Danilo Sánchez Lihón
Si por un instante Dios se olvidara
de que soy una marioneta de trapo
y me regalara un trozo de vida
posiblemente no diría todo lo que pienso,
pero, en definitiva, pensaría todo lo que digo.
Gabriel García Márquez
“En la escala de lo cósmico
solo lo fantástico
tiene posibilidades de ser
verdadero.
Teilhard de Chardin
1. Del alma
infantil
El teatro de títeres desde tiempos antiquísimos ha estado y sigue estando vinculado al alma infantil que está inmersa no solo en personas de corta edad sino de los seres humanos en general, siempre y cuando sean capaces de tener ilusión y creer.
Y el niño es un ser que es capaz de echar a volar su imaginación y creer, no solamente en lo que sus sentidos perciben ni solo en la realidad concreta, objetiva y material, a la cual se ha reducido en aferrarse y vivir sujeta la persona adulta.
Pero el niño no se reduce a ella: cree también en otras dimensiones, como es aquella que se abre en perspectiva con la imaginación, y que es el mundo de la fantasía que activa el teatro de marionetas, muñecos o títeres.
Es el niño como naturaleza impoluta y primigenia quien tiene disposición para darles aliento, sentimiento, pensamiento y acción a todos los seres del mundo y aquellos que concibe nuestra capacidad de invención.
Y en esto no solo hay un extraordinario potencial, sino que es esta una actitud moral de carácter superior frente al mundo y la vida.
2. Amor
confiado
Por eso, el espectador del teatro de títeres es un animista natural, quien acepta que hasta una piedra hable, cante y baile.
Hecho que tiene un arrojo y valor singular, como puede serlo el dar vida, aliento y palpitación a todo aquello en lo cual recaiga nuestra atención y forme parte de una historia que se recrea en esta clase de arte.
Donde los niños de toda edad son capaces de sentir, emocionarse y amar. Y de amar con amor confiado, simple y totalizador, que es la otra cualidad para ser cófrade del orden fascinante de los muñecos parlantes.
Donde el títere es una sombra, una luz, un iris; es un aroma, un sabor, un impulso. Es la totalidad de nuestras vidas captada apenas con un reflejo en la ventana o el espejo. Y que es la razón principal por la cual se vincula al alma infantil, por la capacidad de poder abordar de manera alegórica aspectos esenciales de la vida.
Y poder hacerlo de manera directa y verdadera sin las hipocresías ni prejuicios de que esta imbuida el alma de quienes han perdido estos atributos. Y que se ha dado en llama del adulto porque entonces está adulterado, y consecuentemente es falso.
3. Donde todos
somos cómplices
Los títeres son un juego y todo juego tiene sus convenciones, sus lados irreales que nadie se atrevería a cuestionar. Tiene estados de complicidad que tampoco nadie osaría denunciar, ni de parte de los que actúan ni tampoco de parte de quienes son los espectadores. En donde todos resultamos cómplices y encubridores. ¿De qué? De creer en algo.
Como en un juego, todos aquellos que se involucran en el teatro de títeres se sumergen en su textura de manera alegre y divertida, ilusa y confidente, en donde se goza y se sufre con intensidad, pero candorosamente.
Y se vuelve a vivir de manera excepcional el modo cómo ha devenido en ser el mundo. Y esto es un secreto: ¡en él volvemos a sentirnos culpables de nada y a la vez inocentes de todo! Y esto es un aprendizaje para ser seres libres; por eso los niños lo quieren, lo adoptan y les apasiona participar de su trama.
Es el espectáculo en donde el alma humana puede sintonizar con lo complejo, aciago y sombrío, pero donde a la vez florece y se hace buena. Donde se abraza con el ángel que cada uno de nosotros tiene o somos. Que cada uno es o aspira a ser algún día.
4. Títeres
y escuela
En el ambiente del teatro circula una frase que dice así: “Adónde no llega un maestro llega un títere”. Y se lo dice en relación a que la escuela tarda en llegar a algunos lugares alejados porque es más tiesa y formal. En cambio, los hombres del teatro de títeres se movilizan con mayor agilidad, con verdadero espíritu de sacrificio y de aventura, puesto que su índole es más trashumante y ligera.
