Danilo Sánchez Lihón
Hay ganas de volver,
de amar,
de no ausentarse.
César Vallejo
1. Uno
a uno
– ¡Qué felicidad inmensa volver a estar todos juntos! –Dice, mirándonos a todos, mamá.
Y nuestro hermano mayor se enjuga las lágrimas que se precipitan por sus mejillas.
Ya en la mesa indaga Rosita, la hermana que me sigue:
– ¿Nos viste, Juvito, que te esperábamos en una curva del camino?
– Si, ¿nos viste? –Insiste ansioso Guillermo.
–
¡Sí los vi en la curva de Huayatán, y por más que grité desde mi
asiento el chofer del ómnibus quería llegar pronto y no quiso parar!
–
Hasta ahí fuimos, pensando que el ómnibus podía detenerse y tú bajarte,
comer todos juntos y venir caminando. Para eso llevamos toda la comida
preparada. ¡Y desde ahí hemos tenido que correr queriendo alcanzarte!
Después
de estar en la mesa él quiere entregarnos los regalos que nos ha
traído. Para cada uno de nosotros ha escogido en las tiendas de
Trujillo, presentes y obsequios que va entregando uno a uno.
Así: una mantilla preciosa para mamá. Una casaca fuerte para papá. Unas maracas para la Orquesta de Cuerdas.
2. Nadie
falta
Ha traído diversos útiles de escritorio y hasta un mapamundi. Le ha traído un pañolón para la abuela Sofía.
– Esta muñeca es para Rosita. –¡Preciosa! Con una carita rosada que mamá nos dice que es de biscuit.
– El pingüino a cuerdas, es para ti Guillermo.
– Para Jaime es esta pelota.
– ¿Tú eres Fredy? –Pregunta, y todos nos reímos a carcajadas.
Ahora
por cualquier cosa nos reímos a carcajadas. Hasta lágrimas afloran de
nuestros ojos de tanta risa. Y a ratos hasta nos ponemos a llorar.
Estamos felices. Y es que ahora todos estamos juntos y nadie falta entre nosotros.
Y
reímos por cualquier ocurrencia. Él también al principio asustado ríe
ahora, a tal punto que nos retorcemos de risa y nos caemos de las
sillas.
Mamá nos trae agua, temerosa de que nos ahoguemos. Y, ya calmados, yo contesto:
– ¡Sí, hermano!
– Sí, ¿qué?
– ¡Sí, soy Fredy!
3. Para que él
los vea
¡Peor! Ahora la risa es incontenible. Hasta papá se seca las lágrimas de tanto reírse.
Y
mamá tiene que sentarse, chaposa y linda como son las mejillas de la
muñeca que Juvenal ha traído, como si le faltara aire de reírse. Y con
papá sujetándole la silla para que no se vaya a caer.
– Este disco volador, es para ti.
– ¿Para quién? –Preguntamos todos.
– ¡Para Fredy!
Y ya es el colmo. Sin qué ni por qué otra vez estalla la hilaridad. ¡No hay duda, estamos felices!
Lo que va sacando del baúl parece inagotable. Después nosotros le enseñamos nuestros tesoros.
¿Cuáles son? Los trabajos manuales que hemos hecho durante todo el año en la escuela, y conservamos para que él los vea.
Cada
lámina y cada dibujo, los mapas que hemos pintado, las maquetas,
nuestros cuadernos. Todo lo aprecia, todo lo escucha, todo lo alaba.
4. Mate
de cedrón
Ya el atardecer en Santiago de Chuco termina y se avecinan las sombras. Pero ya nada nos asusta.
En el cielo estallan algunos cohetes y por las calles de oyen jirones de una banda de músicos.
– ¡Pasen a tomar asiento para el lonche! –Dice mamá.
– ¡Y vayan por su abuelita Sofía!
– ¿Y qué huele mamá, tan rico?
– Es que estoy haciendo humitas para la cena. –Irradia de contenta el rostro de mamá.
En el lonche mamá sirve mate de cedrón y toronjil, en tazas de loza, con pan fresco y bizcochos de chancay recién horneados.
Temprano ha puesto a hervir el mejor jamón, preparado por ella misma para esta ocasión.
Por fin nuestra casa rebosa de alegría infinita.
Como
cada quién lo ha dicho: ahora estamos todos juntos. Todo está completo,
no hay un solo hueco, ni un solo resquicio y ningún vacío.
5. Todo
está aquí
Hoy somos íntegros, invencibles, nadie falta; todos daremos la vida por cualquiera de nosotros.
Salimos
a jugar al campo donde todo florece. El verde de los sembríos, con
caminos bordeados de pencas y eucaliptos, se eleva hasta la cumbre de
los cerros.
Y hacia el final de la hondonada por donde se desliza el río se esparcen los bosques y los senderos de piedra.
¡Somos otra vez felices!
A la hora de comer tintinean las cucharas en los platos. Y nuestras voces cantarinas surgen dichosas.
Hay regocijo. Reímos sin qué ni por qué, contentos de cualquier cosa. O, como nunca, sabiendo cabalmente por qué.
Porque
están completas todas las sillas y los bordes y los costados de la mesa
que hacen un círculo completo. Porque hoy no hay agujeros, lejanías ni
nostalgia. Porque hoy todo está aquí.
No hay ningún vacío ni al lado ni al frente, ni arriba ni al fondo, ni al pie.
6. Grecas
y encajes
No hay ninguna lacerante pregunta, y que nos atormentaba a todos la vida:
– ¿Cómo estará? ¿Qué estará haciendo? ¿Habrá comido ya?
Todos no cabemos de gozo. Miramos a nuestro hermano mayor, cómo coge cada cosa, con unción. Y él nos mira con ternura.
Ha ido con nosotros a dónde hemos querido enseñarle. Al nido donde la gallina está ovando.
Hemos
ido a mirar juntos el techo nuevo que hemos reparado y luce labradas
sus vigas pulidas y radiantes y bien alineadas sus tejas rojas.
Donde
la lluvia recién caída ha dejado humedecidas las tejas que son canales,
y con brillos e iridiscencias las tejas de encima.
Le hemos enseñado cada arreglo que hemos hecho. Ha palpado con sus manos la máquina de coser que recién hemos adquirido.
En la cual papá nos cose camisas y pantalones. Y mamá cose faldas y blusas con grecas y encajes para mis hermanas.
Nuestro hermano todo lo mira con atención, todo lo acoge y lo aprecia.
7. El
hogar
Sentados a la mesa, Rosita con la luz en sus ojos, mirándonos a todos, envolviéndonos con la mirada ilusionada, dice:
– Ahora somos dichosos, porque estamos todos juntos, en nuestra casa y sentados a la mesa.
– Sí, estamos completos. ¡Y no hay nadie quien nos falte!
Corrobora mamá. Y papá completa:
– ¡Sí! Esta es nuestra querida familia.
Al hermano mayor que después de mucho tiempo vuelve a almorzar con nosotros le saltan las lágrimas. E igual a todos nosotros.
Pero
luego sonreímos, confiados y felices, quizá pensando que el mundo
ofrece muchos lugares donde posarse y esperar, con el riesgo de quedar
varados a la vera de un camino.
Y
que, para el hombre, como para las aves su nido, o para otros seres
vivientes es su alero o madriguera, el lugar del cual partimos y hacia
el cual volvemos, es el hogar.
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