lunes, 19 de abril de 2010

23 DE ABRIL: DÍA DEL IDIOMA - LAS PALABRAS SON EJÉRCITOS EN MARCHA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA, INLEC DEL PERÚ

Y CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA



TELÚRICA Y MAGNÉTICA
EN SANTIAGO DE CHUCO:

21 AL 23 DE MAYO, 2010


23 DE ABRIL:
DÍA DEL IDIOMA


PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA


LAS PALABRAS SON EJÉRCITOS EN MARCHA

Danilo Sánchez Lihón


“Hay dos poderes en el mundo: la pluma y la espada”
Napoleón Bonaparte

"Hay dos poderes en el mundo:la palabra y la espada.
Solo que el poder de la palabra es mucho mayor".
Simón Bolívar


1. El destino de cada uno

Las palabras son un tenue murmullo, donde los labios apenas se entreabren, traspasados por una débil brisa o soplo que carga nuestro aliento del mayor sentido, el ritmo de nuestra respiración de toda la gama de emociones, el pulso y el movimiento de nuestro corazón pleno de anhelos y expectativas.

Como también con ellas se llenan de imágenes la mente de los seres humanos que se expresan o comprenden mediante esos signos, que de tanto uso parecen como si hubiesen crecido naturales y espontáneos cual las hierbas del campo.

Estas manifestaciones aparentemente frágiles, opacas y deleznables, supuestamente de índole común y corriente, y hasta rutinaria. A veces casi imperceptibles, tanto que hay que acercar nuestro oído a la boca de alguien para oírlas, se cargan o se llenan o transportan los mayores significados.

Llevan en sus alas o sus velas lo más grandioso del mundo: el alma, el espíritu y el destino de cada uno de los seres humanos que con la palabra se desenvuelven y comunican.


2. Determina el destino de los hombres

Las palabras tejen el destino de cada uno de nosotros los seres humanos como individuos. Pero, más trascendentalmente enrumba el destino del conjunto del grupo y de toda la colectividad que la palabra reúne y junta, sin siquiera saberlo.

Ahora bien, este vientecillo leve y sutil, y aparentemente monótono, visto de cerca e interiormente tiene infinitas variaciones.

Y es tan significativo que se lo registra en diversos materiales y soportes. Se lo inscribe y codifica de diversas maneras. Y sobre materiales que van desde el mármol esplendente, el velado papel, hasta las pantallas fúlgidas y titubeantes.

Y luego se lo difunde y trasmite por diversos medios y canales en infinidad de formas; tejiendo de este modo un conglomerado, una red o textura tan rica y compleja que es ella finalmente la que decide y determina el destino de los hombres, sea juntos o aislados, sobre la faz de la tierra.


3. Las guerras infaustas

Mucho de negrura, dolor e infamia no son hechos reales, sino que son meros hechos del lenguaje, intrincadas texturas tramadas y urdidas con palabras, siendo el lenguaje el que condiciona situaciones, modos de ser, maneras de comprender y vivir la realidad.

Y hasta prolongadas épocas históricas no han estado sino subyugadas al hechizo e imperio únicamente no de ejércitos sino de un haz de palabras. Ellas son una tela, una red o una malla dentro de la cual habitamos. O un calabozo que nos aprisiona de por vida, sin que nosotros lo sintamos.

Muchas muertes, las más horrendas y atroces son a cuenta del lenguaje. Nada ha matado tanto y más sobre la tierra que las palabras. Y a la vez dado vida y salvado. Y en su cruento registro no solo están los suicidios cotidianos, sino las guerras infaustas entre los pueblos que no son otra cosa que son incomprensiones, inquinas y mandatos del lenguaje.


4. El lenguaje no domeñado

El lenguaje mal empleado, pésimamente dicho, malamente entendido o pronunciado causa tantos estragos fatales, empezando por las familias que pareciera indemnes ante él por la inmediatez de conocer y resolver cualquier problema.

Todo suicidio comienza y termina en el lenguaje con la carta de despedida que se escribe. Y como suicidio hay que entenderlo no solo el colgarse de una viga al techo, atados por el cuello con una soga. O cualquier otra forma que se utilice para quitarse la vida por mano propia.

Sino, incluso a aquellos actos después de los cuales se puede seguir viviendo, pero colgados para siempre de una cuerda de la cual ya no somos conscientes que nos hace daño, pero que nos tiene atados indefinidamente por la garganta, con unas fisuras y heridas del alma ya jamás se cierran.

Muchas muertes ya han causado las palabras mal dichas. Los mismos hijos ya se han lanzado varias veces de las ventanas, o corrido a las azoteas a dejarse caer al vacío.

