miércoles, 18 de agosto de 2010

CÉSAR CALVO, TROVADOR Y GUERRERO - EN EL DÉCIMO ANIVERSARIO DE SU SENSIBLE FALLECIMIENTO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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CÉSAR CALVO, TROVADOR Y GUERRERO


Iquitos, 26 de julio de 1940 - Lima, 18 de agosto del 2000

Por Danilo Sánchez Lihón


1. Amante mítico

El poeta César Calvo murió el 18 de agosto del año 2000, cuando tenía 60 años de edad, pero fue como si muriera un adolescente o un poeta siempre joven; y esto indudablemente porque su espíritu era esencialmente de júbilo, exaltación; de brazos y de corazón siempre abiertos.

De mirada fija y fulgurante, agudo y audaz en el hablar; como oí decir alguna vez a Leoncio Bueno era “un genio oral”, quien siempre estaba en estado de gracia y creando decires ingeniosos en el instante.

Para él la vida era fuego, estallido y libertad inapelables. Escribió alguna vez:

“Duermo donde me sorprende la noche y el deseo... no puedo dormir muchas veces bajo el mismo techo, ni en la misma ciudad ni con el mismo cuerpo...”.

Era dueño de un poder de seducción irresistible para con las mujeres a quienes volvía literalmente sus esclavas.

Se trataba de un amante mítico, con carisma irresistible, con instinto y aureola de ángel, demonio o divinidad.


2. Animal salvaje

Maya, la esposa de Ricardo Luna, embajador del Perú en Estados Unidos, contaba que cuando lo alojaban en su departamento de Londres era increíble la atracción que ejercía a las hermosísimas muchachas inglesas que pasaban por la avenida central, hasta donde él bajaba del piso en que vivían justamente para hacer esa caza diaria de magia, amor y seducción.

No pasaban cinco minutos en que él tardara en subir a su hospedaje a una ninfa extasiada y núbil, quien contemplaba embelesada a aquel loco de mirada torva y de cabellos ensortijados, que no hablaba ni una sola palabra del idioma inglés ni le importara.

Pero que allí tenía a la chiquilla primorosa como un felino cogida del cuello a una paloma. O, para siempre avasallada, a una gacela, palpitando entre sus fauces hambrientas y listas a ser devoradas.

Niñas que se olvidaban totalmente a qué habían ido por allí, de todo lo que tenían qué hacer esa mañana, de la razón de por qué transitaban por esa calle. Ninfas que no atinaban a saber o recordar si tenían algún trabajo qué hacer entre manos, si tenían que asistir a algún centro de estudios. A algún compromiso de familia. E, incluso, a alguna cita de amor con alguien que fuera un enamorado o un amante quien los esperaba confuso, inquieto y humillado en alguna esquina.


3. A los hijos de su sangre

Todo desaparecía por contemplar arrobadas a ese ser de fábula. Y luego servir de víctimas propiciatorias en las garras de ese fauno, de ese animal salvaje, por demás implacable en despojarlas a manotazos de todo lo que tenían encima. Y engullir luego a sus presas entre gritos, alaridos y silencios, cuyo destino posterior, él mismo se ufanó en decirlo, era el manicomio o el suicidio.

No es común en la poesía ni en otras artes encontrar estas presencias arrolladoras y hasta perversas de personajes que asolan caminos, rebaños y pastoras. E ingresan hasta dominios privados para saciar sus apetitos carnales.

De este trajín él mismo decía cínicamente que era el mejor progenitor del planeta, porque a los hijos de su sangre les había puesto los mejores padres, acomodados, solventes y burgueses, que no sabían que sus hijos adorables tenían otros genes y otras almas.

Sin embargo, este poeta nefasto, carnívoro e insaciable tenía niveles más profundos que aquella aparente sinvergüencería y frivolidad.


4. El mayor honor

Sólo por mencionar algunos de esos estratos:

Su compromiso con las guerrillas y la revolución mundial. Su adhesión al mundo andino, amazónico, nativo, y sus gestas alucinantes.

Su pasión por los mitos de las diversas culturas del Perú profundo e irredento. Su trabajo a favor de la canción popular. Su identificación con la infancia desvalida y abandonada.

