viernes, 3 de septiembre de 2010

SÁBADO 4 DE SETIEMBRE A LAS 7 PM HOMENAJE A MANUEL ESCORZA - AULA CAPULÍ - PLAN LECTOR: SCORZA, POETA DEL MAÑANA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina


9 DE SETIEMBRE
ANIVERSARIO DE NACIMIENTO:

HOMENAJE A MANUEL SCORZA


SÁBADO 4 DE SEPTIEMBRE, 2010, 7.00 P.M.


Aula Capulí: Tacna 118, Miraflores.

Cuadra 2 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República

Ingreso libre.

Se agradece su gentil asistencia



PROGRAMA

CONFERENCIA MAGISTRAL:

MITZAR BROWN:

"EL CANTAR DE MANUEL SCORZA"

– LECTURA DE POEMAS

– EXÉGESIS LITERARIA

INFORME RED

DE COLEGIOS VALLEJIANOS

Vino de honor

Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860
capulivallejoysutierra@hotmail.com
planlector@hotmail.com


SCORZA, POETA DEL MAÑANA

Danilo Sánchez Lihón


1. Hincada el alma

No conocí personalmente a Manuel Scorza. Escuché, eso sí, mientras yo estudiaba en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, muchos comentarios, referencias, leyendas y hasta mitos acerca de cómo era Manuel Scorza y su actitud sorprendente y siempre exagerada frente a la literatura y a la vida.

Confieso que desde mi actitud de ser un muchacho huraño, tímido y arisco, tuve desde el principio aversión a lo que me pareció y concluí que era su manera de ser y actuar: desenfadada, vivaz, irreverente y hasta poco escrupulosa ante algunos en aspectos a los cuales yo le daba mucha importancia en aquellos tiempos, como por ejemplo su desvergüenza con las mujeres y su manejo alegre e inexacto del dinero.

Pensé, incluso, que ante el caso hipotético de que algún día pudiéramos coincidir en algún punto yo no conciliaría con él. Pero, más realistamente que yo no existiría frente a él, que iba a pasar desapercibido. Y él ante mis ojos como frívolo y soberbio. Y hasta temí, que al conocerlo, por la imagen que me formé de él –en la cual estaba incluido naturalmente su asombroso y deslumbrante ingenio– es probable que no fuéramos a compatibilizar nunca. Y de alguna manera es eso lo que sigo creyendo. Que es muy probable que me fuera a defraudar como persona.

Claro, como se ve, todos estos eran y son prejuicios que felizmente se han ido despejando porque no ocurrió ese encuentro ni desencuentro. Y sí más bien ocurrió un verdadero encuentro con su tierna, y utilizo concientemente este adjetivo que parecería impropio tratándose de un hombre de imprecaciones, y su formidable obra literaria.

Alguna vez lo vi por televisión, en unas declaraciones más bien de carácter político, en plena campaña del FOCEP, en el año 1978. y a su regreso de una estancia –me parece– de algunos meses en París. Como cabe imaginarlo, demostró mucha presencia de ánimo, agudeza y una cáustica ironía. Pese a que recién bajaba del avión ya estaba en batalla, debate y polémica política, haciendo flamear su espada verbal, bien afilada frente a adversarios gratuitos y otros de a verdad, como son los que aparecen en las competencias electorales.

Es importante referir que a propósito de dicha justa electoral Manuel Scorza salió elegido para integrar la Asamblea Constituyente, cargo al cual renunció por principio y protestando por el abuso y atropello nuevamente cometido contra los campesinos de Cerro de Pasco precisamente durante esos días.

Sin embargo, a pesar de toda aquella imagen de arrogancia y desparpajo, al leerlo más detenidamente y mirada su trayectoria y la contundencia de su obra a la distancia de los años, creo que en el fondo, así como yo, él era un alma herida, lastimada y desgarrada por un conjunto de aspectos: el amor ideal y sensual también, la pobreza, pero sobre todo hincada y atravesada el alma por el fuego ardiente del destino del Perú, aunque, a diferencia mía, proveído él de todas las armas para triunfar.


2. Poesía de amor y emoción social

Pero, complementario o paralelo a lo anterior confesaré, partiendo de una pregunta lastimera, cual es:

Quién que haya amado, nacido en el Perú y conozca un poco de poesía no ha recitado con voz transida en las horas en que el amor parecía aletear sus alas de oro y ceniza sobre nuestras pobres almas estupefactas, quién, digo yo, no ha recitado aquellos versos que dicen:

Como a todas las muchachas del mundo,
también a Ella,
inventáronla
con sus sueños,
los hombres que la amaban.

Y yo la amaba.

Pudo ser para otros un rostro
que el Viento del Olvido
borra a cada instante,
Pudo ser,
pero yo la amaba.

Yo susurro todavía susurro de memoria ese poema, o lo grito si estoy solo por los caminos. Lo murmuro, mirando desde la ventana de un ómnibus que corre destartalado en la noche sideral por los desiertos sin nombre, o que pende al amanecer sobre los abismos de nuestra serranía.

Suelo repetir sus versos inconscientemente, despierto o dormido, lúcido o desvelado en el balcón de una casa habitada o vacía, así yo esté en ella. O desde el balcón al cual me asomo de un hotel de una ciudad a la cual recién he llegado o de la cual es el último día que permaneceré en ella, con el alma expectante y el corazón estrujado y hecho astillas, ciudad a la cual llegan y de la cual parten, por idénticos o disímiles caminos, por donde yo ando, los buenos y malos amores y sus consecuentes recuerdos. Y las circunstancias que se agolpan como galgos enfurecidos en el alma. Y prosigue:

Yo veía las cosas más sencillas
volverse misteriosas
cuando Ella las tocaba.
Las estrellas de la noche
¿quién sino Ella las sembraba?"

