jueves, 1 de abril de 2010

En Semana Santa. La flor del paraíso. En Santiago de Chuco. Por Danilo Sánchez Lihón

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1 AL 4 DE ABRIL PRESENTACIÓN DEL LIBRO

EL BUEN PASTOR, FERNANDO ROJAS

EN LA SEMANA SANTA DE SANTIAGO DE CHUCO


DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


SÁBADO DE GLORIA -
3 DE ABRIL, 11 A.M.



AULA CAPULÍ
EN LA PLAZA DE ARMAS DE SANTIAGO DE CHUCO



oooOooo

PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA

LA FLOR DEL PARAÍSO

Por Danilo Sánchez Lihón

«Mezcladas andan las cosas: junto a las ortigas nacen las rosas».
Refrán popular



1. Pedían sumisos

Un día, en tiempos ya recientes, acompañé al Padre Fernando Rojas Morey al Congreso de la República.

Íbamos con los directivos y representantes de los padres de familia de los jóvenes que estudiaban en la Universidad Juan XXIII de Chepén.

Se hacían los últimos y denodados esfuerzos para que no se afecten los estudiantes por el cierre perentorio decretado en relación a ese centro de estudios que él había fundado.

Intereses mezquinos habían maquinado clandestinamente para que sea clausurado, después que Fernando Rojas les negara por undécima vez toda posibilidad de comprar ese centro superior de estudios.

Querían tener el monopolio en la región en ese rubro de la educación, a fin de eliminar la competencia y que la ciudadanía carezca de términos de referencia en cuanto a calidad; así como para imponer los precios leoninos que se les antojara.

Él se negó repetidas veces. En la última le juraron que cerrarían esa universidad, desconociendo una serie de permisos y reconocimientos ya obtenidos. Y así lo hicieron.


2. Ocurría un hecho impensado

Pero lo que quiero referir aquí es más bien algo constructivo: el padre Fernando Rojas irradia tal carisma de santidad que las personas al verlo de manera espontánea se inclinan y algunas se arrodillan.

Y esto quiero referirlo en relación a la Guardia del Palacio Legislativo que al verlo, al instante y automáticamente, bajaron sus armas. La guardia íntegra que vigila el orden en la galería de “Los pasos Perdidos” del Congreso de la República, le pedían sumisos su bendición.

Y corrían a solicitarle lo mismo otras personas que veían la escena. Para eso, él ponía su mano derecha en el pecho de los soldados, policías u otras personas.

Y ocurría un hecho impensado: cuando volvían a sus puestos dejaban sus rostros adustos y congestionados. Y aparecía otro: de arrobamiento, primero, y luego de radiante regocijo y paz en sus semblantes. ¡Maravilloso!, tratándose de gendarmes.


3. Confiable y firme

Se transformaban hacia una dimensión en donde sobresalen únicamente las virtudes.

Para dar la bendición, el Padre Fernando, Rojas cerrando los ojos se concentraba por un tiempo indeterminado.

Sin embargo, minutos antes urgía a toda su comitiva a apurarse para llegar a la hora en punto. Ahora, ¡sería imposible! por la cantidad de gente que se arremolinaba.

Pero dar la bendición y atender con el pan espiritual que las personas le solicitan, parecía que era para él lo más importante del mundo y ya no la cita que había costado tanto obtenerla.

Era como si cada uno de los que acercaban dejaran sus puestos para que, asumiendo el de hijos indefensos, no pudieran ya llevar a cabo en ese momento otros roles artificiales.

Siempre admiré en él ese convencimiento. Y el ser para los demás confiable y firme. Con la pureza que la da su vínculo con Dios.


4. Su mirada me abarca

Por eso, así como toda protección, alivio y consuelo hay que buscarlos en sus manos, toda verdad hay que buscarla en sus ojos y en su mirada cristalina.

Siempre encontraremos sus ojos como una fuente de donde nacen verdades, esos ojos que estarán abiertos cuando ingrese confiado hacia los cielos puros.

Yo también los tendré delante mío cuando me muera.

Ahora sé que sus manos y sus ojos me han protegido mucho en esta vida. Siento que su mirada me abarca, que ha sido mi guía, mi camino. Es el alero bajo el cual me he guarecido.

Él es un hombre puro, un hombre santo, un hombre con candor. Candor que es la flor del paraíso.

Qué importante y qué privilegio saber que existen hombres como él.