También: su exaltación de la poesía como un don de vida valeroso y supremo, su relación entrañable y confidente con el dolor y la muerte, su actitud de no mentir ni ser mezquino en rebajar la poesía y convertirla en publicidad. En volverla carta de presentación. Su generosidad sin límites para todo lo que era auténtico.

Y su rechazo visceral al auto bombo, a la soberbia y a la adulación. Qué distante de los fantoches de feria que ahora representan para los medios la poesía peruana. Qué lejos de los comediantes de pacotilla. Y de los bufones trágicos que fungen de poetas, de inteligentes y modernos.

De allí que fue quedándose solo, él que tenía todos los atributos para ser un cortesano, palaciego y predilecto del sistema. El desprecio a esos áulicos lo fue haciendo un poeta marginal, que es el mayor honor que se puede alcanzar entre nosotros.


5. Simplemente caída

Pero, queremos tratar aquí únicamente la faceta o el tema del amor y en uno de sus poemas. Y, a la inversa de lo que podría creerse de un poseso instintivo y lujurioso, más bien es en esta dimensión del arte cuando encontramos en él a un romántico esencial, pues él evoca a la mujer cuando es ausencia, vacío que sangra, soledad y sombra que ha quedado tatuada en un muro o en nuestras manos inertes. O en una cama vacía.

La canta cuando duele el pozo y la ausencia que ella deja. Cuando se sufre y ella está lejos, cuando no responde y la hemos definitivamente perdido.

Son muchos los poemas de amor intenso y apasionado que él escribe. Pero entre ellos hay uno, que se incluye en su libro Pedestal para nadie, fechado en 1971 y que lleva ya en su título esa marca de oquedad, de abismo y despedida que señalábamos antes.

El poema se titula: “Para Elsa, poco antes de partir”. Y es de aquellos que se escriben al borde de un despeñadero, al filo de un puñal, en la orilla más cruel del desamparo o mientras caemos. En la caída misma. Donde el decurso ya no se da como una prolongación de algo, tampoco como una cuerda que se tiempla y al final se rompe. Si no que es simplemente caída. O como un cuchillo que cercena y divide.


6. Esa leve mariposa

Lleva el poema el nombre de una mujer: ¡Elsa!

Y puede ser que ella haya existido. O puede ser que sea solo el presentimiento de su aliento en la puerta. O su queja en los resquicios de la ventana. O sus pasos en la escalera, O su sollozo en esquina solitaria del cuarto. O el roce de su falda en el pavimento.

Ocurre algunas veces que esa mujer es la muerte misteriosa, sensual y provocativa.

O que es la vida, que también es hembra. A veces candorosa, íntima, recatada. Y otras veces obscena, impúdica, desalmada.

Lo que sí sabemos es que este poema es de aquellos que se escriben en el acantilado más tajante del destino, en el estallido y la ruptura del tiempo. A un paso del suicidio donde él solía pararse desgreñado, iluso, enamorado. En el suicidio mismo en el cual convirtió su vida a cada paso.

También puede estar dedicado a aquella señorita de alas negras, a esa leve mariposa de las horas secretas, plácida y entrañable que es la muerte, ¡cuya intuición y premonición las tenemos clavadas en los nervios y en nuestras raíces de hombres!


7. Un trapecio vacío

El poema empieza con una imagen ingenua pero a su vez apocalíptica, que refiere del pavor, de la angustia y de la soledad que se cierne abajo, cuando dice:

Porque vivo hace siglos en el aire
como
un
trapecio
vacío
yendo y viniendo
de lo que he sido a lo que no seré

Un trapecio vacío es lo mismo a decir: una huida y un regreso, de un elevarse y un caer, de un mecerse y de un vendaval.

No es una raíz hundida en tierra. No es una piedra quieta y estupefacta. Es un pedrusco que se balancea y en su momento cae. Un nómada en el desierto. Un rayo que se pierde en el horizonte.

Un relámpago que se anonada:

Porque cruzo los días como un puñal la cara del que huye,
como lápiz sin dueño sobre el papel en blanco


8. Tu vientre en el silencio

¿Dónde estás? ¿Dónde adivinarte a estas horas? ¿Piensas en mí?

