Danilo Sánchez Lihón
“Los límites de nuestro lenguaje
significan
los límites de nuestro mundo”.
Ludwig Wittgenstein
1. El lenguaje
como don de creación
Dios
para crear las aguas, la luz y las estrellas, y todo lo existente
incluyendo la maravilla que es la vida, no emplea herramientas ni
materiales ni otros recursos, como tampoco empieza a componer algo
mecánicamente, ni a armar pieza tras pieza un ser u objeto, sino que
crea los fenómenos, los seres y las cosas holísticamente, pronunciando
palabras, que es así cómo se nos refiere no solo en la Biblia sino en la
mayoría de textos sagrados de las diversas culturas del mundo.
Es
mediante la voz y haciendo uso del habla, con el lenguaje verbal que
Dios va creando: “Hágase la luz”, y la luz aparece. “Sepárense las aguas
de la tierra”, y los mares se agitan en ondas relumbrantes y se calman
contenidos entre orillas estupefactas. Para después develarnos a
nosotros mismos, diciendo: “Hágase el hombre a mi imagen y semejanza”,
obteniéndose de todo ello y como resultado la sublime creación humana.
Ese
es el punto de origen, el orden y el sentido de todo lo creado. Y Dios,
coherente con lo que decía de hacernos a su imagen y semejanza, insufló
al hombre de palabras, desde el primer hálito de la formación del
hombre y del universo.
2. Ideas
nacientes
Es
decir, la palabra aparece claramente como un don de creación, como un
poder frente a lo material y a las cosas; inherente más bien a la
naturaleza divina, vinculada al don de ser dioses, y un atributo sagrado
concedido al hombre para hacer el bien sobre la faz de la tierra.
Pero,
además, se posiciona al lenguaje de la palabra como la clave, el
hechizo y el sentido que alcanza a tener cada ser en su interior,
diciéndonos con esto que en el fondo del más mínimo corpúsculo que vaga
en el espacio estelar palpita una palabra. O bien un collar, una cadena o
una diadema de palabras. O un ramillete, o un crisol o una guirnalda de
palabras. Y que ellas son inabarcables, en realidad infinitas, debiendo
reconocer y admirar ello como un milagro, un portento y una maravilla.
De
allí que, el niño necesite apropiarse del lenguaje no sólo en el nivel
de la comunicación cotidiana, espontánea y natural, sino también en
aquel de los grandes ejes de la existencia a fin de que le sirva para
significar –en el plano de lo que es el ámbito cultural– sus
experiencias, nociones de la realidad y de sus ideas nacientes.
3. Plenos
de significado
Para
eso, la escuela debe propiciar el cultivo, lo más posible, de la
significación de la palabra, en su dimensión más acrisolada como es el
cuento y la poesía.
Y,
también, la valorización del ser del niño, de su mundo circundante y de
las relaciones que él establezca, todo mediante la palabra henchida y
pródiga.
Necesita
confiar en sí mismo, en lo que es, siente y piensa, en las palabras
seguras que le alcancemos para definir su mundo y en él sentirse
confiado; como necesita a través del lenguaje saber quién es,
reconocerse y quererse.
Y
posteriormente propiciar a que se utilice el lenguaje logrando mayores
significaciones y mensajes acerca de su vida y de su realidad. Todo esto
en la dimensión de la palabra de crear mundos propicios.
Todas
estas posibilidades deben lograrse tanto en el ámbito del lenguaje oral
como también en el nivel de la lengua escrita. Porque el ser humano
necesita hacer y saber que su vida, su experiencia, sus nociones y
conceptos de la realidad trascienden y se proyectan también plenos de
significado a través de la escritura.
4. Importa el plano
emocional
Para
ello, es necesario que esa materia y esos contenidos se conviertan en
signos vivos, actuantes y permanentes como son las palabras escritas que
tienen la inmensa ventaja de hacerse instrumentos, medios y hasta
argamasa concreta con la cual construir y edificar.
Y
para a partir de ellas operar en la realidad a fin de transformarla,
propiciando que se canalicen a través del texto escrito emociones e
ideas en donde se logren mayores aciertos, resonancias y matices, como
vínculos y relaciones originales e insospechadas.
