miércoles, 3 de agosto de 2011

AGOSTO, MES DEL VIENTO Y LAS COMETAS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA, INLEC DEL PERÚ,

Y
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA


PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA

AGOSTO ES EL MES DEL VIENTO


Por Danilo Sánchez Lihón



1. Oculta en su entraña

El hombre andino tiene en el viento un aliado para la cosecha como para la siembra. Y en este mes de agosto, para la trilla en que se ventea el grano al viento.

Y todo, en realidad, es viento. La semilla tiene viento, cual es: el de la mano del hombre que la deja caer en el surco con su pulso, su latido, su ritmo y su danza. Con su temblor, ¡que es viento!

Es el viento que se acuna, que se duerme en la semilla. Luego nace, echa hoja, tallo, pétalo ¡y echa espiga!

Allí hay un viento que es gemido y es ruego; pero que también después es grito, proclama y que arde en el fuego.

El viento oculta en su entraña, transparente y mágica, fabulosos tesoros.

Y nadie guarda en este mundo más secretos, entierros, escondites que el viento.


2. Entre las espigas tiernas

El hecho de que sea transparente lo ha hecho sabio, profundo, sin referencias ya ni con el espacio ni menos con el tiempo que tiene recovecos, pliegues y dobleces.

Donde hay altura y profundidad, allí hay viento. Donde hay locura, arrebato y acción desenfrenada hay viento apasionado.

Allí está presente la voz íntima y furtiva, pero a la vez incontrolada del viento. Entre las pircas de piedra de los cementerios baja su murmullo, reza y hasta se aduerme de condolerse tanto de la muerte el viento.

¡Ah, en mi tierra, Santiago de Chuco, susurra, ulula y silva el viento en la más mínima hierba! ¿Lo escuchas?

El viento que brama por las pampas, que baja y que sube de las hondonadas; que es el mismo que se adelgaza, entreteje sus manos y su cabellera celeste entre las espigas tiernas.


3. En las trenzas de las muchachas

Es el mismo viento que se tiende, se place y se recuesta quedándose profundamente dormido entre los pétalos de las flores.

¡Y luego juega –oh, perdón, ¡trabaja!, juguetón y solidario– con hombres, mujeres y niños en las parvas!

Como pronto se desbarranca indomable y fiero por abismos, atajos y hondonadas.

Entre los jeroglíficos que encierra el viento hay muchas historias y anécdotas inconfesadas. El viento las acoge, las encubre, llora con ellas.

Él todo lo esconde en su pecho enamorado.

¡Nadie creyera, que es el mismo viento atolondrado y vagabundo que pasa desarreglando las tejas de las casas, los rastrojos de las pircas y las trenzas de las muchachas que han de casarse!


4. Enclavado en las serranías

Porque hay viento en agosto, ¡es en este mes que también hay cometas! Porque hay viento y tiempo libre para volar estas frágiles naves piloteadas desde tierra.

La cometa es el más primigenio antecedente del anhelo de volar en el viento, con el viento y para el viento.

En el mundo andino esta ilusión está contenida profusamente en nuestros mitos y leyendas. Desde Antarqui hasta Ayar Uchu, volaban.

Representa el anhelo del hombre por proyectarse hacia el espacio exterior en el afán de ser divinidad.

En mi pueblo, Santiago de Chuco, enclavado en las serranías de los andes al norte del Perú, las cometas tienen puesta su alma en el viento.

Ya en lo alto reciben de nosotros mensajes que les enviamos y que casi siempre son de socorro y ayuda mutua. Sin faltar las coplas y endechas de amor.

Con las cometas ilusoriamente nos elevamos a la libertad del cielo anchuroso, para divisar y querer mejor desde arriba el lugar donde hemos nacido y vivido.


5. Viento juguetón

Pero el viento también está en las parvas de trigo, de arveja o de cebada. Aunque hay un momento, cuando el trabajador rural ventea con su horqueta las gavillas, en que el viento huye, se va y se ausenta.

Los caballos que el labriego sujeta por la rienda ya no pisotean las espigas, desenvainando el grano, sino acompasas músicas celestes.

El viento juguetón se ha cansado de soplar y separar el cereal del rastrojo y se aleja a corretear por lomas y bajíos.

Entonces la esposa del agricultor y su racimo de niños suben a la piedra más grande que hay cerca de la parva.

Y con voz aguda, la más afilada y en punta que puedan hacer con sus gargantas espaciales, cogen un borde del poncho del viento, lo hincan, desinflan y lo jalan, diciendo:

– ¡Vientooooooooo!


6. Voces inocentes

– ¡Vientooooooooo! ¡Vientoooooooo! ¡Apúrate! ¡No seas holgazán!

Y lo hacen de tal modo que da vueltas. Quizá por lo agudo, urgente y familiar de las palabras de la mujer y los niños el viento da unos cuantos tumbos hacia lo lejos.

