domingo, 22 de mayo de 2011

HOMENAJE A JOSÉ MARÍA ARGUEDAS EN MÉXICO - PONENCIA SUSTENTADA EL LUNES 16: ARGUEDAS ES UTOPÍA MORAL: POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina

MAYO:

MES DE LOS TRABAJADORES,

DEL LEGADO DE LA PAPA DEL PERÚ AL MUNDO,
Y DEL MAESTRO ENCINAS



PEREGRINACIÓN A LA TIERRA DE VALLEJO

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ENTRE EL 27 Y 29 DE MAYO. EN SANTIAGO DE CHUCO


COLOQUIO INTERNACIONAL
TODAS LAS SANGRES
16, 17 Y 18 DE MAYO EN MÉXICO

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HOMENAJE
A ARGUEDAS EN MÉXICO


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PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA

PONENCIA SUSTENTADA EL DÍA LUNES 16:
ARGUEDAS ES UTOPÍA MORAL


Por Danilo Sánchez Lihón


1. La única chispa que puedo encender

En el "¿Último diario?", que integra la obra El zorro de arriba y el zorro de abajo, José María Arguedas escribe:

“... si el balazo se da y acierta. Estoy seguro que es ya la única chispa que puedo encender...”.

Aquel balazo se dio. Encendió aquella chispa, para lo cual también se necesita valor, disparándose en su oficina de la Universidad Nacional Agraria.

Se disparó no uno sino dos balazos en la sien, el 28 de noviembre del año 1969, muriendo 4 días después, el 2 de diciembre.

Nos dejaba incluso en ese acto un mensaje irredento con el telón de fondo de la tragedia y la epopeya que es el Perú.

La luz, el pulso y calor de ese fuego, arderá eternamente en toda conciencia y sentimiento que se relacione a nuestra sociedad.

¡Será siempre Arguedas una bala volando en el aire! Y punto clave de reflexión en relación a nuestra realidad, a la cultura y a nuestro destino como personas y como colectividad.

Porque nos confesó también que todos los latidos de su corazón y cada pálpito de su vida eran de amor, devoción y consagración al Perú.


2. Destino de liberación

“La única chispa que puedo encender”,

frase dicha en ese trance, con el cañón de un revolver apuntándole la sien, no por mano ajena sino propia, es lo que llamo utopía moral y explicaré por qué.

Porque este hecho aparentemente de destrucción de sí mismo es un acto de desafío, para dejar algo pendiente de reflexión y cuestionamiento respecto a la única chispa que podemos encender, en este caso refiriéndose a la bala que lo cegaría.

A esta conversión de los males y dolencias de que padecía y atravesaba prácticamente desde que él naciera; tornados a partir de esa bala en lacerada pregunta acerca del destino del Perú.

Frase dicha no asediado ni presionado por alguien sino por el mundo que se subleva dentro de sí mismo.

Dicha por el transido e inmenso José María Arguedas, esa humana fortaleza comparable a Sacsayhuamán, ese río más profundo que todos los ríos profundos abismales del planeta, esa flor translúcida de pisonay.


3. Guardar silencio

Es algo estremecedor y pendiente, como una espada en el aire, que nos da un mensaje que quiero interpretar como el grado de heroicidad que tenemos que poner siempre para vivir en el Perú.

Es un reto y desafío a la literatura, al arte y a la vida esa frase, sabiendo que esa bala detonó, que fue certera y segó la vida del hombre que reveló un mundo.

Quien nos dio a conocer el del Perú profundo, indígena y milenario que estaba oculto por siglos, mundo y cultura que están pendientes de ser redimidos.

Y esa bala segó la vida también de uno de los apóstoles y profetas más prístinos de una sociedad nueva y mejor.

Y esa bala se encuentra en esos vasos de sangre con los sueños de una humanidad más justa, lúcida y solidaria.

Sociedad que es la que nos corresponde construir que sea no solo el Perú sino el mundo ahora y siempre.

Son pues palabras límites. Ante esas palabras es imprescindible e ineludible primero guardar silencio reverente, reflexionar profundamente, luego tomar posición y actuar.