Y hemos oído el golpe seco, estremecedor y violento, causado por el lenguaje, en el pavimento. Y todo por nada real, sino por la espantosa realidad del lenguaje no domeñado.


5. Nos dieron aliento y ser

Estamos hechos del soplo de las palabras. Y cuando las palabras se llenan de sombra y ennegrecen, cuando se llenan de abismo y de aullidos de lobos, no hay oscuridad peor ni más horrenda. Entonces la vida tiembla, se hace turbia y sucumbe.

Y es que las palabras son actos, son ejecuciones, son hechos. Son factos, perfomances, grandes eventos, cada una de ellas.

Las palabras son ejércitos en marcha, con todas sus banderas, atuendos y clarines que despiertan y entran en batalla.

No hay nada más actuante en el mundo que las palabras.

La palabra por sí misma son un paisaje, una geografía, una realidad íntegra y compleja. Cada palabra es un mundo por descubrir.

Somos hijos, nietos, padres y madres de las palabras. Las palabras nos formaron, nos amamantaron desde niños, nos dieron aliento y ser. Son aquellas que nos sobrevivirán temblando en el tejado cuando nos hayamos ido.


6. Estaba afuera y ahora está adentro

Fuimos configurados, presentidos, anunciados por las palabras, que intercambiaron los seres que nos concibieron, y que son nuestros padres.

Pero antes, desde la creación del mundo, el sentido de lo que somos ya estaba previsto y codificado en las palabras que se pronunciaron en el origen del mundo.

Y después en el balbuceo que intentaban pronunciar los primeros adalides de nuestra cultura.

Es la palabra el objeto más maravilloso que ha inventado el hombre en toda la redondez del planeta, sea se sitúe en los trasfondos y en los pliegues terráqueos, o sea que se eleve en los espacios siderales.

Porque la palabra ha transpuesto al lenguaje todo el mundo objetivo y subjetivo que estaba afuera, y ahora está adentro.

Todo lo que alcanza a morir y todo imaginario del porvenir son palabras. Todo lo que es capaz de concebirse y apagarse sobre la faz de la tierra.


7. Todo fue convocado por el verbo

El hombre es hombre únicamente por el lenguaje que utiliza y del que se vale. Todo ser humano concreto no es sino una metáfora de sí mismo hecha palabra.

Sino: ¿quién soy? Un nombre. Mi nombre propio. Nada más: ahí empieza y acaba todo.

Y es solo con las palabras que se puede enraizar con un origen. Y también con el final de nuestro destino. Todo es mediante el lenguaje, de lo contrario flotaríamos desarticulados en el aire.

Todo fue convocado por el verbo. Así salieron desde la oscuridad o la matriz del universo los seres que lo pueblan. Y no hay ni una sola presencia, y ninguna cosa existe, que haya llegado a la existencia sin la palabra que la nombra. Y, a la inversa, que lo niegue.

Pero no solo la palabra puede ocultar, deformar y cerrar los mundos tangibles y vigentes, sino que la palabra apura los mundos por venir. Y no solo eso, sino que puede crear mundos nuevos.


8. Son la cumbre, el techo o la puerta

La palabra es el centro del hombre. Allí todas están conformando y rebullendo en un haz de luz y sombra que teje y desteje nuestro destino.

Están compartiendo la estatura del hombre en su estado más pleno y total. Son ellas la verdadera morada de su ser.

Ella es nuestra identidad libre, bella, afectiva, creativa, mágica, trascendente.

Todas las palabras tienen un trasfondo. Hay que abrirlas y destaparlas o darles vuelta para ver lo que hay debajo de ellas.

No hay fuente o manantial o espejo de agua que mejor refleje la imagen que cada uno tenemos, sino aquellas palabras que hablamos y hacemos nuestras. Son ellas las que nos configuran.

Son la cumbre, el techo o la puerta de afuera por donde podemos ingresar y sentir la corriente y el deslizarse de las aguas profundas.


9. Una vida sin respuestas

Y seguramente hemos de encontrar mundos, vidas entretejidas, aventuras, acontecimientos, grandes o pequeños, que ellas contienen o nos evocan.

Para ello, hay que desarrollar una sensibilidad respecto a su índole. Y luego la actitud de querer conocerlas, expurgarlas, exprimirlas. Y ver lo que de ellas brota.

Pero las palabras también trasponen fronteras, aduanas y atajos que se alzan en los caminos. De allí que sea importante ya no solo ver en profundidad sino también en extensión para ser libres.

Es importante encontrarlas por los caminos y abrirles paso por los senderos por donde nos encontramos con ellas.

