domingo, 21 de junio de 2009

"AMOR PATERNAL, ENGREIMIENTO O DEJADEZ”

Padres chiquianos
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Por: Juan José Alva Valverde
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“Es un buen tipo mi viejo,
que anda solo y esperando,
tiene la tristeza larga,
de tanto venir andando,
viejo mi querido viejo
ahora ya caminas lerdo
como perdonando el viento
yo soy tu sangre mi viejo
soy tu silencio y tu tiempo...
Piero


Simeón tocaba la guitarra y cantaba con Raúl, Rodolfo y Jesús como algunas veces en torno a una mesita de patas cortas, en la tienda de Julia Gómez, aquella que se encuentra camino al campo deportivo de Jircán, cantaban a viva voz la canción de Piero; y es que las letras y la melodía de “Mi Viejo”, hasta ahora, es como una pedrada en el ojo sano del tuerto, mejor dicho, es casi perfecta; “La oscuridad de la noche es negra, en esa oscuridad nací yo”; dice las letras de una canción Ayacuchana.
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Esa noche de Diciembre de 1972 en "Chiquián Querido", cual presagio del destino o de no sé qué, era sumamente oscura, en el espacio cósmico de "Espejito del Cielo", normalmente salpicado de estrellas, cielo que invita a inundar de pasión a las palomitas de caras bonitas y boquitas de carmesí, es decir a las lindas Chiquianas, no se observaba ninguna. El frío se había dejado de sentir con los primeros sorbos de Chinguirito (bebida caliente preparada con ron y hierbas aromáticas).
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En una mesa contigua, tres jóvenes mayores hablaban en voz baja, los tres fumaban y de cuando en cuando, indistintamente, miraban a los que cantaban; pasada las once de la noche, los tres se retiraron, a los pocos minutos, uno de ellos regresó, pidió una botella de chinguirito, solicitó permiso a los muchachos que cantaban acompañados de la guitarra, y se sentó, ofreciendo cigarrillos:

- Tal vez no me conocen, me llamo Rafael, radico en Lima y de vez en cuando vengo a visitar a mi viejo.

- Te conozco de vista, mi abuelo es amigo de tu papá, quien fue alcalde hace años, y tiene su casa cerca de la Plaza de Armas, contestó Raúl.

- Así es, mis hermanos mayores son empresarios y yo soy agente vendedor.

Simeón seguía tocando y los otros cantando. Rafael, más mareado que el resto dice:

- ¡Tócate la canción “Mi querido Viejo”, y me pido dos cervezas.

- Somos cuatro los que cantamos, y la garganta necesita abundante líquido elemento -añade Simeón.

- No hay problema, me pido cuatro, total la plata se ha hecho para gastarla.

“Es un buen tipo mi viejo,
que anda solo y esperando,
tiene la tristeza larga,
de tanto venir andando...”
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Cuando se dieron cuenta, Rafael, quien fumaba como "chino en quiebra", cabizbajo sollozaba, se servía vasos llenos y apuraba los sorbos.

- Muchachos, es la primera vez, que siento pena por mi viejo, no sé lo que me pasa, pero hoy siento un remordimiento que quiero sacar de mi corazón, y deseo hacerlo ante ustedes, para que no cometan el error que yo cometí y sigo cometiendo. Mi padre es un notable de acá, tiene casas y bienes, somos tres hermanos, desde niños vivimos en Lima, mis hermanos mayores son oficiales del Ejercito, a mí no me gusta y quise estudiar en la universidad, no ingresé, no trabajo, y mi padre me paga la pensión; siempre he pensado que él tiene y no es necesario que yo trabaje; los amigos de mi infancia y familiares de mi edad, son profesionales y tienen familia; tengo 28 años y no tengo nada mío, a veces pienso en mi futuro, en ¿que será de mí cuando mi viejo se muera?; mis hermanos me ven mal, por eso los evito; hoy sentí algo raro al oírlos cantar, por eso y por el trago que me ha hecho efecto, les hablo, les aconsejo, no se si nos volvamos a ver, pero si de algo les sirve mis palabras, escuchen, yo no creo que cambie, además no se hacer nada, mañana o pasado ya veré que hago.

Al pasar los años, don Sebastián falleció, Rafael se hizo mayor, hacia los mandados en las casas de sus amistades´, hasta que alguien le consiguió un trabajito de portero en una iglesia de Barranco, lugar de su residencia, donde su padre tuvo una casona y que fue vendida por sus hijos mayores a la muerte de este; aun hoy se puede encontrar a Rafael a sus 64 años sentado en la banca de un parque frente a la Iglesia donde vive, soleándose en las tardes, absorto en su pensamientos y quién sabe en su remordimiento de no haber aprovechado lo que la vida le dio; su padre tal vez no lo quiso, o confundió como muchos el cariño con el engreimiento, haciéndolo involuntariamente un inútil. Mi viejo solía contarme la historia de un rey que al morir, su hijo quedó a cargo de su hermano, éste dejó que el hijo de su hermano fallecido hiciera lo que quisiera, quien creció sin realizar esfuerzos, ni sacrificios y sin responsabilidades, llegando inútil a la adultez, y sin poder acceder al trono por ello.
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juanjosealva@hotmail.es
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Chiquián: "Espejito del cielo"

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