Es el poema que en las horas supremas nos escuchan decir nuestros más íntimos amigos. Y ellos lo saben. O bien, alguna muchacha sorprendida que nos mira y piensa sin decirlo que al expresar ese poema estamos resumiendo nuestra vida, sabiendo que aparte de esas cadencias no nos atreveríamos a añadir ninguna otra palabra, aceptando que en esos vocablos y en sus inflexiones está dicho todo nuestro destino y mucho más:

Los días de esmeralda,
los pájaros tranquilos,
los rocíos azules,
¡Ella los creaba!

Yo me emocionaba
con sólo verla pisar la hierba.

¡Ah, si tus ojos me miraran todavía!
Esta noche no tendría tanta noche.
Esta noche la lluvia caería sin mojarme.

Quien compuso este y otros poemas es Manuel Scorza, quien nació el 9 de septiembre del año 1928 en la Maternidad de Lima, un hospital de caridad ya desaparecido. Niño aún su familia se trasladó a Acoria, un distrito de Huancavelica, lugar donde vivió más de cerca la pobreza, asumió el dolor de la gente llegando a consustanciarse con él, tanto que le consagró su vida y llegó a adoptar a dicho lugar como su propia tierra. De allí que el centro de su poesía y narrativa sea la condición del hombre explotado, el de la patria herida, el de la tierra enajenada y sobre todo ello la forja de una esperanza, tema que lo cargaría en sus hombros como una cruz.

Haré también otra confesión: cual es que mi primer libro de poesía, cuyo título es "Las actas" y que daba curso a la ambición de escribir el gran Canto Nacional del Perú, como nos propusimos hacerlo con Juan Ojeda, suicidado el año 1974 en Lima y yo sobreviviente malherido – libro del cual se han publicado una veintena o más de poemas– lo escribí a partir de conocer las baladas que forman parte de ese proyecto de un libro mayor: "Cantar de Túpac Amaru" y que Manuel Scorza publicó en el número 2 de la revista "Cantuta" de la Universidad Nacional de Educación "Enrique Guzmán y Valle", el año 1969.

Esos poemas me dieron el horizonte que en esos momentos yo anhelaba encontrar para escribir el libro que he citado. Muchos han celebrado que Manuel Scorza dejara de escribir poesía, para dedicarse a construir las formidables obras que integran la pentalogía de "La guerra silenciosa". Yo, sin dejar de admirar su ciclo novelístico, siempre he lamentado que no terminara de escribir su saga de poemas sobre la gesta tupacamarista. Y no fuera el poeta universal que estaba llamado a ser, sintetizando a Neruda y Paz de un solo plumazo. Y ser el Nóbel de literatura que con justeza lo hubiera ganado desde la poesía.

En general, considero que sus poemas como sus novelas son declaraciones de amor fulgurantes, apasionadas, intensas; plenas de arrebato y exaltación, como movidas por fuerzas sublimes que se desataran o precipitaran en raptos, torrentes y cascadas.

Sin embargo, pese a esta fuerza e intensidad que se hace palpable en su poesía y novelística, Manuel Scorza es un poeta marginado en el Perú, sin artículos ni mayores estudios críticos, salvo las tesis de grado que son rigurosas pero escondidas para consulta de especialistas. Que no aparece, ¡caso raro y sorprendente!, en las antologías de poesía contemporánea y cuya obra no se comenta en los medios de prensa. ¿Por qué? Antes de dar una respuesta a esta pregunta considero importante tratar lo siguiente:


3. La patria lacerada

El tema central de la poesía y la narrativa de Manuel Scorza es la patria; es su tema de siempre, asunto que no lo olvida y que es como una cruz que lo coge de frente, de perfil y por la espalda. Y al mencionar este tema abrimos un camino o un pozo que nos lleva a saltos a César Vallejo, al romanticismo literario, al romancero español, a los cantos homéricos (recordamos a Ulises buscando regresar a Ítaca), a las rapsodias bíblicas y, en general, a la literatura universal de todos los tiempos.

La patria es tierna
me dijeron en la infancia...

Ahora bien, por esa veta, filón y galería subterránea ya empieza a aparecer la razón de la marginalidad aludida, mucho más cuando en el caso de Manuel Scorza trata de la patria herida, vejada y lastimada, la patria que duele y lacera:

Ahora soy el dolor de mi tierra quebrada

A él la patria lo atraviesa con sus hierros candentes: el pecho, la frente, el alma. Le atraviesan el corazón con su puñal de desgracias y desventuras, lo postra y lo desangra. Para él la patria está mancillada y esto constituye su amargura y su agonía y es parte de la razón por la cual ahora a él se lo elude, se evita nombrarlo y se lo margina de las antologías.

Porque plantea un contenido que no nos gusta tratar, porque pone en tapete nuestras miserias individuales y colectivas, así como también las fisuras personales, las mismas que no queremos que alguien nos las recuerde ni mucho menos nos lo enrostre:

¡Ay, qué amarga dulzura!
Bella era mi juventud
Yo cantaba: ahora estoy triste.
Y es por ti, patria pobre,
es por esos pueblos de una sola calle
por donde nunca caminará la dicha.

Su sentido de filiación, de pertenencia y de arraigo es hondo. El toma posesión, defiende su mundo por pobre que sea. Es más, lo asume y defiende por ser pobre. El se aferra incluso a sus maderos temblequeantes. Distinta a la actitud de quienes la cambian fácilmente, de quienes la reemplazan por prebendas, de los apátridas que están en el trono y tienen enfocadas en sí todas las luces para ofender y lanzar denuestos, de los que por haber levitado tanto se dicen “ciudadanos del mundo”.

Presto e inflamado por la cólera, encendido de pasión y de furor, exaltado por la lucha, pronto para sublevar, está dispuesto a los arranques, improntus y estallidos, a sí como a la cólera:

A mí no me vengan con la patria espuma.
La patria hiede
ahora espantosamente,
la patria
es un pozo que vomita buitres.