Porque, ¿qué sería de la vida sin las palabras? Sería una vida sin respuestas, a nada. Porque no habría preguntas, acerca de una parte o del todo. Y eso sería nefasto.


10. Vigila las palabras

De allí que una función del lenguaje o de la palabra sea desentrañar realidades y contenidos ocultos e íntimos.

Por ello el lenguaje es movimiento, acción, aventura y conquista.

Por eso, ser impecable con las palabras. Sobre todo para domeñarlas y ponerles freno.

Reconocer y valorar que cada uno podemos comprender y expresarnos con ellas. ¿Qué otro ser o presencia del universo puede hacerlo? Nada, o nadie.

Por eso: vigila las palabras que salen de tu boca. Porque una vez que hemos pronunciado las palabras, ellas se vuelven nuestros capitanes, carceleros o adversarios. Y nosotros nos hacemos presos y hasta esclavos de ellas.

Que las palabras más bien relumbren, que brillen, que te exalten. Que vuelva a ser un dije, un abalorio, un talismán para tu vida.


11. El genio del lenguaje

Sacarle brillo y lustre a las palabras. Esta es una función mágica, heroica, revestida de los atributos de la gloria.

Porque es dejarlas más límpidas, frescas y espléndidas. Y esto con aquello de que ya por sí son espléndidas.

Sacarle brillo y lustre a las palabras es un enunciado que podemos imaginarlo como un cuento de hadas.

El de Aladino que frota la lámpara mágica. Y aparece un genio que se pone a nuestra disposición para servirnos en lo que quisiéramos. Así se haría con las palabras.

Por su puesto, ellas son mucho más maravillosas que una lámpara.

¿Pero en verdad, al sacarle brillo y lustre el genio aparece? ¡Sí! ¡Claro!

Ahí estará dispuesto a lo que podamos mandarle, el genio del lenguaje, del idioma y de la comunicación.

Porque, acaso, ¿no es una lámpara maravillosa verla cuando nos quedamos fascinados por una palabra?


12. La fuerza de las palabras

El lenguaje es aquel soplo, aquel personaje mágico. Y materia ígnea.

Una realidad que será según sea cómo tú conectes con ella, horrible o hermosa, que tiene un ser y una presencia según tú hayas aprendido a tratar con ellas. Porque todo deviene de ella.

Así: ¿cómo se crea el mundo? Con palabras, no con materiales, tecnologías ni otras herramientas. Ni siquiera con las manos que son santas, o cualquiera acción mecánica, sino con palabras:

“Hágase la luz”, y la luz se hizo. “Sepárese el cielo de la tierra” Y el cielo se desprendió con sus nubes y dejó abajo el suelo con sus raíces.

¿Cómo salva Jesús a Lázaro? Con la fuerza de las palabras.

No utiliza masajes, ni técnicas, ni abluciones. Nada que pudiéramos llamar “práctico”.

Lázaro está tan descompuesto, después de varios días de yacer muerto, que “ya huele”, según dicen sus hermanas.

Son ellas quienes ya han perdido toda esperanza, tanto que no le piden nada a Cristo.


13. Las palabras son milagros

Pero él hace quitar la piedra que lo tapa. Y con toda su alma grita, tres palabras:

– ¡Lázaro, sal fuera!

Son aquellas tres palabras con las que resucita a Lázaro.

Y observemos: que solo es el poder de tres palabras.

Esto para que se tome nota que no hay que abundar en ellas. Sino más bien reducirlas y concentrarlas.

También, Jesús cuando envía a sus apóstoles a predicar les da el don de curar enfermos, pero con la palabra.

De ahuyentar a los demonios de los seres a los cuales afligen, a los espíritus inmundos o presencias malignas en el cuerpo, pero solo con la palabra.

Grandes milagros son ver, oír, palpar. Grandes milagros son las palabras. Contemplémoslas siquiera, o sumerjámonos en su profunda raigambre.


14. Este leve y tembloroso aire

Cada uno de nosotros somos grandes milagros.

Porque las posibilidades de que nosotros existiéramos era un imposible matemático.

Y aquí estamos ahora.

Y grandes milagros son también las palabras salidas de nuestras bocas.

Que ellas nos enaltezcan. Porque, a su vez, por las palabras seremos condenados o salvos, cuando Jesús lo dice:

“Pero yo les digo que en el día del juicio los hombres tendrán que dar cuenta de toda palabra imprudente que hayan pronunciado. Porque de tus palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará”.

Por este leve y tembloroso aire que sale de nuestras bocas.


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Entrada editada por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

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