domingo, 26 de septiembre de 2010

HOMENAJE AL PINTOR INDIGENISTA AGUSTÍN ROJAS TORRES - PLAN LECTOR - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA, INLEC DEL PERÚ,

Y
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA


SEPTIEMBRE, 2010


AGUSTÍN ROJAS, EL PINTOR


PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA


AGUSTÍN ROJAS PINTOR DE LIRIOS, NUBES Y TEJADOS


Por Danilo Sánchez Lihón



1. Entre los más valientes

– ¡Quién dibujó esto!

Gritó el pintor José Sabogal, temible por su carácter violento, soberbio y arrogante, a más de sus decisiones que eran estallidos absolutos y tajantes, quien no consentía mediocridades de ningún tipo, creador máximo de la corriente indigenista en la pintura peruana.

– ¡Quién dibujó esto! ¬–Volvió a vociferar en tono más imperativo que antes desde las afueras de su oficina de Director de la Escuela Superior de Bellas Artes del Perú, situada en el primer piso de la vieja casona colonial de la calle Ancash, en los Barrios Altos.

Y gritaba más, saliendo al patio para que escucharan mejor desde el segundo y tercer piso del vetusto edificio. Sin embargo, más se escondía la gente, temerosa de ser el objeto de la ira del maestro.

Volvió a clamar:

– ¿Me oyeron? ¿Han escuchado? ¡Pregunto! ¡Quién dibujó esto!

Y blandía la cartulina en donde estaba la pintura.

Poco a poco empezaron a asomarse unos cuantos alumnos, entre los más valientes a los corredores del segundo y tercer piso:


2. Aquí está

– Yo no, profesor.

– ¡Yo tampoco!

– Yo, menos, maestro.

Armando Villegas, quien ahora es considerado entre los grandes pintores colombianos, pero que nació en Pomabamba, en Ancash y se formó entre nosotros, quien ha recibido los máximos elogios nada menos que de Gabriel García Márquez, corrió donde estaba Agustín Rojas y le dijo:

– ¡Oye Agustín! Es tu dibujo. Es tu dibujo el que blande en las manos del Director. ¡Es tuyo! ¡Y está gritando quién lo hizo!

– A ver. –Dijo. Y se asomó al balaustre del corredor y vio hacia abajo que, ciertamente, por los colores era su dibujo.

Como notaron inmediatamente la escena de quién era el culpable de tanta ira, señalaron como si hubieran cazado un conejo.

– ¡Aquí está el alumno, profesor!

– ¡Aquí está quien lo hizo!, señor Director.

Y todos dieron un suspiro de alivio. Y los ánimos volvieron a la calma. ¡Ya había otra víctima que pagaría caro su atrevimiento!

¿Cuál era ese?


3. ¿De dónde es usted?

Agustín Rojas bajaba como alma en pena las escaleras. Recordaba, al hacer su cuadro, que quiso ser libre. Y había pintado tal y como le vino en gana. ¡Y era eso lo que estaba motivando tanto enojo y escándalo.

Recorrió paso a paso los corredores, bajo la mirada compasiva de otros estudiantes y del personal administrativo que lo veía pasar desde sus ventanas. Bajó los últimos escaños, inclinó la cabeza y se presentó ante el dios olímpico.

– ¿Usted pintó esto?

– Fui yo, profesor.

– ¡Espéreme en la Dirección!

Luego entró el guapo, cerrando la puerta.

– ¿De dónde es usted?

– De Santiago de Chuco, Director. –Dijo con voz velada ya casi por el llanto.

– Lo felicito. Usted está en el camino del verdadero arte. Usted será uno de los grandes pintores, que necesita tanto nuestra patria.

A partir de ese momento Agustín Rojas Torres pasó a formar parte del círculo de excelencia del maestro José Sabogal, que solo lo integraban cinco artistas, a los cuales él dedicaba toda su devoción y cariño, entre los cuales estaban Camilo Blas, Julia Codesido, Teresa Carvallo, Vinatea Reinoso y él propio Agustín Rojas Torres.


4. ¿Qué hacer?

Ahora él se está muriendo. El siguiente es el correo que me envía Elsa Portella, una hija suya porque él la crió, sobrina en realidad de su esposa y hermana de una parvada de niños a quienes recogió cuando se quedaron huérfanos de madre, quien me dice:

Danilo: Hoy me conmovió lo que has escrito sobre ese gran hombre que es Ricardo Ríos y Ríos, y de pronto lo relacioné con la vida de mi tío Agustín Rojas Torres, quien hoy se encuentra postrado en la cama de un hospital, sufriendo los efectos de una dolorosa enfermedad. Tú, ¡sigue en la tarea de resaltar las virtudes y cualidades de quienes lo merecen! Y ojalá escribas algo sobre mi adorado tío.

Y el siguiente es el correo que ha hecho circular mi hermano Jaime Sánchez Lihón, desde Pennsylvania, donde vive:

Hace 15 días el pintor Agustín Rojas está postrado en un hospital, sin ninguna posibilidad de cura. Los médicos han dado por terminada toda posibilidad de recuperación. Espero que esta noticia nos haga pensar qué podríamos hacer. Son muchas las personas de mi generación que pasamos días agradables en su acogedora casa, en donde fuimos recibidos por él con inmenso cariño.


