domingo, 20 de febrero de 2011

POMAPATA, SIGUIENDO LOS PASOS DE CASUCHA - POR ARTURO BULLARD - HOMENAJE A UN GRAN SER HUMANO

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Con Casia el 22 de junio del 2010 celebrando su cumpleaños numero 58


Desde que tengo uso de razón recuerdo el nombre de este pequeño y alejado pueblito perdido entre las montañas ancashinas. No cabe duda que fue uno de los primeros lugares, entre pueblos, ciudades y países, que escuché de niño. Para mí y para mis hermanos, Pomapata era un sitio mágico, fantasioso, un lugar muy cercano al paraíso al pie del Piyucaca, donde la gente era buena, los paisajes hermosos y donde ocurrían historias bizarras, con personajes casi mitológicos. "El Hombre con Cabeza de Gallo", "El Hombre que se le Trasparentaba la Garganta cuando Comía Gelatina", "El Hombre con Pata de Venado", entre otros extraños, alucinados y fantásticos personajes Pomapatinos.

Toma nocturna de la calle principal del pueblo de Pomapata

Casia Valderrama Jacha, más conocida como Casucha, Casilda o simplemente Lala, entró a trabajar a la casa de mis padres a los 15 años, un año antes que yo nazca. Ella nació en Pomapata, provincia de Bolognesi, Ancash, siempre nos habló y contó historias fascinantes de este lugar, tan lejano y desconocido para la gran mayoría de mortales, lugar que siempre quise ir y que muchos años después Casia y el destino me llevaron a conocer.

Casia junto a Arturo, Rodrigo, Gonzalo, José Ignacio y Alfredo; mis hermanos

Casucha fue una madre, una hermana y una amiga para nosotros, siempre estaba alegre, contenta, nunca se quejó, era la primera que estiraba la mano cuando se trataba de ayudar. Arquero cuando nos faltaba uno en el equipo de fútbol, gran jugadora de ping pong y ajedrez, amante de los crucigramas, fanática del voley y de la selección peruana de futbol, fóbica de cualquier tipo de reptil, bromista, luchadora, emprendedora, querida, amada, esa era Casia y su risa contagiante, una persona como pocas, la persona más buena, increíble y extraordinaria que he conocido.

Vista de Pomapata desde el cementerio del pueblo

Partí de Lima a Pomapata un viernes a las 5 am, junto a mis hermanos Alfredo y Gonzalo, mis sobrinas Denisse, Daniela y Valeria y Licy, la sobrina de Casia. Casucha siempre quiso que conozcamos su pueblo y al final de su vida se cumplió su deseo. Viajamos hasta su amado y querido Pomapata a cumplir con su ultima voluntad, ser enterrada en su tierra al lado de sus padres.

Valeria, Daniela, Denisse y Arturo en Quero,
antes de empezar la caminata de 2 horas hacia Pomapata

Llegamos primero hasta el pueblo de Chiquián, "El Espejito del Cielo", ubicado en la cordillera del Huayhuash, a 6 horas de Lima, desde ahí tomamos una trocha de 24 km (1 y 45 horas) que nos llevó al pequeño pueblo de Quero donde se parte la caminata de 5 kilómetros hacia Pomapata.

Pobladores en medio de la neblina en Pomapata

Acomodamos nuestras cosas en los burros que gentilmente nos prestó el padre de Licy, algunos subieron a caballo, otros subimos a pie. Primero descendimos unos 300 mts por unas escaleras de piedra para tomar el camino hacia Pomapata, los primeros 4 kilómetros son en subida moderada con eventuales bajadas. El camino se introduce hacia la Quebrada del Cóndor, subiendo en forma paralela al río que lleva el mismo nombre. El paisaje está rodeado de coloridas flores y retorcidos árboles. El último kilómetro es el más fuerte de todo el ascenso, esta última parte es bastante empinada. El camino va dejando atrás al río Cóndor subiendo en forma casi directa a Pomapata.

Poblador de Pomapata

Llegamos a Pomapata luego de 2 horas de camino, en la última mitad del trayecto nos acompañó una fuerte lluvia, lo que complicó un poco más la travesía. La emoción que sentí al llegar fue inigualable, no aguanté las lagrimas, al fin puse los pies en este mágico lugar. Tuvieron que pasar 40 años para que Pomapata, el tan lejano pueblo perdido entre las cordilleras ancashinas nos recibiera con los brazos abiertos, todos los recuerdos de niño se me vinieron en ese momento a la cabeza, era todo real, todo fantástico, todo mágico e increíble.

