lunes, 8 de junio de 2009

MAGISTERIO Y MORAL DE UN MAESTRO INSIGNE - HOMENAJE A JOSÉ ANTONIO ENCINAS

José Antonio Encinas
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Por: Danilo Sánchez Lihón
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"Los maestros, al ponernos al servicio del Estado, no hemos vendido nuestra conciencia ni hipotecado nuestras opiniones, ni hemos perdido nuestra ciudadanía. El hecho de recibir una suma mensual de dinero significa sólo el pago de nuestros servicios técnicos, pero no el pago de un silencio y de una conformidad que repugna. Quienes pretenden que el maestro debe "callar, obedecer y trabajar", están en un error, y cometen un insulto a la dignidad humana... El maestro ante todo es un mentor social". José Antonio Encinas

1. Siempre presente

Hay escuelas que en el mundo alcanzaron a tener brillo y fulgor de leyenda como la de Yasnaia Poliana, del escritor y guía espiritual de Rusia, León Tolstoy. Otra es la escuela de Shantiniquetán, que significa “Morada de paz” y que fundó aquel apóstol y visionario como fue el poeta de origen bengalí Rabindranath Tagore.

Pero también en nuestra América Latina irredenta son inolvidables la Escuela Experimental del humanista Jesualdo Sosa, que abriera sus puertas en el Uruguay, y la Escuela Comunidad Ayllu de Warisata, conducida el maestro Lizardo Pérez, en Bolivia.

En nuestro país tenemos para ostentar, con orgullo y honda emoción humana –quizá, incluso, colocándola en un sitial mayor a las experiencias antes referidas– al Centro Escolar 881 de Puno que dirigiera entre los años 1908 y 1912 el maestro José Antonio Encinas, nacido el 30 de mayo de 1886 en esa localidad de la meseta altiplánica.

Esta escuela los maestros peruanos debemos tenerla siempre presente para orientar mejor nuestra labor docente, releyendo para el caso el libro en que se describe dicha actividad, cual es: "Un ensayo de escuela nueva en el Perú".


2. Los más débiles en sus hombros

Alumno de esa escuela gloriosa por los resultados que alcanzara a concretar, fue el escritor y poeta Gamaliel Churata.

Es él quien nos relata que una noche en que regresaban la tempestad arreciaba y entre relámpago y relámpago divisaron hacia lo lejos, en el relumbre instantáneo de un relámpago, que ahuyentó por breves instantes las tinieblas, que el maestro Encinas se había agigantado.

Venía a lo lejos, pero su figura era gigantesca. Ya cerca escucharon su vozarrón que cantaba huaynos y taquiraris que exorcizaban el frío y la oscuridad del camino. Pero, ¿por qué se lo veía tan alto?

Había subido sobre sus hombros al niño indígena más desvalido y humilde de la escuela quien tenía destrozadas sus ojotas y caminaba con sus pies descalzos trizando la escarcha helada de la pampa. Cuenta Churata que inmediatamente, al ver esa actitud del maestro, los alumnos más grandes buscaron a los más pequeños e hicieron lo mismo.

Era hermoso y conmovedor –dice él– ver esas columnas de muchachos engrandecidos por el valor de ayudar a los más indefensos, sin dejar de cantar al lado de su maestro; los más fuertes llevando a los más débiles en sus hombros.


3. El trato con la gente de los caminos

Esta imagen que perfila Churata vale más que mil discursos y ponencias sobre temas pedagógicos, erigiéndose como un monumento imperecedero de lo que debe ser la educación, la escuela y la sociedad, no sólo aquí sino en todo tiempo y lugar. Y, por otro, vale para conocer cómo era, sentía y pensaba el maestro José Antonio Encinas.

Era a campo abierto cómo formaba a sus alumnos. A veces saliendo de madrugada y regresando de anochecida. Era ante las montañas tutelares, o bien mirando y observando el confín del horizonte infinito cómo él les enseñaba.

Posesionados de las cumbres de los cerros, les enseñaba geografía o arte. Botánica y ciencias naturales a la vera de las chacras sembradas de quinua, papa o cañihua.

Química y biología les mostraba al borde de las acequias de agua cristalina. De física y matemáticas les hacía descubrimientos abarcando los espacios abiertos de la meseta altiplánica.

O les narraba la historia en el trato con la gente de los caminos, de las posadas y de los pueblos, adonde llegaban cansados pero jubilosos y plenos de un hondo cariño.


4. Solidaridad con los más desprotegidos

La promoción de alumnos de la Escuela 881 de Puno fue brillante.

