos regalitos –les dijo otro día–. Miren, qué caros son. Son joyas preciosas. Mírenlas, son para las dos.

– ¡Váyase señor! –Le respondieron–. No queremos sus regalos. ¡No queremos que nos esté siguiendo! ¡Váyase!

Y como el hombre insistía, ambas cogieron dos grandes piedras y amenazaron con arrojarlas sobre él.

Para al siguiente día nuevamente los esperaba.


4. Aunque sea muerta

– Aquí tienen toda la riqueza que quieran. Miren: oro. Todo es oro. Diamantes, esmeraldas, turquesas, perlas! Todo solo para ser su amigo.

–¡No queremos! ¡Llévese su oro y sus riquezas! Apártese.

– ¡Por favor, niñas!

– Le diremos a nuestro padre y él va a ver lo que le hace.

– Bueno, bueno. Yo he querido a las buenas. Pero escuchen bien lo que les voy a decir: Aunque sea muerta una de ustedes tiene que ser mi mujer. ¡Y yo seré su marido!

Allí fue que ellas cogieron piedras y se lo arrojaron pero en ese momento se esfumó como si fuese un espectro.


5. No la tendrá

Ese día ellas al regresar de la escuela le contaron todo lo sucedido a su padre.

Ni bien terminaban de contárselo cuando se presentó el hombre en su propia casa, con su caballo bien enjaezado que rebrillaba en la puerta de la pobre pero digna casa de don Erasmo Aguilar a la vuelta del cerro San Cristóbal, en Yamanate.

– Buenas noches, –dijo con voz atiplada.

– Oiga insolente. Calle y retírese de este lugar. Y no se acerque nunca más a mis hijas ni por mi casa.

– ¡Cálmese señor! Y considere que no vengo con malas maneras.

– ¡Qué quiere aquí!

– Vengo a pedirle la mano de una de sus hijas.

– No la tendrá. Esa es la respuesta. Ahora váyase.


6. Buenas noches

– No se apresure, señor. Mire esta alforja. Está llena de monedas de oro. Es para ustedes, como un presente para toda la familia.

Y la tiró al suelo estando montado en su caballo negro. Muchas monedas se derramaron esparciéndose por entre las piedras y la hierba.

– Y tengo muchas riquezas más que con gusto pondré a su disposición. Piénselo bien. Yo mañana volveré a esta hora.

Y se alejó en su caballo que brillaba en la noche. Y él mismo echaba luces con su atuendo lleno de adornos.

El padre explicó a sus hijas que era bueno que no fueran por esos días a la escuela.

Y muy temprano avisó a hombres y mujeres de la comarca y aledaños que lo ayudaran a enfrentar esta provocación y este atropello.

Cuando las sombras con su manto negro han invadido el mundo llegó el hombre y de la misma manera saluda:

– Buenas noches.


7. Tenerlo como yerno

Sobreponiéndose a la impaciencia, la rabia y la cólera don Erasmo Aguilar apareció en la puerta para decirle:

– Recoja sus monedas que deben estar donde las tiró. ¡Y aléjese! ¡Y nunca más queremos verlo por estos sitios!

– ¡Mire, mire! –dice el hombre montado sobre el caballo.

– ¡No hay nada más qué decir ni escuchar! ¡Váyase!

– Mire, mire. Hasta ahora he venido con buenos modales, pero estoy decepcionado. Y entonces, esto se acabó. Ahora le digo que viva o muerta una de sus hijas será mi mujer y yo su marido. Recapacite. Y mañana volveré a esta misma hora.

El padre ha contado todo lo sucedido a familiares y vecinos que han ido solidarizándose con su problema. Aunque algunos le aconsejan que mejor sería tenerlo como yerno a un hombre tan rico y de la costa. Y, además, que viste ¡y habla tan bien!


8. ¡Váyase o lo mato!

Pero otros le dicen a don Erasmo que cuente con ellos, que lo apoyarán en la decisión que él tome.

– Si vuelve esta noche como ha prometido, lo mato con mi carabina. En ese caso quiero contar con toda la ayuda necesaria de parte de ustedes.

– ¡La tendrá don Erasmo! ¡Así lo juramos!

– ¡Gracias, mil gracias!

A la hora que ha indicado el foráneo varios hombres permanecen agazaparon entre los arbustos del contorno. Otros apuntan sus armas desde los huecos que hay entre la pared y el techo en los terrados. Otros están listos en los rincones del corredor de la casa. Las mujeres acompañan a las niñas y a la esposa de don Erasmo, dentro de la casa.

A la hora de siempre se siente el galope del caballo que viene haciendo retumbar el suelo. Se para delante de la casa y como de costumbre dice:

– ¡Buenas noches!

Allí fue que ha salido don Santos apuntándole con la carabina, diciéndole:

– ¡Váyase, o lo mato!


9. Era invulnerable

El extraño se ríe:

– Dispare nomás que ha de perder sus balas. –Le dice–. Pero le advierto que una de sus hijas ha de ser mi mujer.