Muchas veces desde la educación se queja el maestro de estar mal pagado. Tiene sin embargo en este sentido un competidor imbatible a quien nadie paga siendo quien pone el más extraordinario fervor en su trabajo que forma y crea conciencia a raudales.
Otro sentido que tiene esta frase es que los títeres llegan al ámbito del conocimiento, de la afectividad y del gusto sutil de manera mucho más eficaz que cualquier lección escolar, como también, que a través de los muñecos que cobran vida se vuelven a decir las verdades esenciales, prístinas y sinceras, como cabe esperar que se digan en el ámbito de la escuela.
Es por eso que los títeres son de la mayor importancia en el aula escolar y en la institucionalidad educativa, puesto que a través de ellos se expresan contenidos que no se podrían expresar de otra manera y que obviarlos sencillamente sería fatal.
5. Títeres
y democracia
La regla de oro del teatro de títeres es la comunicación que se establece entre los personajes que salen a escena y el público que participa de manera auténtica, espontánea y feliz con sus comentarios, opiniones y su ilusión.
Esta participación del público en el teatro de títeres es importante, significativa y trascendente.
Es lo que hace de él un género literario libre, democrático y con capacidad de trasformación de la realidad.
La conversación con el niño en el transcurso de una representación es juego democrático en donde se conoce de inmediato la opinión del pueblo.
En donde el adulto ya no le es posible reprimirse y sí más bien consultar al niño que es y que somos en general.
Y ahí está la capacidad que este arte tiene, cuál es el de subvertir el orden del mundo.
Y cualquiera sea el final, el acto de comunicación y consulta en este arte se produce de manera natural y alcanza a ser un acto público.
Siendo así es la expresión más libre del lenguaje de la palabra, de la asamblea y del voto popular.
6. Yo me
adhiero
Escribí por eso:
Títere valeroso
a ti yo te prefiero,
porque eres yo,
y yo soy tú,
y juntos somos él.
Un solo racimo,
una sola ilusión
y un único corazón
Eres tú
quien asume
el rol más difícil,
cuando lo humilde es duro
cuando el servicio es arduo.
siendo de trapo
y apenas de goma.
Sin embargo, como eres
te echas a los hombros
los males del mundo y
los pesares de los hombres
ya que te encanta ser héroe.
Te quiero
porque encarnas
lo bueno y lo tierno.
Porque todo se descarga
sobre ti.
Porque te asombras
del mundo.
Porque eres puro,
confiado,
y soportas
los males de todos.
Por eso te digo y repito:
¡yo hacia ti y contigo
convicto y confeso:
¡me adhiero!
7. Títeres
y poesía
Es el teatro de títeres una imagen que se diseña, una voluntad que se plasma, una ilusión que se hace tangible. Es un mensaje que se hace verdad.
Donde el títere piensa, es el que más piensa, es el que más siente. De allí que la historia del titiritero es el latido y el palpitar de un poeta.
Donde un muñeco es el paladín, el gladiador, el juglar del infinito.
Y, sin embargo, tal como a Jesús siendo santo se le ofende y escarnece, igual se lo hace con este paradigma. Porque cuando alguien no piensa ni tiene voluntad se le dice títere, cuando el títere verdadero de este teatro valeroso es el que más arriesga, encara y se compromete.
Por eso, se le ofende cuando a alguien sin principios se le imputa ser: ¡Un títere! Como cuando a los políticos que son súbditos de intereses subalternos, o tránsfugas se les dice títeres, cuando basta decirles: políticos.
Y qué lejos de la verdad de lo que auténticamente es un “títere”, personajes candorosos, idealistas y tiernos. Seres insobornables, honestos y heroicos en todas las pruebas. Que encarnan lo núbil, lo casto y lo ingenuo, porque así es el alma del niño que nunca debe morir entre los hombres.
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