Ahora bien, ¿Quién no despotrica y se contradice cuando ama tanto? ¿Quién no cae, se equivoca y sucumbe en la desilusión y el desengaño, cuando lo pone todo en un fiel de la balanza? Cuando se ha ascendido por la fuerza del sentimiento a las cimas de la pasión y la identificación plenas y totales con algo, ¿quién no rueda por la pendiente y, a veces, hacia el precipicio?

Ay, patria; ay, enemiga
¿con qué me has mojado que no puedo secarme?

¿Qué amada ante quien nos despojamos de todo y a quien le hemos entregado la vida no es a la vez una enemiga, o licor maldito y hasta veneno que quita la vida? ¿Qué amor al cuál hemos consagrado todas nuestras ilusiones y esperanzas no es a la vez presencia que salva, abismo, mala suerte y puñal que mata?

A mí no me digan que hay visitas.
Hasta cuando la patria va a ser el muro
donde orinan los gendarmes?

Quien ama también tiene derecho a la queja. Quien sabe el sabor y el olor de lo dulce también sorbe la pena y lo acosa lo agrio y lo amargo. ¡Quien estalla de dicha es presto al llanto y al lamento!

Yo conocí en mi patria sólo rostros vacíos,
hombres de mirada prematuramente cana,
balnearios de hueso
donde antes de tiempo veraneaba la muerte.
Yo sólo recuerdo ojos en la niebla.

Cuando se ama mucho estamos al borde y orillando el desengaño. Cuando se quiere tanto se tiene al borde el abismo de la desilusión y el consecuente resentimiento, vacío y despedida.

Patria feroz y sanguinario mito,
yo execro tu bárbara impiedad.

Pero incluso maldiciéndola, extrañándola tanto. Él opta por el arraigo a una patria y a un destino.

El exilio es una herida extremadamente grave y dolorosa. El exilio es casi una condena a muerte.

Amar la patria y extrañarla, añorar su aire y ante ello y por ello dar gritos de batalla es lo supremo. En el caso de Scorza sus poemas más que lamentos son proclamas. Indignación sublevante, júbilo a torrentes:

la patria tiene un río de rápidos diamantes;
en la llanura
el viento acerca a las doncellas
su caballo blanco.

Ahora bien, el arraigo no significa inmovilidad. Se puede ser un trotamundos sin dejar jamás la patria, llevándola siempre a cuestas, enternecida en nuestros brazos, inspirando nuestros sueños, cobijada hondamente en nuestro corazón fervoroso, como la llevó César Vallejo o Manuel Scorza por los caminos, las calles, los bulevares, las esquinas y cafés de los lugares del mundo por los cuales enrumbaban sus pasos, sea en los amaneceres en flor, sea en las noches enraizadas en lo profundo.


4. Idealista de la justicia

Manuel Scorza es un hombre imbuido de ideales, pero a la vez impelido por un instinto de goce y disfrute de los placeres mundanos, quizá determinado todo ello por las privaciones y la pobreza que él mismo ha contado que vivió en su infancia, quien siente a su vez el llamado a hacerse cargo de los males del mundo para buscar solucionarlos por la vía política y hasta por la lucha armada, trenzando lanzas con truhanes, tiranos y traidores.

Por algo es admirador mendicante de El quijote, pero a la vez le atraen los fuegos fatuos de los placeres, los éxitos y sus orgías; los alimentos y deleites terrestres. Indudablemente, le dolió y amargó mucho la pobreza, primero la suya propia y luego la pobreza humana de los indefensos, con los cuales se identifica. Y la pobreza ajena de los ricos, a los cuales quisiera resarcirlos.

Las penurias lo marcaron de tal modo que en algún momento sueña en ser rey, alucina ser un monarca fastuoso, y lo dice en un poema, hecho que por su dimensión de irrealidad y candor que nos da el grado del abismo en él o cualesquiera otro que hubiera sufrido mucho hasta el punto de haberse quebrado parte de su serenidad emocional a causa de ella.

No eres nada,
vives oscuro,
en una ciudad perdida.
Pero, de pronto, un día,
al despertar, eres un Rey.

Ahora bien, sufrir la pobreza hace dos clases de hombre, los avaros y egoístas, por un lado, y los solidarios y generosos. En Manuel Scorza encontró felizmente al hermano de todos los pobres del mundo, hizo posible que él escribiera los poemas y las novelas que nos ha legado, pero a la vez dio cabida al frenético dilapidador, al mitómano extasiado, al fabulador delirante, felizmente también en el terreno exorcizante de la obra literaria:

Yo os digo:
mientras alguien padezca,
la rosa no podrá ser bella;
mientras alguien mire el pan con envidia,
el trigo no podrá dormir,
mientras llueva sobre el pecho de los mendigos
mi corazón no sonreirá.

Fue tanta la huella de este sufrimiento que él fluctuaba y vibraba entre la riqueza de un magnate y la miseria de un mendigo. Vivía casi al instante el papel de un conquistador fastuoso, repleto de halagos y dichas pasajeras y, de oto lado, presto a arriesgando la vida de manera heroica y sincera por las causas más nobles y por los seres más humildes, desarrapados y míseros de la tierra.

Ricardo Garibay en la serie de entrevistas "De vida en vida", en Océano de México, entrevista a Manuel Scorza del siguiente modo:

– Calma... hubo un tiempo en que fuiste millonario.