Lo ven en ese tambaleo y le gritan entonces otra vez con todo su corazón, llamándolo con sus voces cristalinas:

– ¡Vientooooooooo! ¡Vientoooooooo! ¡Apúrate! ¡No seas holgazán!

Y, ¡cosa curiosa!, entonces al instante llega –¡yo lo he sentido!–; primero como una brisa fresca y luego en un soplido ululante para después ser un ventarrón ¡con todos sus ímpetus! Y, es más, a veces con tantos –cuando se enoja– que quita el sombrero a la mujer y hace rodar a los niños por el suelo. Pero las más de las veces es obediente a esas voces inocentes de la madre con sus hijos.


7. La fragancia de la tierra

Vuelve entonces en la parva a volar las espigas que el padre, el esposo o el hermano campesino echa lo más alto que puede con la horqueta.

Y hacen que otra vez se vaya esparciendo en el redondel: aquí el grano y allá los tallos quebrados por el pisar de los jumentos y caballos que dan vueltas y vueltas como si jugaran al tiovivo de los parques de diversiones.

Y surge la fragancia de la tierra.

Así el padre de familia va obteniendo el fruto bruno–amoroso del trigo, o el verde–fuente de la arveja o el amarillo–plata de la cebada, que luego alimentan la mesa aldeana.

Y que luce también en la mesa de los señores de la comarca y de la gente que vive en las ciudades, ya sea en los valles de los andes o al borde de los océanos.


8. Hacia los campos fragantes

Hay otros elementos hechos de viento en mi pueblo, y son los globos de luz que se elevan en las fiestas, al son de las bandas de músicos en las noches extasiadas, bien alumbradas o bien a oscuras. O, si no, tachonadas de luceros.

O bien con la luna que ha salido o la luna que se oculta.

Los globos son antorchas de tierra que suben al cielo, que tienen un aro de alambre donde se entrecruzan dos ejes en cuyo centro se amarra un mechero untado de kerosene, que se enciende, despliega su glóbulo de papel cometa, se lo balancea y se lo arroja llameante hacia el cielo sereno.

¿Qué representa? ¡Elevar nuestra alma! Echarla a vagabundear por los espacios siderales. Significa ilusión, eternidad, apuesta al infinito.

Es el viento el que lo lleva en la dirección en que sopla. O bien a la hoya de Capipuy. O hacia los campos fragantes de Chaguín o hacia las alturas de las peñas de Sauca.


9. Endecha de amor o una consigna

Las palabras también son viento. Y el viento tiene palabras.

Las palabras son viento no pasajero sino que más bien se queda inscrito. Se queda para siempre en un reposo que es la memoria y el olvido.

Memoria y reposo en la escritura, como es memoria y reposo en el habla el mundo andino.

Porque, ¿qué otra cosa es la voz? ¡Viento! Viento quedo o airado. Viento estupefacto o altivo.

¡Sí! viento, apacible pero también viento tempestuoso, cargado de presagios, que arrasa y aniquila.

Pero también viento que sana, acaricia y protege. En el fondo viento son las palabras que se dicen con uno u otro tono y sentido.

Viento llevando o trayendo éste o el otro mensaje, que puede ser una espera o un grito de guerra, una endecha de amor o una consigna de ir a blandir la espada en un campo de batalla.


10. Pálpito en unos mensajes cifrados

Las voces son viento y el viento son voces, caligrafías, signos y escritura en los espacios astrales.

El viento es la voz pero es también el silencio. El viento es la lengua, pero es también el tenderse y el abrigarse oculto de las cosas.

Las voces, las palabras, no son sólo aquellas que yo emito o pronuncio; tanto o más son aquellas que yo escucho e interpreto.

Y más todavía: las que se quedan sin que las escuche ni pronuncie. Y más las que yo callo inconfesable.

Hay otras, que sólo las devuelvo convertidas en actos, en conductas, en visiones ante el mundo. Y que son viento más que nada, o que se hacen más que nunca viento indomable e impetuoso.

El viento desentierra voces ocultas. Son el pulso y el pálpito que develan algunos mensajes cifrados desde el confín de los espacios siderales.


11. El viento redentor

Son viento los arrullos del aire que le cuenta a las flores secretos pasados y futuros. Que deja confidencias en las paredes de las casas abandonadas, ya vetustas.

Son las voces que se han quedado detenidas y en reposo en el hollín de las ollas de las cocinas desaparecidas.

Como es viento el que arrasa, que deja escombros. Y que se levanta nuevo desde las hondas cañadas.

Pero hay algo más, inédito, soterrado y sorprendente, puesto que estas voces se dicen y se explayan en los andes del Perú todavía irredento.

¡El viento aquí es revolución! Es clamor de los cambios que vendrán. Es voz que renueva.

¡Es el viento redentor que se alza en la eternidad sublime de las altas montañas!


Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

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