4. Su adhesión a los desposeídos

Llamo utopía moral a una dimensión realmente ineludible. ¿Cuál es ella? La adhesión a los desposeídos del mundo.

En el caso de Arguedas su compromiso con quienes consideró suyos y él parte de ellos mismos para siempre: los indios, los desheredados, los legatarios de una cultura sublime y expoliada.

Con quienes, como lo dice en la dedicatoria que hace de “Agua” a los comuneros y lacayos de la hacienda Viseca:

“con quienes temblé de frío en los regadíos nocturnos y bailes en carnavales, borracho de alegría, al compás de la tinya y de la flauta”.

O en el poema: “A nuestro padre creador Túpac Amaru” dedicado a doña Cayetana.

“...mi madre india, que me protegió con sus lágrimas y su ternura, cuando yo era un niño huérfano alojado en una casa hostil y ajena”.

Llamo utopía moral a ese amor límite, el amor del mundo andino, dolido, sufrido, lacerado.


5. Un futuro distinto

Donde lo importante es el sentido y la adhesión humana en la defensa de una cultura conmovedora y prístina.

Llamo utopía moral a su anhelo de justicia para con los seres maltratados del mundo que quedan y ahora permanecen esperando el día que vendrá.

En función de ellos asume una ideología, estructura un pensamiento, profesa una fe y asume una militancia a seguir.

Llamo utopía moral a su desvelo por nuestro porvenir y a su entrega puesta en el cambio y en la transformación social.

Llamo utopía moral a su emoción, pensamiento y expectativa puesta en el surgimiento de un nuevo Mariátegui entre la juventud, que es como decir a un visionario, a un organizador, a un hombre luz.

Utopía moral en quien no descarta sino al contrario valora un modelo validado de sociedad, el incario, que logró una sociedad de solidaridad, fraternidad y bienestar para la población.

Él esboza un futuro distinto, tomando en cuenta el origen del cual provenimos y que lo llevamos dentro.


6. La vida y la luz

Utopía moral llamo a lo que José María Arguedas logra a partir de la conflagración de mundos en pugna de lo cual su vida es síntesis, nudo y cruce de camino.

Como lo es César Vallejo, otro Divorsium Acuarium, encuentro y escisión tanto de las aguas que corren hacia delante como de las que van hacia atrás, a fin de rescatar elementos que nos iluminen. O que avanzan hacia el futuro.

Él mismo, en su ser y en su persona encarna la pelea de esos adversarios inclementes.

En el ser íntimo de Arguedas se destrozan a pedazos dos zorros irreconciliables, o más justicieramente el zorro que es el mundo andino y el lobo que es el mundo occidental.

En su entraña y en su ser íntimo se arrancan la carne a dentelladas sea el demonio que encarna el toro negro, o bien sea la vida y la luz que destella en el toro albo de su cuento “El torito de la piel brillante”.

Sea el siervo o sea el patrón de “El sueño del pongo”, sea la Justinacha o sea don Froilán, el hacendado que la viola en Huarma Kuyay.


7. Para que tú no te mates

Porque no se ha resuelto todavía que ambos mundos puedan vivir en paz. El lobo devora al zorro. Y éste se consuela o arde según sea el tiempo de la calandria consoladora o el tiempo de la calandria de fuego.

Y aún no se entienden el zorro de arriba, que es el mundo andino y el zorro de abajo, el mundo criollo y costeño que es el mundo de abajo.

De allí que sea iluminadora la respuesta que Arguedas pronunciara ante la pregunta de César Calvo, quien se identificó tanto con el mundo andino, como con esa región alucinante y estremecida que es la Amazonía del Perú de donde era originario.

Y quien pese a que tenía los atributos de aureola y simpatía para ser un áulico y favorito del sistema, no claudicó y prefirió el ostracismo y finalmente el martirio en que se convirtió su vida antes que entroparse a la jauría de lobos.

César Calvo le pregunta a José María Arguedas lo siguiente:

– José María, ¿qué podríamos hacer tus amigos, que te queremos tanto, para que tú no te mates?