– Ciertamente, pero créeme, fue un tiempo de ser millonario para caer desde más arriba, para tener mucho menos después... Me meaban los perros ¡pero oye, esto no es metáfora, me meaban los perros a media calle. ¿Tú sabes lo que es que estés parado en una esquina de cualquier ciudad, con el vientre hecho un rechinadero de hambres, lloviendo, los zapatos rotos, sin pasaporte, ya sin mujer y sin hijos, temblando al paso de cada policía, sin poder decirle a nadie: oiga usted, buenas tardes? ¿Se acuerda de mí? Yo soy Manuel Scorza... ¿Y, que de repente, se te acerque un chucho, te ronde, te olisque, alce la pata, descargue en la hilacha mojada que llevas por pantalón y luego, encima, algo lo irrite, tal vez tu ruina, tu porquería y te muerda ligeramente, con desprecio, y se aleje poco a poco, sabiendo que no te queda ánimo ni para darle una patada?


5. Quien ama

¿Quién que ama como él amó, quien que se exalta, como él se exaltó, quien que arriesga la vida como él la arriesgó, apostando todo a una sola ficha no lo pierde en algún momento todo? Fue su vida fulgurante, mítica, ígnea; la de un Prometeo liberado, encadenado primero de amor y adhesión a su pueblo; un arco voltaico de arrebato por la existencia.

El siempre jugó todo a una sola baraja. Y, con frecuencia perdió. "Oh jugador y al dar la suerte entera...", dice Vallejo. Y cito a Vallejo sabiendo que él, Guamán Poma y José María Arguedas son sus piedras y rocas fundamentales en las cuales apoya sus pies y hasta hunde su cabeza y enlaza sus raíces.

Sus días fueron de altos y bajos por ser un apasionado de la vida, que ora está arriba, ora está abajo, al arbitrio de sus humores, de sus estallidos y de sus cóleras. ¿Quién no apuesta mal y se equivoca cuando se entusiasma?

Su deceso mismo es una muestra de este juego. Un hachazo, un golpe del destino que ciega y cercena la vida, la luz, la alegría cuando él lo tenía todo, muerte que acontecía en el instante más vivo y pleno de su existencia, cuando el 27 de noviembre de 1983 el Boeing 747 de Avianca se estrella en Mejorana del Campo, cerca ya al aeropuerto de Barajas en Madrid. Apenas frisaba los 55 años y reconocieron su cadáver, regado por el campo en las colinas de Fuentesecada, porque tenía abrazado su último libro: “La danza inmóvil”.

¿No es, acaso, este juego adverso y atroz de las cartas volteadas?, congelando la risa, el abrazo, el deseo. Una muerte atroz para una gran vida. Pasaba en esos momentos por la travesía más intensa, feliz y fecunda de su obra creadora. Tenía la luz radiante que invade ya no solo la sombra sino la más negra y espesa tiniebla. Tenía en sus labios la palabra armada que protege y defiende a los más débiles.

A Manuel Scorza se le puede acusar de mil veleidades, menos de no ser sincera, profunda y total su identificación biológica, racional, emocional e ideológica con los vencidos, los torturados, vejados y maltratados de siempre, con los comuneros y los indígenas, la gente de bayeta y de pollera. Aquellos a quienes se los ha azotado, flagelado y hacia quienes se ha aplicado siempre la política de la horca, del cuchillo y del balazo. Por eso, ni bien descendía del avión corría a cualquier pueblo donde se iniciaba una protesta, a juntarse en el camino a una caravana de sacrificio a fin de evitar que los soldados masacren a la gente, poniendo su pecho delante de bayonetas y fusiles.

De allí que el entierro de Manuel Scorza, luego del fatídico accidente ocurrido cerca a Madrid cuando el avión de Avianca, que lo traía junto a Angel Rama, Martha Trava y otros escritores al Encuentro Cultural Hispanoamericano en Bogotá, fue multitudinario. En el cortejo que acompañó sus restos mortales en Lima estaban presentes obreros, estudiantes campesinos y lógicamente una inmensa multitud venida de las comunidades de Cerro de Pasco, Yanahuanca y de Rancas que él consagró en su saga novelística La balada de los runas.

En ese momento él era dueño de todo y al instante ya no tenía nada; poseía una capacidad asombrosa para transfigurarse al igual que los personajes de sus novelas; optar por algo y al rato renunciar y dejarlo todo. Solo una causa no olvidó nunca, la causa del pueblo, el hacerse responsable animoso no de la dicha propia sino del destino común y colectivo de todos.

Y eso lo salva, redime y dispensa todo. El amor al pueblo. Todas las imperfecciones son pequeñas frente a este contenido inmenso cual es la adhesión sincera, militante y concreta a la causa genuina del hombre y su anhelo de construir aquí una utopía.

Cualquier debilidad es perdonada cuando anima nuestros actos el verdadero y auténtico amor al pueblo. Todo lo pule y lo allana luchar por los derechos esenciales del hombre: la frivolidad, el orgullo y la misma vanidad quedan perdonados cuando anima a una persona la emoción de América y su destino, brega por una sociedad mejor en la cual Manuel Scorza es indómito e integérrimo.

En el fondo su gloria y su drama es el de anhelar la felicidad para sí y para todos. La felicidad que él quiere y anhela no es la felicidad individual, ser rico y feliz él solo. Incluso los últimos años y meses de su vida cuando escribe "La danza inmóvil" discute la ardua elección de elegir amar en París a una mujer, escribir obras de éxito editorial, y la otra guerrear en la selva amazónica del Perú hasta decirse oír o gritar: "Hacer la revolución es amar" o "Amar es hacer la revolución".

La felicidad de Scorza es la misma que la de César Vallejo: ser felices todos, entonar el himno de la solidaridad universal, de la comunión humana; de allí su adhesión y filiación con Vallejo y Arguedas. Pertenece al contingente de runas, a la caravana de los desheredados y desposeídos de siempre, a la de los luchadores que algún día consigan y obtengan –nosotros entre ellos– el ideal vallejiano de sentarnos a desayunar una mañana todos juntos. Mientras tanto es él un soldado puesto y enfilado al lado de los vencidos.