Porque escribo estas líneas no solamente con mi vida
sino con el jadeo de todos los fantasmas
que me amaron,
de todos los fantasmas que murieron y renacieron
con el rostro vuelto a una feroz desolación,
culpándome

Porque con culpa escribo, con el lento rumor
de tus ropas
cayendo en la penumbra de Ginebra, cuando aún
era tiempo
y los relojes ignoraban el peligro, sus agujas
como el abrazo de un náufrago en la dichosa
profundidad,
mi boca persiguiendo tu vientre en el silencio que
precede a los incendios
y las almohadas húmedas y los ojos que ya no veré
nunca
girando en los espejos y en la noche infinita:

ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos


9. El vino fúnebre

¡Ah, cuando el alma yace trémula o cae en vértigo! Cuando es voz que suplica y mendiga. Pero eso será una sola vez, ¡lo juro! Después, nunca más.

La vez que fui confidente y coloquial contigo. Y otras un bramido, herida el alma, como un oleaje que se va, que se pierde. Y va hablando y hablando. O un corazón que palpita inocente y vulnerable en tus manos. Habla pues, ¿Quién soy? Mírame. Estoy aquí. Y te llamo.

Ni cerca ni lejos. Y ante quien, pese a ello, me despido, le digo adiós. Y otra vez le ruego inútilmente:

ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos

En todo cuerpo que mis manos conduzcan
a la hoguera,
en todo cuerpo que mis manos alejen de la orilla,
tú seas el reverso de esa inútil victoria,
la única copa que no desdeñe después del vino
fúnebre

¿Acaso, no eres tú? ¿Acaso, no soy yo? ¿El reverso de toda inútil victoria? E, igual, ¿la única copa que no hemos de desdeñar después del vino fúnebre? ¡Tú, solo tú!


10. Esa hermana compasiva

¿Acaso no es todo amor síntesis de todos los amores? No es necesariamente el primer amor, sino la suma de todos, el amor intenso, sublime y total que nos marca a fuego lento.

Es el amor el que siempre nos asalta y siempre nos olvida moribundo en el campo de batalla. Arrodillados ante el ser que se adora, por el cual se lucha inútilmente. Y que ya no está aquí a mi lado.

Ahora, ¿a quién invocar? ¿Cuál es mi última apuesta en este juego de la vida y de la muerte?

¿Cuál es mi última verdad, mi última espada, espina o mi última piedra? ¿Ante quién rogar y por último ante quién doblar la rodilla?

No es solo una mujer. Son muchas esencias y contingencias. Es también la insurgencia de los pueblos y la revolución mundial, la canción popular, la enfermedad dolorosa, ¡la infancia ensangrentada en las guerras fratricidas! Y la muerte, esa hermana compasiva.

O son todos estos hechos, seres y fantasmas juntos. Es la aventura suprema de la existencia:

Nada puede aprisionar el viento sino la libertad


11. Yo no sé qué pasó

Nada sino la libertad podría rodearnos ahora
y hacerte comprender que estuve solo
porque la intemperie no cabía en aquel cuarto
sórdido
que tú insistes en llamar país, doce millones
de rostros
pegados a los muros de un Orden repudiable
y desleído

Ayúdame a prescindir de esos fantasmas que amo
ayúdame a no golpear y golpear la puerta
como si ella tuviera la culpa
Ayúdame a ser la llave que abra sin cerrar
nunca nada

¡Ayúdame, ayúdame! Es la imploración de quien carga el peso del mundo.

A la vez es el recuento de todo lo vivido que estalla en una despedida, es el testamento ológrafo de cuando estábamos los dos. ¿Te acuerdas? Yo no sé qué pasó. Yo no sé qué pasará ni será después. Las imágenes que invaden nuestra mente y hacen estallar nuestro corazón segundos antes de morir.


12. Los días pasan

Está aquí palpitante la preocupación por el destino del mundo, pero no como himno de combate o proclama de lucha, ni perspectiva de triunfo ni coronación de gloria.