Los mejores poetas, pintores, médicos, arquitectos, empresarios surgieron de esa pequeña institución.

Tanto fue esto así que cuando Encinas fue elegido Senador de la República compartió su escaño con varios alumnos suyos de la Escuela 881.

Pero la escena de los muchachos más fuertes, convencidos y felices, cargando en sus hombros por su propia iniciativa a los más humildes y pobres, y siguiendo el ejemplo del maestro, cabría proponerlo como enseña y divisa de lo que debe ser una educación de honda inspiración humana, única alternativa para nuestros pueblos dolientes.

Paradigma que nos revela cuánto había calado en las almas de aquellos niños y jóvenes la enseñanza y el mensaje de solidaridad con los más desprotegidos y lastimados por las adversidades históricas y sociales, magisterio que impartía y atesoraba aquel maestro.


5. Al interior del aula y en la comunidad

Es consolador y pleno de esperanza otro hecho simbólico, cual es que estas caminatas lo hacían entonando himnos y canciones aymaras y quechuas que despejaban las inclemencias de la noche, oscuridad que aún nos envuelve.

Irradia una luz muy firme ese hecho, que despeja lo intrincado del camino y el destino imprevisible de tantos niños y jóvenes del Perú de hoy, desafío frente al cual se erige aquel emblema sublime que describe Churata y que debiera inspirar todo nuestro trabajo en la escuela y en la sociedad actual.

Son múltiples y hasta diría inagotables los surcos para la educación que abriera con su acción y su pensamiento el maestro José Antonio Encinas y que deben fecundar en el magisterio del Perú de hoy. Algunas facetas las he tratado con cierta extensión en mi libro "Encinas, maestro del Perú profundo", que publicó en 1999 la Derrama Magisterial.

Me limitaré, en esta oportunidad, a bosquejar dos aspectos que son importantes ponerlos de relieve, porque lo requiere urgentemente el estado y la situación de la educación en nuestro país.

Uno de dichos elementos se refiere a lo que debe acontecer al interior del aula y el otro más bien a lo que debe proyectar la escuela en relación a la comunidad:


6. Innovar permanentemente

José Antonio Encinas desarrolló una actitud constante, cual es la de innovar prácticamente todo en educación. Esto es: concepción educativa, políticas, objetivos, contenidos, métodos, materiales, organización escolar, evaluación, formación de maestros.

Es decir todo, absolutamente todo lo sometía a continua renovación e invocaba al magisterio a asumir esta actitud de modo incesante.

Todo ello no tanto por el señuelo de encontrar fórmulas perfectas e infalibles, sino porque la realidad y el universo nos muestran que la condición para no sucumbir es el cambio.

Cambio continuo, el mismo que ocurre cada día, hora y minuto; brotando a cada instante lo nuevo, lo distinto y singular; decurso en que todo vuelve a nacer, a descubrirse, a ser fresco y original.

Es el cambio y la transformación la que hay que asumir y alentar que se produzca continuamente, como en ningún otro lugar en la escuela.

Y esto por un hecho sencillo: en ella la presencia más importante y la razón de ser de la misma son los niños, quienes están en cambio indetenible y evolución; principios, además, que son impulsores de la vida misma.


7. Una llama ardiente y siempre viva

De allí que en su libro "Un ensayo de escuela nueva en el Perú", constatamos que él todo lo innova, todo vuelve a ser repensado; clave que rige sus postulados pedagógicos, tanto que en la nota preliminar de dicha obra declara y hasta denuncia:

"La dirección de enseñanza se mantiene al margen de todo propósito de renovación. Los maestros siguen la ruta trazada por un conservadorismo enervante...

El niño permanece ignorado... Las escuelas normales trabajan con la técnica formalista y sin buscar nuevos rumbos en la experimentación e investigación..."

De allí que consideremos importante enfocar este aspecto olvidado de la vida escolar, cual es la innovación educativa, que es bueno que constituya una simiente siempre actuante en el corazón y en la mente del maestro.

Por eso, es fundamental que en la formación básica del maestro haya una llama ardiente siempre viva y vigente en función y a favor del cambio asiduo y perseverante.


8. Transformando desde dentro

Pero, aparte de ello, la innovación educativa debiera ser asumida también por las instituciones que orientan el quehacer educativo en los diversos niveles y ámbitos.

Debe constituirse, nos dice Encinas, en política de estado la renovación en base a nuevas ideas, como una acción que se promueve desde las instancias del gobierno a fin de que se cuente con los elementos más seguros que haga posible implementar las reformas educativas necesarias que han de basarse –si queremos que sean acertadas– en experiencias que hayan recogido todas las correcciones que siempre impone y moldea la realidad.

