lunes, 6 de diciembre de 2010

HOMENAJE A ELVIRA DEL ALMA, A SUS 92 AÑOS - VIERNES 10 DIC 6.30 PM EN EL ICPNA DE MIRAFLORES - EL ENCANTO DE SUS MANOS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina


CANTA LLUVIA


HOMENAJE A

ELVIRA DEL ALMA, A SUS 92 AÑOS


ADHESIÓN, PRESENCIA Y PARTICIPACIÓN DE

EDUARDO GONZÁLEZ VIAÑA


EN OCASIÓN DE PRESENTARSE EL LIBRO:

PIEDRA BRAVÍA, DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


PANEL:

RICARDO DOLORIER
OSWALDO REYNOSO
WALTER VÁSQUEZ VEJARANO
MANUEL VELÁSQUEZ ROJAS


HOMENAJE:

ELVIRA DEL ALMA, A SUS 92 AÑOS




PARTICIPACIÓN:

JUVENAL SÁNCHEZ LIHÓN
MANUEL VEJARANO SÁNCHEZ


CONDUCCIÓN:

RAMÓN NORIEGA TORERO
MANUEL RUIZ PAREDES


VIERNES 10 DE DICIEMBRE. 6.30 PM


INSTITUTO CULTURAL PERUANO
NORTEAMERICANO DE MIRAFLORES
Av. Angamos 120 Miraflores,
Esquina con la Av. Arequipa. Lima, Perú.

ºººººº

PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA

EL ENCANTO DE SUS MANOS


Por Danilo Sánchez Lihón

“Madre; tu recuerdo sobrepasa
los límites de lo dulce y de lo amargo”.
Santiago Pereda Hidalgo

1. Orgullo de decirlo

Mi abuela Rosa le confió a su hija Elvira, en absoluto secreto, un hecho que mi madre lejos de ocultarlo nos lo cuenta con gracia y encanto, cual es que ella, la autora de mis días, no nació en la ciudad de Santiago de Chuco, sino en el campo.

Cualquier familia que quiera aparentar y ser reconocida en mi pueblo, que se precia de abolengo, diría:

– ¡Shhhh, cállate! ¡No cuentes eso!

O como ya me lo dijeron:

– ¡Cómo vas a estar divulgando semejante cosa!

Para mi madre, sin embargo, es un aspecto que lo resalta y que desde que lo supo le enorgullece decirlo, cual es que no nació en la ciudad sino en el campo.


2. Y el trino confiado de las aves

Decirlo es como autoinculparse y, de acuerdo a las convenciones de mi lar natal, perder categoría social; porque el prestigio que tiene todo ciudadano pretencioso aquí es ostentar que ha nacido en una casa solariega, si es posible en el centro de la ciudad.

Otros más ufanos dicen que han nacido en una casa de la Plaza de Armas. Y debe haber alguno que diga incluso que ha nacido en la misma pileta, que eleva su chorro de agua impoluta en el centro de la plaza.

En cambio mi madre se afana en decir que nació en Samada, a una hora o más de camino a pie, si partimos después de estar arrimados a la citada pileta y sus barandas.

Eso sí, nació en un paraje rodeado de árboles añosos y puquiales, entre flores silvestres, rumor del agua en las acequias y el trino confiado de las aves que allí habitan.


3. Había resistido


Y fue así porque mi abuelo Benigno, traía a su esposa Rosa Paredes, ya en los últimos días de su embarazo, paso a paso por el camino en una yegua baya.

Allí venía sentada de costado en una silla de montar puesta sobre la cabalgadura y apropiada para mujer, mi abuela Rosa.

Y todo a fin de que el niño o niña que traía en las entrañas naciera en Santiago de Chuco, el pueblo del cual era originario mi abuelo.

Porque ella era natural de Pallasca y había resistido fuertes dolores durante el largo camino desde que partieron de Sarín, poblado situado en la provincia de Huamachuco, en donde mi abuelo había adquirido propiedades.