6. El guerrero


En unas páginas que son una confesión y una autobiografía publicada con el título "Manuel Scorza, Testimonio de Vida", que está elaborada sobre la base de una entrevista que le hiciera Roland Forgues al autor de "Redoble por Rancas", cuenta éste que tuvo una elección difícil de tomar en algún momento de su vida, cual era seguir la carrera militar en la cual destacó ocupando siempre los primeros puestos en el escalafón de méritos entre los alumnos del Colegio Militar Leoncio Prado, hecho que le aseguraba el ingreso directo a la Escuela Militar de Chorrillos, inclinación en pugna con la otra alternativa cual era seguir el camino de las letras, horizonte desde el cual sentía el llamado de una voz ileludible.

Esta duda y conflicto respecto a su elección la expresa pensando que tal vez de haber continuado en la otra perspectiva pudo desempeñar un papel fundamental como Comandante de un Ejército Popular, de un gobierno revolucionario, socialista y libertario; perspectiva que la figura mucho más al constatar que sus compañeros del Colegio Militar Leoncio Prado, con los cuales conformaba el grupo de élite, llegaron a ser todos ellos generales del Ejército Peruano. Él, piensa que, más que ningún otro pudo serlo con la orientación y el signo radicalmente opuesto al orden y al sistema imperante.

Siempre en el plano de las probabilidades y haciendo una proyección al mundo de lo posible, cabe imaginar ¡qué distinta hubiera sido la historia del Perú con Manuel Scorza como Comandante General del ejército que conduzca un movimiento de transformaciones y libertades en el Perú del siglo XX!

Capacidad de líder y organizador lo tenía: él comandó, el movimiento editorial más grande que ha tenido el Perú a lo largo de toda su historia: cuales fueron los Festivales del Libro y los Populibros que desde el Perú proyectaron e irradiaron su acción a varios países de América Latina.

Es este el motivo por el cual queríamos hablar ahora de Manuel Scorza, en el día en que conmemoramos la fecha de su nacimiento; esa razón es: el frente de guerra de la cultura, en el cual él nos dio una victoria total y categórica. Nunca el Perú invadió a tantos países de América Latina con libros propios, de nuestro país y de nuestra América convulsa y transida. Obras cuyas ediciones no habían pasado de las mil copias se imprimieron esta vez hasta en tirajes de medio millón de ejemplares. Y fueron decenas de títulos de lo mejor de las letras continentales.

Era un hombre de armas tomar. Mientras era estudiante del Colegio Militar Leoncio Prado dos veces esperó pertrechado de armas, en las gestas apristas de los años 40, listo para recibir la orden para asaltar el cuartel de su propio Colegio, que él conocía bien, razón por la cual comandaba la operación, donde se apoderarían de 15,000 fusiles y municiones en cantidad, material que debían ser puesto en manos de militantes entrenados a fin de servir para capturar otros objetivos estratégicos en Lima, Callao y balnearios. La orden nunca llegó.

Tampoco llegó en otra ocasión, cuando estuvo listo a capturar el Pabellón de Armas de la Escuela Militar de Chorrillos, operación que tenía como jefes a Manuel Scorza y a Carnero Roque. Fue debido a que esas órdenes de asalto no llegaron que le quedó muy claro que la dirigencia de dicho partido político le engañaba. Y lo peor, que era capaz de enviar al matadero y sacrificar toda su gente de base con tal de propiciar condiciones para hacer arreglos, a fin de ganar ventajas en la estructura del poder con los representantes de los sectores, estructuras y sistemas tradicionales del Perú que en los discursos de plazuela se decía combatir.

Convencido de esta situación y ya expatriado en México renunció al APRA quedándole evidente, a él más que a nadie, de la traición y componendas de la dirigencia de dicho partido.

Ha llegado a declarar que de haber seguido la carrera militar hubiera llegado a ser general, ya sabemos de qué signo, pero se interpuso un misterio: la poesía, la palabra alucinada, los mundos imaginarios e irreales –tejidos con el hilo de la realidad– de las novelas. Pero, en verdad, Manuel Scorza nunca dejó de ser un guerrero, con una particularidad además de estar entrenado para la lucha ardorosa, cual es decir lo que piensa y lo que cree con total convicción, sin titubeos ni vacilaciones. Las suyas no solo son declaraciones sino arengas, manifiestos, verdades absolutas que defienden al hombre, a la justicia y su causa.

De allí que su verbo sea exclamativo, enfático y, compacto. Sus declaraciones firmes, contundentes, crudas. Su palabra estallante, sin vacilaciones, reticencias ni tapujos. Sentimos que lo que dice lo hace con total verdad, no importando incluso que sea un equívoco, con la fuerza y convicción de quien sabe querer y amar.


7. Mago del lenguaje

En la poesía de Manuel Scorza el brillo de la palabra, su fulgor preciso, la nota exacta, en el límite de lo posible hacia lo imposible encuentran una luz, una puerta, una escalera; una rendija hacia la cual asomarse para avizorar otro universo. Es deslumbrante en la imaginería que despliega. Como él dice:

¡Ninguna mano arrojaría ninguna flor sobre la tumba de ese relámpago!

Empezó con versos cortos, en "Las imprecaciones" y "Los adioses", luego los fue volviendo más largos, en "Desengaños del mago", luego los hizo versículos casi descriptivos en "Cantar de Túpac Amaru", para luego perfilar las estrofas de sus novelas en donde el mismo hálito mágico de sus poemas, se siente que alienta en su narrativa una línea de continuidad entre su poesía y su prosa que si bien se distingue formal y externamente, tienen la misma raíz, la misma savia y urden o perfilan la misma flor de la cual emerge y se alza un asombroso arco iris.

Demiurgo, visionario de reinos ignotos, creador de mundos nuevos e imperios fastuosos, de monarquías milenarias, lujoso en los detalles, pasaba del amor sentimental al sensual, del olvido al goce, de la ausencia a la posesión deslumbrante.