5. Saber que podemos abrazarlo

Que existen hombres que encarnan una visión trascendente de la vida, que son posibles, reales y que comparten con nosotros este suelo, esta historia y, ojalá, el cielo postrero.

Qué importante y qué privilegio estar tan cerca de él y saber que podemos abrazarlo.

Qué fresco es el aire, la ciudad, el país, teniéndole al frente. Da una confianza enorme saber que uno puede enfrentar los pavores más tenebrosos invocando su nombre, y es más: teniéndole a nuestro lado.

Me produce un profundo fervor, una enorme confianza su fe.

Con total inocencia yo me protejo en él diciendo: «Si él cree, entonces es verdad».

Con él uno sabe que cada palabra es cierta, que cada sentimiento es diáfano y puro.


6. Roca segura

Porque va adelante por el ámbito terrible del misterio, de la incógnita y del secreto.

Porque hunde sus raíces en el bien y en Jesús, porque se bate con las tiniebla más intrincadas. Y éstas le respetan.

Porque estoy seguro que a nadie como a él Dios lo quiere tanto. Porque así tendría que ser, si todo está gobernado desde la verdad. Y nos rige el bien.

Es la roca segura donde asirnos cuando la tempestad arrecie y trate de arrancarnos.

Es la boya para cuando el huracán inclemente nos golpee intentando derribarnos.

Para cuando nos arrastre sañuda y mal intencionada la maldad o la muerte.

Yo, por lo menos, intentaré abrazarme a él para intentar salvarme.


7. Un diamante fijo

Registro un testimonio y un anhelo, el mismo que expresara el gran poeta de los lagos Samuel Coleridge, diciendo:

«Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces qué...?»

Entonces, concluimos nosotros, sería prueba suficiente de que el paraíso existe.

El Padre Fernando Rojas Morey es esa prueba es esa flor. Él es prueba de ese paraíso.

Él prueba de que ese reino existe, de que los valores del cristianismo son un rayo de luz, una joya y un diamante fijo.

De esto se desprenden otras conclusiones trascendentes, revirtiendo la figura hacia cada uno de nosotros, como:

¿Qué más verdad acerca de Dios que el hecho de que yo exista? ¿Es decir, cada uno de nosotros?


8. Un espacio sagrado

¿Qué más prueba de Dios, así como él? También, de que tú seas tú. ¿Y, yo mismo?

Ese es mi canto en la noche. Esa es mi endecha en el alba.

Y porque: ¿qué más evidencia de todo esto que la sublime copa de oro del amor?

El amor en las flores que se mecen.

En las espigas que ondulan al viento.

El amor en los ojos cristalinos y luminosos de los niños cuando ríen.

Hay igual en mí un espacio sagrado y profundo que está más allá de empaques perecederos.

Igual tú. Eres maravilloso. Eres único. No hay otro ser como tú en el universo. Tú eres tú.

Nadie más hay como tú. Es por eso que el mundo es luminoso.


9. Gracias por este sorbo

Aquí está el sol, alumbrando.

El río es claro y anchuroso. Todo canta. Y el corazón está lleno de alegría y regocijo.

Entonces agradecer a Dios. Agradecerle por este instante; por ver, escuchar y sentir.

Por esta ropa que llevo puesta sobre los hombros.

Gracias Dios mío por este sorbo de agua que inunda mi paladar, que moja y refresca mi frente.

Gracias por la esperanza que es un canto en la noche cerrada y profunda.

Esperanza de confiar en el bien.

De que el juez comprenda y dictamine de acuerdo a la verdad y a la justicia.

De que el político recapacite, actúe y sea tocado en la espalda por la mano de su padre que le dice:

– «Hijo mío, ¡confío en ti!».


10. El mal por el bien

Que el duro mire al niño, que le pida limosna a él, no desde su posición jerárquica sino desde el niño que él mismo fue algún día.

Que él y ella volteen la mirada y se llamen por su nombre.

Es sentir que nuestra madre nos aferra a su seno.

A que me oyes tú, papá.

Que somos capaces de nacer de nuevo. De volver a nacer ahora mismo a otro universo.

Que somos capaces de encontrar en el presente toda la trascendencia.

Que el instante actual sea el que se privilegie.

Capaces de dejar todo y asumir lo distinto, lo original y lo misterioso.

Capaces de cambiar el mal por el bien.


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