Y la respuesta de Arguedas fue esta:

– Eviten la llegada de los conquistadores españoles.


8. No cederá

Respuesta que nos indica que la sociedad que él anhela se construye es a partir del mundo nativo, y que era irremediable que él se mate, que ese zorro y ese lobo, que esos dos mundos estallan dentro de su ser. Que había un signo fatal en lo más profundo, esencial y hondo de su vida y que su ser era el meollo de lo que somos como sociedad.

Que la lucha encarnizada de esos demonios en pugna no había terminado, conflicto de lobo y zorro que se devoran, que él sufre hasta el cáliz de la amargura más atroz, como Vallejo en la circunstancia de la Guerra Civil Española. Porque –Arguedas– es escenario de esa conflagración. Lo dice él mismo de este modo:

“¿Hasta cuándo durará la dualidad trágica de lo indio y lo occidental en estos países descendientes del Tahuantinsuyo y de España? ¿Qué profundidad tiene ahora la corriente que los separa? Una angustia creciente oprime a quien desde lo interno del drama contempla el porvenir. Este pueblo empecinado –el indio– que transforma todo lo ajeno antes de incorporarlo a su mundo, que no se deja ni destruir, ha demostrado que no cederá sino ante una solución total.

Utopía moral que es encaramarse y subsumirse en la realidad, para desde dentro, desde el fondo y desde lejos tratar de resolver sus problemas.


9. Arriesgada entereza

Y prosigue:

“¿Y el otro bando, la otra corriente? Esa es aún más compleja, intrincada, turbia, cambiante, de varia y contradictoria entraña, en los “pueblos grandes”. Los antiguos terratenientes, antiguos por el espíritu, están serenos, libres de escrúpulos de conciencia; el patrón de su conducta no ha sido perturbado, manejan los puños, blanden el garrote e hincan las espuelas, duramente; son los dueños”.

Pero, volviendo a aquellas palabras que José María Arguedas dejó escritas en El zorro de arriba y el zorro de abajo, a continuación de la cita que hacíamos, allí mismo nos dice:

“...Quizá conmigo empieza a cerrarse un ciclo y a abrirse otro en el Perú... se cierra el de la calandria consoladora, del azote, del arrieraje, del odio impotente, de los fúnebres “alzamientos”, del temor a Dios y del predominio de ese Dios y sus protegidos, sus fabricantes…

…se abre el de la luz y de la fuerza liberadora invencible del hombre de Vietnam, el de la calandria de fuego, el de Dios liberador, Aquel que se reintegra. Vallejo era el principio y el fin”.

Llamo utopía moral a esa capacidad para asumir los males del mundo y hacerlos frente con arriesgada entereza.


10. Trasfondo mítico

Permítanme aquí vivir la inmensa y conmovedora emoción, contundente y absoluta con relación a César Vallejo, con quien comparto haber nacido en el mismo pueblo y en la misma calle.

Alusión dicha en la víspera de morir y en su carta de despedida, diciendo de aquel en su testamento que era el principio y el fin, trazando su arco de alianza con él, como antes y después lo hace con Mariátegui, porque en otro momento afirma:

Fue leyendo a Mariátegui… que encontré un orden permanente en las cosas.

En esa orientación su proeza y su legado es que no claudicó, y su vida es ejemplo de honestidad, consecuencia y esperanza.

Él asume y encarna la utopía andina, que es utopía moral frente al fenómeno de la globalización.

Y aquí tenemos ya inhiestas a las tres montañas tutelares: Vallejo, Mariátegui, Arguedas, claves fundamentales para fundar el orden nuevo como una espada en el aire.

Y es que ellos tres son seres con trasfondo mítico, con raíces milenarias, con ancestro cósmico.


11. Apu tutelar

Son seres que han fijado su residencia permanente en la tierra, que están incrustados a la gleba fértil como a los peñascos, al grumo de nieve eterna y al cielo azulino de nuestra identidad.