El conjunto de su obra constituye una épica de la vida, del amor y los valores genuinos de redención del hombre. La épica de un país épico y de vida épica, como es el Perú, que al principio es trágica, luego dramática, luego mítica, para luego hacerse épica en el verbo y la pluma de poetas de categoría mayor como fue y es Manuel Scorza.

Se siente en su poesía rugir y desatarse la tormenta. Se escucha bramar y precipitarse la tempestad. Asolar con su rugido al viento. La cólera, la indignación, la rabia de los elementos terrestres si es que ellos entran en cólera por la condición indigna y adúltera del hombre sobre la faz de la tierra.

En Scorza lo fantástico adquiere categoría de símbolo. El cerro es fantástico. Las fantasías son metáforas a favor de la lucha de la comunidad indígena. Siente adhesión, compromiso total, identificación con esa masa oscura de hombres, hecho que es de una sensibilidad y de una total grandeza.

Garabombo era invisible como invisibles eran todos los reclamos, los abusos y las quejas.

La protesta fecunda, el grito que parece del nacimiento, el alarido del que avisa, amonesta, impreca, las palabras urgentes, heridas, sangrantes.

Y esto es ser únicos, y esto es ser diáfanos y hasta diamantinos. Y esto es ser puros. Porque yo no sé por qué se los llama puros a los poetas que retuercen el lenguaje, aquellos que no sienten ni la punta de un alfiler rozárseles las venas, aquellos que no sufren nada salvo la confusión de sus propias palabras. O que, me corrijo: ante quien sentimos la confusión de sus propias palabras sin que ellos mismos lo sientan. Aquellos de la inmovilidad y lo aséptico. ¿Puros de qué? ¿puros o distantes de la nobleza de ser hombres íntegros?

En Manuel Scorza como todo lo que relumbra, estalla y arde, es también parte de su esencia la sombra y tiniebla y a esta se la siente también pura, de pureza humana y no de indiferencia.


8. Triunfo silenciado

Alguna vez escribí que el primer territorio liberado en nuestro transido y aquejado Perú eras el territorio de la poesía y el de la literatura en donde por la década de los 60 y 70 flameaba la bandera de la redención del indígena, de la justicia social para los desposeídos, de la dignidad para los explotados y marginados del sistema.

Sin embargo, a la vuelta de algunos años ¿qué es lo que ha ocurrido? ¡Qué catástrofe silenciosa se ha desatado para que imperen y dominen en el panorama de las letras nacionales los aspectos denigrantes, espurios e insanos de los neutros, los viscosos y perversos? ¿Qué sistema tan envilecido e infame hemos dejado que se imponga que ha colocado a talentos como Manuel Scorza nada menos que en la marginalidad y en el ostracismo del reconocimiento en nuestro país?

Porque podría ser explicable que la indiferencia se ensañe contra un pobre estudiante que anhela labrarse un destino en las letras nacionales, o con un escritor discreto, quizá con un tímido artesano de la palabra, tal vez con un creador menos y sin vínculos, pero que se aplique a poetas y novelistas como Manuel Scorza? No lo entiendo.

Él sin figurar en las antologías. ¡Inhallable en ediciones nacionales! Escaso en estudios, comentarios y críticas. Menospreciado arteramente por algunos escritores que deslizan subrepticiamente contra él su veneno.

¿Cuál es la razón, el motivo que explica todo esto? Su consecuencia con una literatura de inspiración social. Porque qué coincidencia: otro destino proteico de inspiración social, como es César Calvo, igual: murió en un hospital de caridad, su columna periodística "Campana de palo" fue silenciada años antes y ¿qué periódico, revista de actualidad, programa de radio y televisión se ocupa de su obra?

En algún momento creí y pensé ingenuamente que los medios de comunicación y los cenáculos no daban espacio ni cabida ni aceptan a quienes nunca tuvieron éxito en algo, o no hubieran ganado un premio. Pero Manuel Scorza, César Calvo y muchos otros ganaron premios internacionales. Pero, además, ¿quienes pudieran ser e igualarse como ellos en ingenio, audacia, brillo verbal y en ideas geniales. ¡Creo que nadie!

Sin embargo, en el caso de Scorza, Calvo y muchos otros con un signo de vida preciosa son, al contrario, vilipendiados.

Manuel Scorza incluso fue muy controvertido porque en algún momento de su vida su éxito fue resonante. A este respecto, y corrigiéndome de lo que pensaba antes, lo cierto es que en nuestra idiosincrasia nos duele más bien el éxito del otro.

Respecto al éxito extraordinario de Manuel Scorza se hicieron mil elucubraciones, conjeturas y surgieron rencores y hasta maldiciones. Y es que la riqueza de los demás nos parece monstruosa. El que alguien sea dichoso nos hace retorcernos de envidia; amarga aquí la vida de muchos y nos inunda de cólera. Nos lastima la vida y la alegría del otro.

El complot de no hablar de Manuel Scorza, de no hacerlo figurar en las antologías, de olvidarse a propósito de él en las páginas de crítica; la mano negra de la ley del hielo es por una razón, o sinrazón grave y nefasta. Es marginado en estos tiempos de oprobio en el panorama de la cultura de nuestro país por abrazar la causa del pobre, del indígena peruano, del nativo en esta nuestra nación crucificada; hecho que no se lo perdona ahora a nadie.

El cerco, la alambrada, el muro fantasmal e invisible que se le ha tendido a fin de silenciar y apagar su voz y sus latidos es el mismo cerco oprobioso contra el cual luchan los campesinos de Rancas, el mismo que les arrebata sus tierras y la posibilidad de forjar su propio destino.

Tampoco se le perdona que la suya sea una épica del amor, de la justicia para los hombres oprimidos de su lacerado y sufrido país. Épica del amor herido, de la justicia acorralada y de la felicidad acuchillada aquí para todos los hombres y mujeres.