Y, pese a que Santiago de Chuco apenas distaba ya dos o tres leguas para llegar, ella le dijo que ya no podía resistir más las hondas contracciones de su vientre.


4. Un llanto fuerte inundó el paraje

Y allí se apearon.

Él buscó una casa cercana donde hacer descansar y proteger a su esposa encinta.

Mientras iría al galope, en un caballo de tiro que allí traía preparado para cualquier emergencia, hasta el pueblo de donde vendría con una litera y peones, para llevarla cargada y hacerla descansar ya en su casa.

Cuando él se aprestó a partir, montando el caballo brioso que venía libre y ya ensillado, inundó el paraje el llanto fuerte de una niña, mientras la esposa joven y hermosa le sonreía tierna y ya aliviada.

Pronto la casa de campo se vio revuelta del nerviosismo del parto inesperado.

5. Por eso seré así

La niña que nació aquel amanecer, entre aromas de tierra fresca, balidos de ovejas que salían de sus rediles, el chisporroteo de la leña que empezaba a encenderse en los fogones, era la que años después sería mi madre y a quien bautizaron luego con el nombre de Elvira.

Por eso dice:

–Yo nací en Samada. –Y me mira hechizada. Y añade–: Por eso seré así.

¿Cómo?

Fuerte, linda y plena de esperanza. Y aunque esto último no lo explica ella, entendemos que quiere decirlo así, porque ella es fuerte, vivaz e incólume.

Y límpida como el viento, el agua y las flores del campo.

De allí que, hoy día, yo la evoque de este modo:


6. Forjarse los mejores recuerdos

Algo que recuerdo mucho, madre, es cuando para el mes de julio hacíamos uniformes escolares para el desfile de Fiestas Patrias.

Y cuando tú hacías vestidos de mujeres del campo para la Fiesta del Patrón Santiago.

En realidad no los vendemos sino que con ellos hacemos canje; trocándolos por gallinas, chivillos o algún marrano.

O, los cambiamos, tas con tas, con granos de las cosechas que los campesinos traen en sus rebozos o alforjas.

Para ello, todos ayudamos a hacer algo.

Los hijos chicos ensartan el hilo en las agujas, otro sopla la plancha, otro pega botones.

Y los más grandecitos hilvanan, doblan bastas, hacen ojales.


7. El arte de forjarnos los mejores recuerdos

También hacemos cristinas para la venta el día del desfile. Entonces tus hijos tenemos que hacer los rombos azules y rojos, con base de cartón y forrados con papel lustre.

O cosemos galones con tantos sutaches como distintos años de estudio tienen los muchachos; e insignias con bandas rojas y blancas bordadas de filo amarillo.

Para ello ponemos el número de la escuela pegado en el centro, con papelitos cortados; para lo cual coleccionamos las hojas de almanaques y calendarios, envolviéndolas en un paquete, con un rótulo grande que dice: “Manualidades”.

¡La vida es el arte de forjarnos los mejores recuerdos!, mamá. Y hasta en esto siento ¡cómo es tan hermoso e intenso lo vivido contigo!


8. Proeza que el fósforo prenda

En este, o cualquier otro trabajo, nos coge y se hace sentir, como un galgo rabioso, el frío de la madrugada. Porque, pasada la medianoche en Santiago de Chuco es hora densa, profunda y gélida. Entonces tú y papá, para darse y darnos ánimo, se entusiasman y ambos dicen:

– ¡Hagamos ponche de chicha!

– ¡Ya! ¡Hagamos pues! –Es la respuesta ilusionada.

Te echas a los hombros tu pañolón y salimos a la cocina, a encender la candela.

Si no hay leña yo busco el hacha y alumbrado por un candil me pongo a rajar los troncos en el callejón de abajo.