Y son así para mejor retar a los abrojos, desde donde miran y nos permiten mirar el infinito y lo entrañable de la condición del hombre sobre la faz de la tierra.

Ellos son Vallejo, Mariátegui y Arguedas nuestros apus tutelares, ejes fundamentales de nuestra identidad, tres próceres y mártires.

Tres hombres de una ética sin dobleces, que jamás claudicaron ni al mercado, ni a la propaganda, ni a la impostura.

José María Arguedas, alma y dolor del Perú profundo, símbolo de lo más prístino y transido de nuestro pueblo, quien encarna lo mejor y más doloroso que somos y tenemos, ha de ser motivo siempre para dedicar reflexiones a cada línea que dejó escritas. Pero también a reflexionar con grandeza acerca de cada pasaje de su vida.

Es él apu tutelar nuestro, flor translúcida de pisonay, río profundo más que todos los ríos abismales del planeta. Y humana fortaleza solo comparable al Sacsayhuamán.


12. Si la comunidad lo decide

José María Arguedas en varias ocasiones relató acerca de la fuerza y el poder de las comunidades andinas, de cómo en cierta ocasión los hombres llevaron cargado un camión de uno a otro sitio de las serranías.

Y en una conferencia que desarrolló en febrero de 1968 en Casa de las Américas de Cuba, reiteró cómo los campesinos de los ayllus de San Juan de Lucanas, construyeron a pulso y sin asesoramiento técnico ni paga, la carretera que va de Puquio a Nazca trabajando diez mil indios las veinticuatro horas del día.

Uno de los cuatro alcaldes de las comunidades, le dijo entonces en quechua a la autoridad de Puquio, al momento de entregar la obra:

“Aquí está el camino, ya hemos construido la carretera. Si la comunidad lo decide podrá hacer un socavón por debajo de las montañas, de aquí hasta el mar”.

A esa proeza moral y posible yo llamo utopía moral.

¿Fantasea Arguedas? ¿Es irreal lo que cuenta de lo que es capaz esa población sojuzgada? ¡No!


13. Ha de volver

Esa fe en el hombre andino es el único argumento que vale la pena dilucidar para reconocer la contundencia de nuestra cultura en torno a la construcción de portentos.

Porque alguien ha escrito acerca del ideario de José María Arguedas titulándolo y haciendo mofa de ello como el militante de una utopía arcaica, queriendo sostener allí como una falsedad lo que es la utopía arguediana.

¿Se equivocaba Arguedas en su apuesta por el mundo andino? No. En absoluto. Es lo único legítimo en lo cual creer y pensar. Y esto lo sostenemos de manera contundente.

Utopía moral llamo a que él no ha muerto sino que está aquí.

Dice en boca del maestro Oblitas de Los ríos profundos:

“Aún estoy vivo,
El halcón te hablará de mí,
Las estrellas de los cielos te hablarán de mí,
He de regresar todavía,
Todavía he de volver.”

Ha de volver por tener y ser utopía moral en un mundo de oprobio, miseria y desprecio de una cultura que ha pasado siglos sin ser reconocida ni se quiere comprender ahora, es moral.


14. En nombre de su memoria

Ha de volver, cuando rescatemos lo mejor de nosotros mismos. Ha de volver para hacer juntos la transformación social.

Ha de volver porque convirtió el dolor en esperanza. Ha de volver.

De allí que el homenaje que le brindamos sea un homenaje moral, que surge del corazón.

Es una adhesión que emerge de nuestra sangre misma. Brota de lo profundo de nuestras entrañas.

Dedicó cada pálpito de su corazón y cada aliento de su boca a la redención del hombre.

Y es a eso que yo llamo utopía moral, a esa actitud de entender la vida como una chispa que hay que encender; como la luz de lo más hosco que hay que saber emanar.

De ese modo llamo al inmenso mensaje que nos ha dejado esta flor translúcida de pisonay, de que sin fuego y sin luz en el alma no es concebible vivir, luz y fuego que debe traducirse en actos y realizaciones.

En nombre de su memoria y del Perú irredento juramos proseguir en el camino de su utopía moral.

Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

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