Para los que están en la orilla opuesta amar es cursilería. Para ellos el entusiasmo y el júbilo, si es por los indígenas y nativos, es un sentimiento y una emoción ridícula. La poesía del salón, de la alcoba y de las piernas abiertas eso sí no es cursi.

Como "cursi" y "huachafo" es considerado Manuel Scorza. Esa clase le tiene pavor y cree que nosotros le tenemos pavor a la palabra "huachafo". Pues si en honor a nuestro pueblo y a nuestra gente, a la causa que defendemos caemos en la huachafería, ¿qué más da? ¿Por qué temerle tanto a la actitud y a la palabreja? ¿No es peor ser un renegado, bastardo y apátrida? ¿No hay actitudes que ellas sí son condenables en aquellos que la endilgan huachafería a Scorza? ¡Se espantan tanto de la palabreja y así traducen sus prejuicios y sus temores, visos de una sociedad respingada, clasista y aberrante.

Ante todo esto Scorza reía, reía incluso en las desgracias. Reía incluso para que ellos sufran de pena. Sin embargo, ya íntima y entrañablemente diré que yo creo que solo aparentemente era dichoso, digo que en apariencia lo era, como un mecanismo de defensa, porque en el fondo, y por dentro, era un alma en pena, herida y sangrante por su país, por el miedo sufrido por el Perú, pisoteado y hasta acribillado por bestias oscuras.

Ahora bien, de su marginación y ostracismo solo ocurre en el Perú, hecho que no ocurre a nivel mundial, ámbito en el cual a este escritor se lo admira y hasta venera.


9. Adhesión a los pobres

En relación a lo que veníamos hablando y diciendo: ¿Qué es de aquella pléyade de poetas del más alto valor literario y humano como son Alejandro Romualdo, Juan Gonzalo Rose, Gustavo Valcárcel, y tantos otros? ¿Por qué se los silencia? ¿A qué se debe que se piense que son buenos los neutros, los asépticos y los no contaminados?

¿Quien se acuerda de Luís Nieto, Mario Florián, Leoncio Bueno? Domina la literatura light, la poesía del sexo, del nihilismo, de la apatía; no de la lucha social ni del fragor del combate ardoroso. De los atildados, de los finos, de los señoritos de las cortes palaciegas.

Ahora ellos forman parte del Perú clandestino, oculto e invisible. Del Perú no reconocido y despreciado, del ínfimo y vilipendiado país, como son los indios, los provincianos, los de tierra adentro y arriba. Poetas andinos que es el signo imperecedero de nuestro pueblo, poetas luchadores, guerreros, poetas con impronta social, con identidad. ¿Por eso se los destierra?

El aparato de propaganda y de prensa en vigencia perdona todo, que alguien sea corrupto, vicioso, patán. Si eres homosexual, no importa. eso pasa. que seas soberbio, vicioso y crápula, al contrario, te lo exalta y hace un mito de eso.

Ya ves cómo eructar y difuminar alcoholes. Pero lo que no perdonarán nunca es que se tenga emoción humana, sentimiento de patria, solidaridad con el pobre, adhesión a lo nativo, solidaridad con el maltratado. Este es pecado capital en los descastados de hoy.

¿Quién dice que en aras de la queja, del reclamo y hasta del grito y la proclama descuidaban la forma, estropeaban el estilo, mancillaban la estética? Si al final eso ocurría ¡en buena hora! Pero, ¿hay poemas más bellos que los de Romualdo, Juan Gonzalo Rose o Manuel Scorza?

Pero, así tu obra sea genial, no te perdonará "la debilidad humana" de adherirte a los pobres. ¿Hay obra más extraordinaria que la de Vallejo, Romualdo, Rose, Scorza? Ser tierno, candoroso, legítimo –porque sin duda es eso, en comparación a sus vidas, un insulto– es que no lo perdonarán jamás.

Dicha actitud, ahora se lo dice abiertamente –hasta forma ya parte del canon literario– es "huachafa". Hay que ocuparse de todo, de cualquier tema: sexo, drogas, politiquería, pleitos de familia; menos del tema social, mucho menos del tema indígena.

Esta manera de pensar es el resultado de más de 400 años de dominio, colonialismo, de ser contaminado por el poder enajenante. Ni siquiera es la estrategia de alguna organización. Tampoco la política cultural de una superpotencia que haya implementado para dominarnos a nosotros mismos. Son nuestras taras. Por detrás ni siquiera hay un país poderoso que quisiera hacernos daño. El daño nos lo infringimos nosotros mismos.

Tampoco es una red de bancos y entidades económicas y financieras de los cuales los intelectuales son corifeos.


10. El pan del libro

Manuel Scorza encarna la dimensión humana, valerosa y consecuente de haber asumido, defendido, cantado el himno de la lucha de lo andino por mantener en pie y en alto su ser y su estar en el mundo, por demás enhiesto y señero, como es dicho paradigma para el Perú eterno.

Siempre tuvo por base y fundamento de su vida y de su obra el ensalzamiento de lo popular, razón por la cual nada más pedagógico y educativo en el Perú de hoy que volver a comulgar con ese mensaje felizmente inquebrantable en la vida y el canto que exaltó Manuel Scorza.

El nutrió a toda una generación de jóvenes y adultos latinoamericanos con un pan invalorable: el del libro, con las ediciones de bolsillo que publicó y difundió con el nombre de Populibros, poniendo en las manos del maestro, del hombre común y corriente, y hasta en la carpeta y en la mochila de los niños y jóvenes libros y más libros.

Con estas colecciones nuestros autores literarios, narradores, poetas o ensayistas fueron leídos ya no por decenas o centenas de personas sino por miles y centenares de miles, pues tuvo la capacidad de generar una movilización ciudadana haciendo que en razón del libro las personas en el Perú congestionaran plazas o hicieran colas interminables para adquirirlos en los establecimientos comerciales y librerías donde se expendían a precio casi de regalo.

