5 DE NOVIEMBRE
NACE MARTÍN CHAMBI
EL GENIO
DE MARTÍN
CHAMBI
Danilo Sánchez Lihón
El punto
por donde pasó un hombre
ya no está solo.
César Vallejo
Considerado
el Pablo Picasso del arte de la fotografía del Siglo XX, Martín Chambi
fue puneño de nacimiento y cuzqueño por vocación. Fotógrafo indígena,
campesino y quecha hablante, nacido en Coasa, provincia de Carabaya, al
norte del lago Titicaca, pionero de la fotografía de retrato de una
cultura única en el mundo por su originalidad, como es la del Perú de
asombro. Sin embargo, pese a que retrataba la realidad, sus fotos son
obras de arte, dechados de creación, que constituyen su manera de mirar,
de sentir, de pensar; y hasta de palpar y saborear algo. Y de tener una
visión del mundo como ideología y cosmovisión.
Sus
fotografías son portentos, en donde se admira tanto la realidad que se
retrata, como la mano, el pulso y el compás de quien pudo ver lo que hay
en ese cuadro o panorama, como la manera cómo se dispusieron y
ordenaron los elementos para lograr lo que finalmente se logra. Rezuman
poesía, transportan e inspiran. Nos hacen vivir y nos colman de
experiencia, porque se sienten que ellas tienen ritmo y latido; y
danzan, como si tuvieran aliento y nosotros luz en la mirada.
Donde
la sombra y la luz alcanzan su gloria, donde la escena humana y los
personajes que en ella se presentan son algo único e inusitado, que si
no los encontramos allí nunca los volveremos a ver. Donde cada
fotografía es un ser vivo, por donde corriera la sangre y latiera en
ellas nuestro corazón. Y es que él llegó a calar con su arte en el alma
colectiva de la gente, y pese a los escasos recursos técnicos con que
contaba, sus placas fotográficas además de ser testimonios vivos,
conmueven, comprometen e inspiran a favor de un mundo que a través de él
se lo siente bello, bueno, verdadero; así como genuino, trascendental. DSL.
1. ¿Vive allí?
En
noviembre del año 1990 viajaba yo de regreso al Perú habiendo abordado
el avión en el aeropuerto de Filadelfia con rumbo hacia Miami, en donde
haría una escala técnica a fin de tomar una nave de Aero Perú para luego
viajar hacia Lima.
Después
de los ajetreos del despegue y cuando ya todas las tensiones se alivian
recién solemos intercambiar alguna palabra con nuestros imprevisibles
vecinos de vuelo que ocupan los asientos contiguos.
Esta
vez tenía como compañera a una señora de aspecto distinguido que
revisaba uno y otro documento, y quien mirando por la ventanilla
comentó:
–
Felizmente hace buen tiempo, porque ayer se anunciaban tormentas, que
son frecuentes en estos meses del año, especialmente en Miami.
– ¿Vive allí? –Le pregunté solo por decir algo.
–
No. Yo vivo en la ciudad de Guatemala. Soy guatemalteca y trabajo en la
Universidad de San Carlos. Ahora vengo de Canadá, en donde asistí a un
congreso en Montreal, y aproveché para visitar a mi hijo que vive en
Filadelfia.
2. Valoración de su obra
– Ah, ¡qué bien! –Digo yo–. Y, ¿sobre qué tema versó el congreso?
– Sobre Patrimonio Audiovisual. Soy investigadora en el área de fotografía.
Seguimos
conversando e intenté cautelosamente indagar si conocía, y si era
reconocido y apreciado un artista nacional mío en el campo de la
fotografía.
Un
personaje que siempre solemos ponderar aquí entre nosotros pero que yo
no estaba seguro si era un artista destacado y mucho menos celebrado a
nivel internacional.
E hice cautelosamente la siguiente alusión:
–
Hay un fotógrafo de mi país que con su lente retrató un mundo inédito,
genuino y lleno de oculto esplendor; así como captó el alma y el
espíritu no solo de una época sino de todo universo. Yo lo admiro mucho
porque ha podido captar el orbe que yo más quiero y reverencio como es
el mundo andino.
– ¡Chambi! –Exclamó alborozada, a tal punto que varios pasajeros voltearon a mirarla por la intensidad de su grito.
Y con todos sus ojos y su rostro ilusionado vuelto hacia mí exclamó:
– ¡Es usted peruano!
– ¡Entonces lo conoce! –Dije ya con más aplomo.
3. Restañaba mis heridas
–
No solo lo conozco, sino que lo admiro y venero. Mi tesis para
graduarme en la universidad la hice sobre Martín Chambi. He asistido a
diversos países de Europa a sustentar ponencias sobre él. Y se han
dedicado jornadas importantes en países con mucha tradición fotográfica
al estudio y valoración de su obra.
– ¿Así?
–
¡Claro! Chambi es el más genial fotógrafo del Siglo XIX no solo en
nuestro continente sino a nivel mundial. Lo que es Picasso para la
pintura lo es Chambi para la fotografía.
Interiormente
se despejaron los nubarrones que tenía, elevados como estábamos a diez
mil pies sobre el globo terráqueo. En un vuelo sobre el país más rico y
poderoso del mundo, con todas las instrucciones puestas en otras
lenguas. Oír decir eso a una persona que no era de mi país y ni siquiera
de América del Sur, y en un contexto del azar de la vida cotidiana,
como era ese vuelo en avión, fue trascendental para mí.
O
por lo menos aliviaba y restañaba mis heridas que las tenía hondas y
profundas, dado que yo había tenido que abandonar abruptamente la
Universidad Nacional Agraria en donde trabajaba y de donde no pude
recoger ni siquiera mis libros y papeles que tenía sobre mi escritorio,
regresando decidido, si es posible, a morir en mi país.