Está el amor no como posesión sino en la perspectiva de la privación y la melancolía. Está el dolor vívido y sangrante del adiós, la inmolación y la muerte:

Porque yo he recorrido las colinas de Francia
y he visto
en el estruendo verde, en la delicadeza desbocada
de junio
he visto un niño lejano y eternamente dormido bajo
un río de sangre
Y he cruzado el Pont Neuf con los ojos vueltos
al turbio origen del destello
.....

Los días pasan por tu rostro como una cicatriz
oscura


13. La sed en tu cuello

Ayúdame a prescindir de esos fantasmas que amo
y que destruyo
y mis dedos te palpan con la voracidad de un ciego
en la noche
Me había olvidado de la noche

¿No se siente acaso el terrible trance de la bifurcación de caminos que se mezclan y apartan?

¿Y la separación de las aguas y de las almas que en algún momento se han querido? ¿Y se abrazan? ¿Y se palpan en la noche desolada?

Dime: ¿qué sería para ti si yo muriera? ¿Si nunca volviéramos a encontrarnos, ni vernos? ¿Qué fuera? Y eso ocurre a menudo.

Me había olvidado de algo tan simple y verdadero
como beber un vaso de agua, levantarme en la
sombra
de los cuartos prestados, dejar correr el tiempo
todavía entre sueños y luego despertarme con la sed
en tu cuello


¿Te acuerdas de mi sed en tu cuello? Hasta ahora la padezco.


14. Yendo y viniendo

Me había olvidado que la vida también está hecha de
todos estos ínfimos, esos heroicos acontecimientos
que se cumplen a tientas
entre un cuerpo desnudo y otro cuerpo desnudo,
entre el cauce del río y el vaso de la boca

¿En qué abismo nos encontramos para habernos olvidado hasta de algo tan simple y verdadero como beber un vaso de agua? Que aplaque la sed infinita de sentirnos eternos por un breve instante, tú y yo recostados para siempre.

¿O de estos ínfimos acontecimientos que se cumplen a tientas?

¿En qué encrucijada tiemblo o tú tiemblas sin poder encontrarnos?

Quizá en aquel punto muerto, en donde a veces caemos. En donde la vida y la muerte ya no importan nada, trepados en el arco y la flecha de lo inútil, o en la ola de la peor amargura.

De pie en el trapecio que se mece. En el vacío de lo que va y viene, yendo y viniendo, mientras abajo el agua se hace espuma y brama el torrente:


15. El caminante que no pide nada

Me había olvidado de escribir simplemente,
como quien bebe
o ama, sin que el Olimpo se me suba a la cabeza
Me había olvidado que un poema se prepara
con minuciosa alegría
como un regalo que ya nadie espera, y se moldea
con urgencia
y violencia, con irrepetible, con irremediable ternura,
como hacerle el amor a una mujer que va a morir
mañana
Me había olvidado que te vas a morir mañana
Ayúdame a ser el caminante que no pide nada
Me había olvidado que me voy a morir mañana
que no pide nada sino un poco de camino
.....

pero que yo no me dé cuenta
que no husmee tu mano


16. Deja abierta la puerta

Que yo tampoco nunca lo sepa. Que nunca más sepa de ti. Ni tú de mí. Que nunca te busque, ni tú a mí. Que no husmee tu mano.

.....
me había olvidado
el receloso animal que me habita
.....

...ayúdame a no olvidarte
y la pesada piedra que me amarra hacia el fondo
sea una pompa de jabón, las alas de un dulcísimo
castigo

Ayúdame a ser el caminante que no pide nada
sino un poco de camino, un tronco de sombra junto
al fuego
Pero que yo no me de cuenta, que no husmee tu mano
el receloso animal que me habita
el desolado animal que me habita en la noche
y en el día
deja abierta la puerta para que tú regreses o me vaya


17. Se aviva o se apaga

Lo evidente es que comprobamos en toda la poesía de César Calvo, y especialmente en este poema, que la mujer es sobre todo para él una compañía fundamental y protectora en el intento de cruzar el infierno, como sombra amada, añoranza e ideal.

¡No era cierta, entonces, la pose cínica y succionadora de las entrañas de esas naturalezas vírgenes doblegadas a su poder y a su seducción irreparable!