Proyectó una iniciativa nacional, peruana y andina a países no solamente cercanos y ligados por características étnicas, históricas y geográficas, como Bolivia, Colombia, Ecuador, Venezuela, sino que los Festivales del Libro se realizaron con éxito inusitado en toda Centroamérica y en varios países del Caribe.

Él significa ejemplo de lucha y de militancia por alcanzar una patria grande, un pueblo liberado, una sociedad don justicia, una comunidad alentada y orientada en su desarrollo y devenir por ideales sociales. Porque asumió el Perú con toda su miseria y con toda su grandeza, con toda su pena y también su esperanza, como cuando dice:

Yo no conocía el rostro de mi patria.
tuvo que caérseme el corazón a un pozo,
tuve que oírla lIorar de miedo en las prisiones,
tuve que alzarlo chorreando alaridos,
tuve que verla con su cartel de ciego en los suburbios.
para comprender que la patria
era lo que me dolía bajo tanto dolor.

Supo ser un poeta del mañana, de esta hora en que lo sobrevivimos y tenemos todavía la oportunidad de pelear por instaurar una patria hermosa, como cuando advierte:

Para entonces guardadme lo soñado.
Soñad nomás no tengáis miedo.
Yo os traeré las increíbles cosas que soñabais,
la novia traeré al muchacho feo.
cantaré hasta que el sapo sea hermoso.
Yo, poeta,
nombro al pueblo
heredero universal de la risa y del rocío.

Camaradas, en esa aurora aguardadme.
Pero si ese día estoy callado y no respondo;
si el viento me llama y no respondo;
si la tarde me llama y no respondo;
si con palomas de amor
el amor me llama y no respondo,
llámame con tu voz, América...

En suma, porque supo comprometerse con lo humano y, aparte del dolor, supo ser solidario y jubiloso y feliz, que es una moral que debemos rescatar para los hombres de nuestro tiempo y de nuestro país.

Amigos.
aunque os supliquen,
jamás perdáis la fe;
aunque vengan día más sucios,
jamás perdáis la fe;
aunque mañana yo mismo os lo pida de rodillas,
no me creáis,
amad la vida.
guardad rocío
para que las flores
no padezcan las noches canallas que vendrán.
sed felices, os ruego.
salid de los cuartos sombríos,
sed felices para que yo no muera.


11. Cantos que son diamantes

Qué más puede anhelar un poeta sino aquellos dos cantos de diamante, cuales son el amor a la mujer amada y el amor de la adhesión al pueblo, al hombre, a la patria pobre, a la tierra que nos vio nacer. Como lo dice la dedicatoria del libro que hace a sus hijos Ana María, Manuel y Cecilia: "El mejor trabajo es el trabajo que hacemos por los demás"

Lo que importa en Scorza es la emoción humana y el aliento social; la adhesión a una causa y la reivindicación de un mundo. El verbo, el alma y la vida puesta al servicio de causas nobles, coherentes, con la dignidad del hombre y, en el orden vital, trascendentes. Su obra se mide entonces más que en relación a criterios formales, estéticos o de "me gusta o no me gusta, en relación a la condición humana, al dolor y al sufrimiento reales y tangibles en relación al clamor de justicia, de libertad, de realización del hombre sobre la faz de la tierra.

No es un escritor del éxito por la brillantez de sus obras, aunque es brillante. Por sorprender en sus metáforas y sorprende. Solo al hechizo como el mejor de su verbo y él hechiza. Scorza vale por su filiación con la causa del hombre y por paradójico que parezca, por esta filiación es marginado, silenciado y hasta expulsado del ámbito oficial de la cultura nacional.

Pero su ejemplo vale porque es el modelo de todos los que como él anteponen la causa del hombre a la estética, a la literatura y a los cánones en boga. Celebremos en él la poesía consagrada a defender al hombre. Comulguemos en él por la poesía que asume la causa del dolor y la justicia, aquella rebelde, irreverente e incorruptible. Fue un conquistador, un estratega, un capitán de ejércitos invencibles. De tono admonitorio, de carácter indómito. Siempre fue un militante, un lider, un abanderado. Siempre abrazó una causa.

Su poesía es de combate, de un gladiador, de un comandante en jefe; de un general de pueblos, para ser dicha en las plazas públicas, en las marchas de los trabajadores, en los mítines populares, como en las noches profundas cuando se desgranan las notas de una guitarra y surgen del oleaje del tiempo los rasgos de un rostro apenas presentido de aquel mar infinito e insondable que es el mar del olvido (quizá el mar más hondo, vasto e inabarcable) y adonde los poetas enrumban sus barcas, enfilan sus lanzas y rescata milenarias estrellas.

Manuel Scorza es una herencia, es una consigna, es un estandarte. Es una bandera de lucha, de combate y hasta de guerra en estos tiempos oscuros. Hacia él se orienta y se dirige el cauce de la historia. En su nombre se librarán batallas y será otro ese silencio infame, claudicante, tenebroso que ahora nos cerca.

Guerrero invicto, ileso de invictas batallas, integérrimo, orífice de cantos que lucen como diamantes.


Epílogo

Una mención especial quisiera dedicar para final este breve opúsculo en relación a la defensa, exégesis y difusión de la obra de Manuel Scorza a Jaime Guadalupe Bobadilla.

Él con su puro y fulgurante corazón que sabe amar desprendida generosa y riesgosamente, en estas circunstancias generalmente crueles, viene difundiendo la obra de Manuel Scorza a lo largo y ancho del Perú, con todo lo que hay de ternura, de candor y de adhesión humana, que lo tienen seres como Jaime Guadalupe quien ha sabido encontrar un camino o un lucero al final del camino que responde al nombre de Manuel Scorza.

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