En ese momento ha sido que don Erasmo ha disparado apuntándole calmadamente a la cabeza su primera bala, que no le ha hecho nada, y ni siquiera se inmuta el sujeto.

Este al contrario se ha puesto procaz e insolente, diciendo al final:

– Estúpidos. ¿No quieren ser ricos? ¿No quieren comprar haciendas y ganado? ¿Y minas con estas y otras alforjas de oro?

No lo ha dejado terminar de hablar don Erasmo y ha descargado toda su cacerina de balas que tenía.

Pero no le han hecho nada, como si el hombre y su caballo fueran invulnerables.

– No podrán resistirse. Volveré hasta cumplir mi deseo.


10. Cargada en una litera

Y lo sienten alejarse al galope desprendiendo chispas y hasta candela y dejando un olor a azufre en el ambiente.

– ¡Es el diablo! –dice una de las mujeres más viejas–. ¡Es el diablo en persona!

Ha sido en este instante que una de las muchachas ha empezado a sentirse mal. Primero con vómitos y después con desmayos. Y para nada reacciona.

Le han puesto emplastos de maíz morado, higueras calientes untadas en sebo de carnero. Lo soban con cuy. Y nada.

– Está ojeada por el diablo. A ella es a quien lo ha ojeado. Pobrecita, la más tierna, la más pequeñita. Lo único que podemos hacer es llevarla al pueblo, que lo vea el médico. Y que el diablo quizá se retraiga.

Y así la han traído a la casa de la hermana de la madre, que queda en la colina de la Parva de la Virgen, cargada en una litera, con la hermana que va detrás compungida y algunos vecinos que la acompañan.


11. La comunidad acompañaba

En esa casa de la calle Ayacucho de subida a la Parva de la Virgen han alzado una capilla, se organizan rosarios y se esmeran en cuidar a la enferma.

Pero ocurre que al diablo no le retrae ni el pueblo, ni los rosarios, ni el cuidado y vigilancia de la gente.

Ni la medicina que ha recetado el doctor.

Se oye su risa sarcástica por los contornos.

Mientras tanto la enferma cada día se pone más grave. Hasta que no pudiendo resistir más la pena, el miedo y la impotencia, ha muerto.

La bajan por la calle empinada. Y después la suben por la calle Manco Cápac, rumbo a Yamanate, para velarla y enterrarla.

Casi toda la comunidad acompaña en el velorio, triste y enmudecida. Hay desconcierto, zozobra y calamidad.


12. Buscando restituir las luces

Alumbran y parpadeantes los candiles, lamparines y mecheros. Y hasta fogatas se han encendido en los alrededores de la casa.

A las doce de la noche se siente el galope del caballo y un estruendo.

El miedo cunde porque de un soplo se han apagado todas las luces y hasta el fuego de los fogones en donde se prepara el café de cebada y el caldo de mote para servirlo en la madrugada, se ha esfumado.

El terror ha hecho que la gente se guarezca juntándose una con otra en la lóbrega noche, hasta sentir el galope del caballo que se aleja.

Después ha sido cuando alguien se atreve a prender el primer mechero.

Otros manotean y encuentran los candiles. Y al pararse como sonámbulos buscan restituir las luces apagadas.


13. Escuchado el galope

– ¡No está la muerta!

– ¡Ya no está el cadáver! –Se estremecen.

Pronto se han dado cuenta que no está el cuerpo de la linda muchacha a la que están velando.

Permanece vacía la mesa bajo el túmulo negro que se mece colgado meciéndose de uno a otro lado.

Unos lloran y otros tiemblan con los ojos desorbitados.

El diablo ha cumplido su amenaza de hacerse de ella, viva o muerta.

Don Erasmo Aguilar vive hasta ahora en la misma casa de Yamanate.

Yo recuerdo haber escuchado a personas que habían acompañado en los rosarios en la casa de la calle Ayacucho, subiendo a la Parva de la Virgen, contarle a mi madre en el patio de nuestra casa:

– Clarito hemos escuchado el galope y hemos visto asomar al caballo negro. Y ahí sucumbir todas las luces como si él las soplara.


14. Se la veía preciosa

– ¿Así?

– Sí, niña.

– ¿Pero lo ha llevado estando ahí toda la gente reunida?

– ¡Toda! ¡Qué somos pué niña para el maligno! Cañas huecas.

– ¿Nadie reaccionó?

– ¡Nadie! Y qué pué, aún de muerta la difuntita se la veía preciosa. Estaba linda en su mortaja blanca.

– ¡Y así lo ha llevado!

– Así. El diablo que es sabido así lo ha cargado. Y de juro después la ha revivido para que sea su mujer.

– ¿Crees?

– Sí, pué. ¡En donde estará padeciendo la pobre viviendo con el shapingo. Quizá incluso está entre nosotros.

Y un estremecimiento la sacude.


Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

Teléfonos: 420-3343 y 420-3860

planlector@hotmail.com
inlecperu@hotmail.com
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