Porque la educación, además de ser garantía para mantener principios y valores, debe cambiar ella misma y propugnar el cambio para afrontar los desafíos del mundo moderno signado por el vértigo de las transformaciones que se dan en todo orden de cosas.

El maestro puede reducirse a ser quien enseña a otro lo que ese último no sabe, o bien quien hace surgir en el educando el ser que debe llegar a ser; hecho que solo se logrará cambiando y transformando desde dentro, con respuestas creativas ante cada situación real.


9. El postulado de "La Escuela Social"

El otro aspecto que consideramos trascendente plantear en el momento actual es la concepción que alienta José Antonio Encinas de lo que él mismo denomina como "la Escuela Social".

Según esta concepción la escuela no puede ser una entidad amurallada en sus cuatro paredes o en sus normas que se erigen como otras tantas cercas o vallas, sino que tiene que ser una presencia participante y activa en todos los asuntos inherentes a la comunidad.

Y esto en razón de que todos los momentos que vive la comunidad son ocasiones propicias para formar a niños y jóvenes. El maestro no puede reducirse a ser un transmisor de conocimientos, muchos de ellos extraños y ajenos a los problemas que sufren y aquejan a la colectividad, sino siempre un guía, un orientador y un conductor de su pueblo en los desafíos que afronta.

La movilización de la escuela para transformar actitudes, costumbres, técnicas, como también las condiciones de vida de cada realidad específica es un imperativo moral.

Ello es fundamental a fin de inculcar civismo, emoción social, compromiso, amor e identificación con los pueblos –por humildes que ellos sean– en todo niño y futuro ciudadano de un país, pero además una senda para desarrollar la sociedad.


10. La diaria labor social de la escuela

Las palabras del maestro a este respecto son claras y precisas, cuando afirma:

"Si la Escuela se dedica simplemente a enseñar a leer o escribir, desempeña una función meramente administrativa; pero si la escuela interviene como elemento de primer orden en la vida social de un pueblo, dejando escuchar su voz, modificando la vida en determinado sentido, teniendo derecho a intervenir en ciertas actividades que beneficien y garanticen el bien común, entonces la Escuela es un centro de agitación social y por consiguiente un elemento político".

Frases que quizá escandalicen todavía a cien años de realizarse la experiencia de la Escuela 881 en donde Encinas pusiera en práctica estos postulados.

Pero continúa diciendo:

"Los materiales de enseñanza... han de girar en torno de problemas relacionados con la vida social... para ofrecer un conjunto de conocimientos utilizables de inmediato en el medio ambiente donde el niño se mueve... en la diaria labor social de la Escuela".


11. Debe constituir nuestro desvelo

Parte de esta misma visión es lo que denomina: problema de las sociedades étnicas andinas o más comúnmente conocido como: "Problema del indio".

Este asunto fue un tema que no dejó de tratar en ninguno de sus libros y preocupación que lo embargó en todo el transcurso de su vida.

Encinas tuvo una consagración plena y total al compromiso con dicha causa, que todavía es un problema pendiente de resolver en nuestro país, porque la condición de pobreza y marginación de las poblaciones indígenas en el Perú no ha cambiado, sigue siendo la misma de hace siglos.

Las comunidades nativas quechuas, aymaras y amazónicas siguen en el estado de postración que data de hace varias centurias.

Tampoco hay alternativas educacionales vigorosas destinadas a elevar los niveles de vida de los pueblos aborígenes.

Y, sin embargo, ello debe constituir nuestro desvelo, cual es: reivindicarlos, no solo por un acto mínimo de justicia social sino porque en aquel ámbito se encuentran valores que han de contribuir a que el Perú mejore y hasta renazca.


12. Apóstol genuino y acrisolado

De un hecho directamente relacionado a la proyección social de la escuela estaba orgulloso el maestro Encinas, y lo declaró expresamente alguna vez.

Expresó que se complacía tanto del éxito profesional y hasta de la fama internacional de quienes fueron sus alumnos del Centro Escolar 881, hecho que era cierto y evidente.

Estaba orgulloso en realidad de que todos aquellos alumnos adoptaron auténtica y valientemente el compromiso de luchar denodada e incansablemente por la causa y la defensa del indígena peruano.

Esta fue una de las profesiones de fe más intensas y ardorosas que asumió en su vida el maestro Encinas.

Aquel carácter nos muestra no solo su grandeza de maestro sino su raigambre de humanista y de apóstol genuino y acrisolado del Perú glorioso pendiente por redimir.


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