Porque
en el ser humano, y mucho más cuando se es niño, importa mucho el plano
emocional, anímico y afectivo de cada asunto y situación. Y también el
estético que se alcanza a lograr cuando la palabra se insufla de
encanto, belleza y trascendencia.
Por
eso, en la adquisición y relación del lenguaje más que los aspectos
conceptuales y mucho más que las nociones formales, que a este
corresponden como la prosodia, morfología o retórica, interesan al niño
de manera decisiva las repercusiones subjetivas, sensoriales y hasta
mágicas que la palabra contiene.
5. Lo que se anhela
y aspira
Es
en estos niveles en los cuales cabe que haya un encuentro o una
atención cabal de las vivencias de los educandos a cargo de sus
profesores, las mismas que muchas veces son desestimadas. Es en el nivel
de la palabra comprometida con nuestra existencia, y aquellas en las
cuales se nos va la vida que cabe tallar más arduamente. Y esa es la
dimensión de la poesía.
La
destreza en el uso del lenguaje, la capacidad de comprender y de
expresar, no es efecto ni del conocimiento teórico ni del dominar las
normas ni preceptos lingüísticos, sino de una vinculación constante con
la vida mediante el uso y la práctica de la verbalización vivaz,
candente y continua.
La
apropiación del lenguaje ocurre cuando la persona se hace libre, plena y
poderosa para entenderse a sí misma, como para expresarse y decir lo
que siente y piensa; y comprender a cabalidad lo que los demás
comunican.
También,
todo esto, para concretar en lenguaje lo que se anhela y aspira en la
realidad, lo que se intuye y sueña, lo que gozamos y padecemos; y ello
con total y exacta medida, con sana y perfilada pulcritud; con plena y
equilibrada solvencia, actitud y moral.
6. Diario
en el aula
El
poder expresarse con las palabras, sea de manera oral o escrita es
hacerse un ciudadano de primera clase y probablemente un líder social
aquí y en cualquier parte del mundo. Si algunos o muchos lo son sin duda
ha de ser por el dominio de las palabras que como un prodigio sus bocas
alcanzaron a pronunciar desde niños.
Y ese don depende de una cultivada actitud en donde prima fundamentalmente la capacidad de alcanzar con las palabras la libertad
Y
el que haya ese dominio generalizado en una sociedad es contar con un
contingente de personas esclarecidas para afrontar cualquier reto social
o desafío de la historia que sea necesario afrontar, cumplir y
resolver.
Para
ello hay que lograr que el lenguaje vuelva a ser maravilloso, que otra
vez se torne hechizo y milagro en la boca del profesor y del niño, que
se escriban cartas, que se haga el periódico mural, que establezcamos
conexión con los medios de comunicación, que editemos un diario en el
aula.
7. Otro
universo
Que
los niños instalen sus propias emisoras radiales y televisivas en el
salón de clases; que se formen clubes de lectura, de teatro, de
periodismo, de poesía. Que haya juegos florales promovidos desde la
biblioteca y en el centro educativo. Que se realicen festivales del
libro, y se conozcan en el aula a los autores de libros para niños y
jóvenes
Porque
debemos preguntarnos: ¿cuál es el producto que queremos lograr?
Queremos un ser que desde el plano de la comunicación sea efectivo y
afectivo; capaz de referir un hecho con precisión, contarnos un suceso
que le ha impresionado con realismo, claridad y hasta con encanto. Un
ser para quien la palabra sea su mejor nave de viaje
Que
sea capaz de persuadir, animar y proteger con el lenguaje. Que sea
capaz de resolver un asunto controversial mediante la palabra, sea de
modo actual o diferido. Sea de modo directo o mediante el uso del
teléfono, sea con la palabra oral o mediante la escritura; capaz de
tener una óptima y excelente comunicación.
Y
de crear sobre este universo, con frecuencia pobre y precario, otro
universo real y mejor hecho de lenguaje acrisolado y de vida plena más
prodigiosa que cualquier otra vida.
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