lunes, 9 de marzo de 2009

HUELLAS POR ORO PUQUIO


Por Agustín Zúñiga Gamarra
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En la tarde del sábado, mientras la fiesta del cortamonte concentraba a la gente en la plaza de armas, la nostalgia por los años de la infancia, me empujó a caminar hacia el puente Cantucho, lugar representativo del barrio de Oro Puquio. Pasé delante de la casa de mi tío Beto (Núñez), nuestro recordado sanitario, que en su haber tiene la dicha de haber salvado muchas vidas, pero también de haber cazado otras tantas.

Casa de mis tíos Beto y Alicha, lugar especial para el pari mañanero



Cazadores: Ticucho Moreno, Moichi Aldave y Beto Núñez

La acequia que cruzaba la vía estaba cubierta de cemento (canalizada) y no había rastro de aquel recordado puente.


El puente Cantucho, estuvo ahí, la canalización lo desapareció


Parado en la esquina veía pasar las páginas empolvadas de mi niñez, cuando con mi primo Edgar (hijo de don Beto), corríamos tras los becerros para llevarlos al corral de su abuelita doña Ticucha donde sacábamos leche.

Como todo había cambiado, traté de ubicar el puquial, era difícil, construcciones por todos lados, por suerte apareció una señora con su manojo de shojla bajo el brazo, me acerqué a preguntarle si conocía el puquial de Oro Puquio, ella era doña Ernestina Abarca, muy conversadora, me dijo que había vivido mucho tiempo en la puna, cerca a Tinya, caminamos hasta la esquina desde donde me señaló el puquio, casi indistinguible.

Al fondo, el puquial de Oro Puquio, todavía vive

Con la mente en décadas pasadas, pisaba con calma, casi buscando mis huellas, a cada paso volvía la mirada a ambos lados para reconocer los caminos, algunos todavía se mostraban como antes, con mezcla de modernidad, como el que nos llevaba de Cochapata al reservorio de aguas turbias, donde nos bañábamos y jugábamos a Tarzán.


Camino a Cochapata, mezcla de antigüedad y modernidad.

Me acerqué incrédulo, habían transcurrido casi 45 años desde la época de mi niñez, y el puquial todavía seguía vertiendo su agua, poca, pero suficiente para devolvernos la alegría de saciar la sed de memoria, de nostalgia y de alegría por el reencuentro con nuestras raíces.

Lima, 20 de Febrero de 2008

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