4. Mi última batalla
Además,
por otra circunstancia: era una época en la que al parecer no teníamos
ya futuro. Entonces allí mi pregunta, a mí mismo y mi propio
cuestionamiento, era; ¿cómo hombres como Chambi desde el ostracismo y la
marginalidad más cruel, sí pudieron perfilar las obras más geniales de
su siglo en un arte aparentemente ajeno?
Porque
él nació en Coasa, provincia de Carabaya, al norte del lago Titicaca,
en Puno en 1891, y murió en Cusco en 1973. Pero en la época en que él
era niño y después joven, Puno sufrió la sequía de su vida, la más atroz
de toda su historia, produciéndose un éxodo masivo a las ciudades de
Cuzco, Arequipa y Tacna. Y él tuvo que emigrar de Puno hacia el Cusco
Entonces,
¿quiénes somos para soportar tanto los sufrimientos? ¿Qué coraje tan
extremo nos sustenta para salir adelante pese a las adversidades y
tinieblas? ¡Somos un pueblo absoluto en su capacidad de resistencia! Y
somos sublimidad como para producir en esas circunstancias obras
espléndidas. Conociendo además la escasez de recursos con los que
trabajó Martín Chambi, testimonio que nos debe hacer sentir que somos un
pueblo providencial e invencible.
Porque
en la época en que él produjo su obra, como en aquel momento que
atravesábamos en la década del 90 en el Perú en que nos debatíamos en
una crisis apocalíptica, en que la gente huía porque no teníamos
presente, ni porvenir ni siquiera destino, yo regresaba habiendo
intentado adaptarme a un país con otra lengua, y más bien dispuesto y
decidido a librar aquí mi última batalla.
5. ¿Cómo es?
No
averigüé el nombre de mi distinguida interlocutora guatemalteca, por no
romper el encanto que tienen los hechos fortuitos y del azar, porque
además estaba conmovido y temía que pudieran desbordarse mis lágrimas.
Al
considerar y concluir de cómo podemos estar muriéndonos y ser geniales
incluso en aquellas artes que las hemos aprendido desde lejos, sin los
recursos tecnológicos que harían más factible y asequible figurar en
algo en su cultivo.
Porque,
¿qué tiene que ver la fotografía con un ciudadano andino de principios
del siglo pasado, como para que destaque en este arte y se imponga de
ese modo a nivel mundial?
¿Qué
tiene que ver un ciudadano andino encerrado entre cordilleras con un
arte alegre, abierto y burlón, con una gramática que solo pueden
ejercerla los grandes centros de la civilización contemporánea, y que
requiere finanzas y hasta una larga y consistente tradición?
Y,
¿cómo es que desde nuestra postración somos capaces de romper,
atravesar y hacer explosionar principios que aparentemente nos
mantendrían condenados?
Pero él estaba muy consciente de lo que hacía y lo expresó de este modo:
“Me siento un representante de la raza; ella habla en mis fotografías”.
6. El drama y la épica
Escuchar
aquel comentario que he referido sobrevolando el país más rico del
mundo, en un momento en que éramos nosotros un país sin destino, y yo
regresaba pese a las amenazas, terco y obstinado, dispuesto a enfrentar
todas las contingencias con que aquí vivíamos, fue para mí
reivindicador.
Y
es que, ¡era cierto! Allí recién sopesé que hay cuadros de Chambi que
valen tanto como una pintura de Goya, de Rembrandt o de un Miguel Ángel,
como para que un hombre universal como Mario Vargas Llosa haya dicho
respecto a él lo siguiente, que:
“Un día Chambi será reconocido como uno de los más coherentes y profundos creadores que la fotografía ha dado a este siglo”.
Fue
así como el Museo de Arte Moderno de New York en 1979 realizó una
exposición retrospectiva de su obra, y que excepcionalmente por su
importancia ese centro de cultura hizo que esa exposición se hiciera
itinerante por diversas ciudades de Estados Unidos y de otros países.
Ya
que desde que se le expuso asombró por su lucidez para haber sabido
elaborar el documental más virginal de la sociedad de su época y sobre
todo el drama y la épica del mundo andino y del poblador indígena, con
grandeza, hondura y dramaticidad.
7. En el bien y en el mal
Y
es que, en Chambi, como sensación mía, el color negro pugna en agonía
extrema en lucha feroz con la luz, retratando en un gesto y rasgo
imposible, lo ineludible que es la vida; en la beligerancia de lo
luminoso que es un temblor en lucha con la sombra y la muerte que es la
vastedad, abarcando lo tenue que es el destino incierto que labramos
aquí los seres humanos.
Color
negro que a la vez es pigmento, abismo del alma y del ser del hombre y
del universo, como también es ácido tenaz, efímero y endeble en soporte
de papel fotográfico; en quien un detalle mínimo es un milagro haberlo
captado en un rapto de creación pura, en vilo y absoluta, y que se da en
el marco de lo ruin y precario, de lo cotidiano y lo prosaico de la
vida, como es el arte que consagra toda manifestación convulsa y
apacible de la vida y el universo, en este caso en el papel y lámina de
la fotografía.
Pero
es el suyo además de arte un documento histórico que es un himno
social. Al cual se suma el destino de un hombre humilde, quecha
hablante, mimetizado con su geografía y el drama de su pueblo.
En
quien la luz es elemento primigenio y verdad de la existencia. Luz
temblorosa, quebrada y con frecuencia en agonía, luz que cuaja, vibra y
llora en una desnudez total, captando la realidad en su esencia, en lo
bello y en lo abyecto, en el bien y en el mal, en la verdad y en la
mentira, en la vida como en la muerte. Y en la salvación que, en el caso de Chambi y de seres como él, se siente que el arte redime y también salva.
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