¡No era cierta, entonces, aquella actitud voraz, carnívora, de dios o demiurgo azotador! En extravío febril, en paroxismo sexual, ¡en grito y gemido de fiera que devora!

No eran ciertas sus víctimas. ¡Él era la víctima siempre! El victimario ahora llora y sangra.

¿A quien tender los brazos? ¿Quién vela o espera a estas horas? Aquello que aviva o apaga la vida. Una mujer.

La naturaleza de la poesía casi siempre se aviva o se apaga en relación con la mujer, sea amante, madre, hermana, esposa.


18. Cuando los labios cesan

Y así esté frente a frente de la muerte, y el hueco se abra entre los pies de ambos, la mujer es sobre todo y será siempre, y para él, la caridad perfecta, mundo piadoso y consuelo en la peor desolación:

Ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
cuando me encuentre lejos de la memoria
que me devuelves
sin proponértelo
como quien llena un vaso de agua simple
y en el gesto de su mano extendida caben todos
los mares

.....
Ayúdame a quedarme cuando yo haya pasado
cuando yo haya pasado sobre el papel en blanco
como un cuchillo por el rostro
de estos días
en donde tú ya eres
la sonrisa que insiste cuando los labios cesan


19. Bañado en sangre

El mar se abrirá entonces
y ha de pasar en medio
de las olas
ese
niño
indefenso
y en su mano nosotros como el último fósforo

Y así también yo te perdí, tan simplemente.

Para Elsa, poco antes de partir, de César Calvo, es su carta de despedida o de suicida.

Pauta de navegación hacia otro mundo, la confesión de su último enigma y uno de los poemas más hermosos e intensos de la poesía universal.

En la conferencia que diera en el Instituto Italiano de Cultura de Lima, en julio de 1974, tres años después de la fecha que figura como de la composición de aquel texto, declaró lo siguiente:

Poco después me ocupó totalmente la certeza de que sólo podía escribir sobre un cuerpo sediento, encimado al relámpago perpetuo… como quien galopa por una playa infinita, desnudo y bañado en sangre, dando gritos de goce y de victoria…


20. Como lo fue y lo es

Y, como una marca de fuego y dolor a esta cita, quiero poner otra inscripción que es el reverso de esta medalla.

¿Cuál es? Esta otra. Enunciado o confesión que conmueve profundamente por su significado y por venir de quien viene.

Y porque corrobora lo que decíamos antes: que la mujer amada pudo ser solo una sombra en el muro.

Y un vacío en el alma. Mucho peor, de aquello que más ocurre y duele tanto: la felicidad que se esfuma entre las manos. O de la pavorosa soledad del ser. Dice él:

He aprendido en esta vida, si he aprendido algo, que nada hay más hermoso, nada más perdurable ni perfecto, que el recuerdo encantado de lo que nunca ocurrió.

Así es el universo de magnífico y misterioso, que solo se lo puede saber y sentir cuando estamos frente a un poeta verdadero y auténtico como lo fue y lo es para siempre César Calvo.


21. Campana de palo

Él tenía todas las condiciones para ser un personaje envanecido y soberbio, desenvolverse como un favorito del sistema, un despectivo y áulico arrimado al poder señorial y virreinal que subsiste e incluso ahora tiene aún más mando e imperio en nuestro suelo.

Sin embargo, no consintió en ser señorito ni cómplice ni medrar dentro o al pie del sistema. Optó más bien por la orilla opuesta, por la antípoda, alineándose al lado de los pobres y desheredados.

Optó por ser un trabajador consagrado a su misión histórica, escribiendo incluso en la sombra y a oscuras.

A este respecto, hay un hecho objetivo y que encierra un profundo significado: su columna periodística “Campana de palo”, que escribía todos los días para el diario El Popular de Lima, fue censurada y sacada de circulación, porque arremetió contra el Servicio de Inteligencia y se adhirió y defendió a personas perseguidas políticamente.

Su columna ya no salió. Pero igual, la seguía escribiendo pacientemente día a día, pese a que tuviera la puerta amurallada de piedras. Y no se publicara de ella ni una sola pizca o línea.