Luz, Licy y Elizabeth, sobrinas de Casia
y amigas de nuestra familia desde hace muchos años

Elizabeth y Luz, sobrinas de Casia, a quienes conocemos hace muchos años, nos esperaban en Pomapata. Empapados nos trasladaron a una pequeña habitación de adobe donde nos sacamos la ropa mojada y nos pusimos unos ponchos que nos prestaron, los burros con las cosas estaban demorados, así que solo nos quedaba esperar a que lleguen para poder ponernos nuestra ropa seca.

Denisse, Gonzalo, Valeria, Daniela y Alfredo empapados
esperando que lleguen los burros con la ropa seca

Pomapata es un pueblo ubicado a 3500 msnm, habitado por cerca de 300 personas. Su nombre original fue Pumapata que significa "Cuna de Pumas", con el tiempo el nombre mutó a Pomapata. La principal actividad económica es la agricultura y la ganadería, en sus tierras se cosechan 16 tipos distintos de papa. Uno de los pobladores de Pomapata me contaba que este pequeño pueblo fue fundado alrededor del año 1700 por personas de lugares aledaños que iban en busca de nuevas tierras. Pomapata tiene fluido eléctrico muy básico desde el año pasado, una sola calle ancha atraviesa el pueblo, en la parte baja encontramos su pintoresca plaza de armas, rodeada por una pequeña iglesia, la municipalidad y el local comunitario. Al medio está adornado por una pileta la cual está coronada con la imagen de un puma, felino que le da el nombre al pueblo. Su fiesta patronal se realiza todos los 24 de setiembre en honor a la Virgen de las Mercedes.

Plaza de Armas de Pomapata, al fondo la iglesia de la "Virgen de Las Mercedes",
adelante la pileta con la figura de un puma

Nos ubicamos los 6 en tres habitaciones que amablemente nos prestó la familia Valderrama, nos cambiamos y salimos cerca de las 7 pm a comer a la casa donde nació y vivió Casia, ahí viven sus hermanos y sobrinos, nos recibieron como si nos conocieran de toda la vida, nos sentimos y, sobretodo, nos hicieron sentir como unos verdaderos Pomapatinos.

Alfredo y Gonzalo disfrutando una deliciosa carne

La noche fue larga, velamos a nuestra querida Casia hasta la medianoche, tomando "Calientito" junto a la familia. Conversamos, contamos algunas anécdotas y sobre todo conocimos aún más a la familia de Casucha; primos, tíos, sobrinos y amigos aparecían y desaparecían como por arte de magia de la habitación donde se realizaba el velatorio.

Madrugamos la mañana siguiente, desayunamos con la familia y bajamos a la plaza de armas solo con el fin de respirar aire puro y observar el bello paisaje al pie del cerro Piyucaca.

Niño pomapatino con su oveja "Chavela"

"Lucerito del amanecer, en el Piyucaca yo te vi nacer", así comienza un linda canción que Casia nos cantaba cuando éramos niños. Al fin conocimos el Piyucaca, desconocido para muchos, pero famoso para nosotros.

A las 10 am celebramos una misa, 45 minutos después salimos en procesión hacia el cementerio, el recorrido fue muy emotivo, era imposible aguantarse las lágrimas en este corto pero eterno recorrido hacia la parte alta de Pomapata, donde queda el cementerio. Primero entramos a la casa y luego a la habitación de nuestra Casucha, para seguir el recorrido con 3 paradas más, la primera fue en un recodo del camino donde ella se sentaba con los niños del pueblo a hablarles, contarles cuentos y regalarles caramelos cada vez que visitaba su tierra, luego en una pequeña cascada y por último en la puerta del cementerio. En cada una de las paradas se rezaba y cantaba canciones representativas de Pomapata.

Arturo, Licy y Valeria

El entierro fue duro y triste, Aníbal, sobrino de Casia, se dirigió a los presentes alabando el buen corazón y la entrega que tuvo Casia hacia sus familiares y seres queridos, luego tocó el turno a mis hermanos, primero Gonzalo, luego Alfredo, al final Gonzalo tomó nuevamente la palabra para leer un emotivo poema que escribió Santiago, su hijo, en honor a Casia o Lala.

Terminando la ceremonia volvimos hacía la casa de Casia, la familia había sacrificado una res y unas ovejas para los invitados. Comimos, tomamos cerveza, chicha y calientito, ya todos estábamos más tranquilos, se había cumplido el deseo de Casucha, ya descansaba en paz al lado de sus padres, en su tierra, al pie del Piyucaca.