5. Las joyas más preciadas

No dejemos pues que muera de ingratitud, como dejamos morir a César Vallejo sus paisanos. Nos duele ahora tanto y sin remedio que él muriera lejos, pobre, en el abandono material, sin ver publicada su obra, olvidado por la cultura peruana enquistada en el poder, la misma cohorte apátrida que hoy colma los medios en nuestro país.

Hagamos algo, no importa qué: rezar, clamar, indignarse, enternecerse, ¡en fin! Dejar que ruede aquella lágrima.

Agustín Rojas es uno de los grandes pintores del Perú de todos los tiempos. Parecerá exagerado, si soy yo, ¡pobre de mí!, quien lo asevere. Pero, recurrir, ¿a quién?

Se dice de Santiago de Chuco: tierra de poetas, pero lo es igual de pintores, como de médicos, de ingenieros, de abogados, de maestros, de artesanos. Y, sobre todo, ¡de insignes y grandes guerreros!

¿Qué hacer?

Las siguientes líneas las escribí para el catálogo de la exposición que él presentara el año 1986 en la Galería 715 de la Av. Benavides, un día apoteósico al cual no fui, como siempre. El pintó después varios cuadros con escenas de mis cuentos que valoro entre las joyas más preciadas.


6. Conjunción feliz

Decía yo en aquella oportunidad:

La pintura de Agustín Rojas va más allá de la descripción del paisaje para introducirse en un estado de alma, para lo cual le vale el dominio de la luz y la sombra, plano en donde se define un verdadero pintor.

Ha recreado con singular maestría la vida, la gente y la historia de un pueblo de los andes del Perú de donde él es natural, sin que a veces aparezca en sus cuadros nada más que unos árboles, las piedras, la sequía, los tejados. ¿Cómo entonces explicar esas sensaciones?

¡No sabemos! Pero basta mirar para adivinar las actitudes de las personas que allí habitan, que están detrás, al lado, o debajo; aunque no sean visibles ni aparezcan, que allí viven y hasta pareciera que sintonizamos con los pensamientos de quienes duermen o reposan entre esas callejas retorcidas.

Este cielo anubarrado y el sol en las paredes que plasma Agustín Rojas lo emparenta con lo mejor de la pintura de inspiración andina, con los artistas candorosos de nuestra tierra con quienes está hermanado no solo porque comparten inquietudes sino porque coinciden en una conjunción feliz de arte, compromiso y sabiduría.


7. En memoria de su lar nativo

Y proseguimos en aquella nota:

En el estuco de estas paredes y bajo la sombra de estas techumbres que evoca en sus cuadros recostó su frente César Vallejo, no solo cuando dormía y tuvo que contestar a la pareja de policías que se le acercaron a interrogarle por sus generales de ley, mientras él se arrebujaba en una banca en París ya hacia la madrugada. ¿De dónde es usted?

Y él respondió con total naturalidad: “De Santiago de Chuco, señor”.

Pero no solo cuando dormía deambulaba por esta tierra que Agustín Rojas colorea, sino más aún cuando estaba despierto o cuando al morir desandó sus pasos y hubo de regresar hasta aquí, en la memoria de su lar nativo.

Pero, lo más conmovedor que pinta son los tejados, tal y cómo yo los sentí de niño siempre: como un mar movible de olas de tierra roja que se alejan y se acercan.


8. Un pintor por descubrir

Agustín Rojas Torres nació en Santiago de Chuco y estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes del Perú.

Fueron sus maestros en pintura José Sabogal y Camilo Blas; en composición y grabado Manuel Ugarte Eléspuro; en modelado Ismael Pozo y de postgrado el belga Jaques Maes.

Trabajó muchos años como diseñador de telas en la Casa Grace de Lima y ha sido constante en la presentación de muestras y exposiciones en diversas salas de Lima y otras ciudades.

Restauró la efigie del Apóstol Santiago el Mayor de la Iglesia Matriz de Santiago de Chuco y es devoto de su culto, como todo buen chuco.

Agustín Rojas es un pintor por descubrir, revelar y valorar, a la misma altura que debemos apreciar a los más grandes pintores del Perú contemporáneo.


9. Que otros niños nazcan

Que paletas y pinceles, que caballetes y bastidores doblen sus frentes y enmudezcan.

Que el rojo de las tejas deje caer sus lágrimas furtivas.

Que los colores de las flores: carmesíes, fuccias, azafranes, jaldes o anaranjados empalidezcan heridos en el rubor en sus mejillas.

Que toda la azulería de los horizontes y amaneceres que pintara doblen sus rodillas.

Que el amarillo de las espigas que él supiera de su dulzor desahoguen sus suspiros.

Que el añil del cielo de Santiago de Chuco se nuble y con toda razón ¡si quiere llorar que llore! Y se alivie lloviendo por su pesar.

Que las nubes blancas de candor que hiciera bogar por el cielo de su tierra natal se enluten si quieren.

Y que a fin de brotar otra vez blancas urdan a que otros niños nazcan con pinceles y colores de belleza infinita en el alma, como es y lo será siempre Agustín Rojas Torres.

Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

Teléfonos:

420-3343 y 420-3860


Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:

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Editorial Bruño, Perú:

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