22. El fondo de lo que somos

¡Imagínense! Si eso pasó con César Calvo, qué no pasará en nuestros países con escritores de menos ánimo, que en su caso era gigantesco.

Pese a que su columna no entraba a prensa, la seguía haciendo puntualmente. ¡Ah, carajo!

Este hecho es un símbolo de lo que le ocurre a un escritor del brillo y de la magnitud de César Calvo, si es que no sigue las pautas que le ordenan seguir. Y si es que no se acomoda a las normas y reglas de asco de los grupos de poder aquí.

Y es que César Calvo escribía para el fondo de lo que somos y no para la superficie; escribía para el futuro, para los niños y jóvenes de la posteridad.

Por eso, muy pronto se apartó del mundo complaciente, hedonista y maloliente de las relaciones públicas en función de cofradías, de favores que se prestan o se alquilan.


23. Sincero y transparente

Muy pronto se auto expulsó de los cotillos armados en base a llamadas melosas, infestadas por los favoritismos cómplices y los intereses espurios o bastardos.

Muy pronto se dio cuenta que una vida auténtica se funda no siendo merodeador de canales de televisión, ni de suplementos de periódicos, ni de revistas con secciones oficiosas de literatura.

Muy pronto se dio cuenta de lo importante que era no estar en el escaparate, sino ser genuino, laborioso y hombre digno.

Muy pronto se curó de no inquietarse por ostentar un premio, ni tener un programa en la televisión para desde allí sembrar obsecuencia e impostura.

Y es también por eso que a él en todo momento se lo sienta sincero, transparente, diáfano y virtuoso.


24. No debió haber muerto

Y la muestra es esta: murió en un hospital de caridad. Pese a ser querido por mucha gente pudiente, amado por mujeres de muchos caudales, incluso habiendo hecho sucumbir a reinas de belleza y tener las puertas abiertas de los palacios.

Pudo hacer del perfil de su vida, como muchos de los espurios e ilegítimos que ahora hay en todo sitio en donde hay poder y dinero, una feria y un carnaval.

Sin embargo, murió en el Hospital Rebagliatti, pero antes estuvo en el Hospital Dos de Mayo, abandonado por esa clase que dice representar la cultura y el mundo académico en el Perú. E incluso “él no debió haber muerto”, me dice Max Silva Tuesta.

Murió porque según este entrañable amigo suyo hubo una intención de dejarlo morir.


25. Incapaz de claudicaciones

Meses ante de su muerte se tuvo que recurrir a una colecta pública para curarlo de una enfermedad al oído.

Y si hubiera habido fosa común es casi seguro que sus restos hubieran ido a parar a ese sitio, como fueron arrojados así los restos de Francisco Villón, Amadeus Mozart, Gustavo Adolfo Bécquer u Oquendo de Amat.

La pregunta que se abre como grieta es: ¿por qué, pese a su talento, a su estampa de príncipe y a su don con la palabra de embrujador de serpientes, tuvo aquel destino aciago?

La respuesta es sencilla: por su indoblegable verdad, por su honestidad de artista, por su genio profundo, incorruptible e incapaz de claudicaciones.

De allí que auguremos para César Calvo el mejor de los destinos, cual es desaparecer por un tiempo muy al fondo y muy adentro de la tierra, entrando al seno de la pacha mama.

Porque allí ha sido acogido como el guerrero que fue y que es.


26. Cargan su ataúd

Hasta allí ha bajado en hombros de los combatientes obreros, campesinos y estudiantes.

Y luego, en aquel sitio adonde ha llegado su heroico catafalco ha sido cargado por los grandes de nuestra patria que lo han acogido emocionados como hermano de batalla.

Y allí va en hombros de Mariano Melgar, de Javier Heraud, de César Vallejo, de José María Arguedas.

Cargan también su ataúd José Carlos Mariátegui, Túpac Amaru, el maestro José Antonio Encinas y José María Eguren.

Y, después de ser sepultado en el humus más fértil, que forman nuestras entrañas telúricas, dando un grito de libertad resurgirá por alguna huaca, pacarina o apu, para elevarse luego como sale el sol de amanecida.

Para ser con Manco Cápac, y todos nosotros juntos, el fundador de un tiempo nuevo.


Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

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