Niños jugando en la plaza de armas de Pomapata

Gonzalo conversando con una señora pomapatina

Nuestra misión en Pomapata aún no acababa, pocos días antes de viajar se nos ocurrió hacer algo por este olvidado pueblo al cual tanto cariño le tenemos. Hicimos una colecta entre la familia y algunos amigos que conocían y apreciaban a Casucha. Organizamos, con la ayuda de Licy y la familia de Casia, una chocolatada navideña, llevamos más de 100 juguetes a los niños del pueblo. Denisse, Daniela y Valeria, mis sobrinas, se encargaron de hacer un show y algunos juegos con los niños, queríamos llevar alegría a Pomapata, sabemos que Casia, donde esté, estuvo feliz de que nosotros, sus hijos, hagamos algo por su pueblo. Los niños cantaron, bailaron y saltaron más de dos horas, terminamos rendidos pero contentos, los niños jugaban y corrían con sus juguetes nuevos alrededor de la plaza de armas y por las calles de Pomapata. Una sensación y satisfacción inigualable.

La noche fue tranquila, después de un día muy intenso y lleno de emociones. En la madrugada debíamos partir de regreso a Lima.

Daniela repartiendo regalos en chocolatada a familias de Pomapata

Niños disfrutando de la chocolatada

Nos despedimos de Pomapata a las 5 am, mientras cruzábamos por su oscura calle principal algunos pomapatinos y nuevos amigos salían a despedirnos y agradecernos nuestra visita, pidiéndonos que regresáramos pronto. Los agradecidos somos nosotros por todo el cariño y afecto que nos demostraron en el poco tiempo que estuvimos por esta maravillosa tierra.

La familia de Casia junto a la nuestra

Caminamos los 5 kilómetros de regreso en poco más de 1 hora, llegamos a Quero y partimos rumbo a Chiquián, nos sorprendió la noticia que había un paro y la carretera hacia Lima estaba bloqueada, gran preocupación. Al final, desde Conochocha, tomamos una vía alterna hacia el pueblo de Ocros y de ahí hacia Pativilca, el camino nos tomaría 4 horas más que la ruta convencional, no había alternativa. En el fondo valió la pena, toda la primera parte de esta ruta es paisajísticamente alucinante, primero pasamos un pequeño e interesante bosque de piedras, para luego quedar maravillados con una vista imponente de la nevada Cordillera del Huayhuash.

Pequeña laguna camino al pueblo de Ocros

Partimos a las 5 am y llegamos a Lima a las 7 pm, un largo y agotador viaje de 14 horas. Fueron 3 días intensos, una mezcla de alegría con tristeza y pena, Casucha se nos fue y la extrañamos, nos dejó muchas enseñanzas, parte de lo que soy y de lo que son mis hermanos se lo debemos a ella, una gran mujer que acompaño a mi familia por más de 41 años, alegre, solidaría y querida no solo por nosotros, sino por mis primos, tíos y amigos. Donde estés Casucha sé que estás orgullosa de nosotros, orgullosa de saber que llegamos a tu humilde pueblo para acompañarte hasta el final, orgullosa de saber que llevamos alegría a los niños de Pomapata, orgullosa de haber dejado una huella imborrable en nuestros corazones y orgullosa de saber que vivirás siempre en nosotros.

Te queremos

Papa Alfredo, Mamama Renee, Alfredo, Gonzalo, Arturo, José Ignacio, Rodrigo, Santiago, Denisse, Daniella, Micaela, Valeria, Inés, Alfredito, Isabella, Rafaella, Mariano y Rodriguito.

Gonzalo cambiando la llanta de la camioneta bajando de Quero

Niños de Pomapata con regalitos después de la chocolatada

Valeria degustando un panetón en la chocolatada para los niños de Pomapata

Denisse con ovejita en la plaza de armas de Pomapata

Ovejas Pomapatinas

Camino a Ocros al pie de la cordillera del Huayhuash

Amigo pomapatino cortando un trozo de carne de res para el almuerzo

Valeria, Alfredo, Daniela, Gonzalo y Denisse en la puerta de la casa de Casia

Fuente:

Blogspot: VIAJES, FOTOGRAFÍAS Y MÁS, de Arturo Bullard

Pomapata, Siguiendo los Pasos de Casucha

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Gracias Arturo, que Dios bendiga a tu linda familia,


Nalo