Es una proeza hacer que el fósforo prenda en alguna astilla. Pero, ¡por fin se logra!

Entonces hervimos la leche, la vaciamos en la vieja ponchera de lata y al batirla espuma con la yema y la clara de huevo. Y luego tú agregas la chicha.


9. Con tus ojos ingenuos e ilusos

¡Es feo el ponche madre!

A mí no me gusta, aunque recién ahora lo confiese. Sin embargo, lo tomo con gusto, por lo tierno de la hora y porque en realidad nos reanima en las tareas que estamos haciendo.

Pero... uno a uno van cayendo dormidos mis hermanos pequeños y los vamos acostando en sus camas, hasta quedarnos papá, tú y yo, trabajando en silencio hasta el primer cantar del gallo en la honda madrugada.

Tú confeccionas para estas fechas, vestidos con flecos, grecas y encajes, como las cometas, trajes que gustan mucho a las muchachas del campo.

Además, ¡los compones de colores floridos y luminosos! Para ello combinas una y otra tela, mirándolas con tus ojos ingenuos e ilusos.

Al otro día, yo hago el colgador de un palo de eucalipto pelando su cáscara y dejando su superficie blanca y lisa donde amarro un lazo para que cuelgue.


10. Ese jardín artificial salido de tus manos

¡Es un orgullo ver lucir el vestido tan lindo en la pared de enfrente de la sala!, que para esa ocasión se convierte en tienda, abriendo de par en par la puerta, delante de la cual la gente pasa y entra reflejado ya de color lila el sol dorado que rebota en la pared de enfrente.

Desde el patio de adentro recién escuchamos tocar la puerta, de parte de alguien desesperado, llamando ya a gritos de tanto insistir, queriendo que se le haga caso. Entonces salimos corriendo.

Ahí están los ojos cristalinos y embelesados de alguna muchacha del campo, ante tu obra de arte maravillosa, ¡y lo único que quieren en este mundo es tener ese jardín artificial y colgante salido de tus manos, puesto sobre su cuerpo embelesado!

Apean el bulto que llevan sobre su espalda y, así estuviera prometido al rey del universo, nos lo dejan a cambio del vestido.

A veces el bulto es una pava de cola jaspeada, que corre asustada a refugiarse bajo la silla.

O un chanchito confianzudo que hociquea nuestros zapatos.


11. Paraíso Terrenal

O bien es una gallina “flor de haba” que empieza a cacarear buscando un nido para poner su huevo.

Por eso, mirando los jardines de Versalles en Francia, volví a mi infancia, a mi tierra y hacia ti madre.

Y estando allí escribí en mi cuaderno de notas este apunte:

Los paisajes
desprendidos de tus ojos,
y luego
cómo los ibas amoldando
y cosiendo
en los vestidos que salían
de tus
manos es la visión que yo
guardo,
de los jardines encantados
del universo y
del Paraíso Terrenal, y no
éstos.


12. Ningún jardín del mundo

Las flores
estampadas por ti son
el centro
del Edén. Porque no he
vuelto
a sentir ni esa emoción
ni ese
perfume en ningún jardín
del mundo,
por preciosos que ellos
sean.
Ni en el Taj Majal. Ni en
en la gloriosa
Alhambra. Ni tampoco
en el Parque
Chapultepec de México.


13. El encanto de tus manos

Ni
aquí en Versalles, que he
recorrido
palmo a palmo, pensando
solo en ti
madre, en la noche previa
al amanecer
Día del Alba en nuestro
pueblo.

Madre, los vestidos que llevaban las muchachas del campo han dejado en mí un vacío imposible de llenar.

Porque son irremplazables por sus colores, aromas y evocaciones que despiertan.

Y ya estando en esa pared del frente de nuestra sala, que florecía bajo el encanto de tus manos.


Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

Teléfonos:

420-3343 y 420-3860

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:

Editorial San Marcos:

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Editorial Bruño, Perú:

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