Danilo Sánchez Lihón
1. Es
pintor
Un maestro de niños no puede dejar de ser un pintor que tenga siempre en la retina de sus ojos una paleta de colores.
Para con ellos ir coloreando las cosas que ofrezca a los niños con todos los matices, mucho más los colores intensos y fuertes con que ellos imprimen en sus dibujos los colores del mundo.
No dejará de ser quien a todo le pone color, que cualquier superficie opaca e inerte lo pinta raudamente con la imaginación.
Y después con los pinceles o con cualquier medio disponible, porque a él no solo le importa el conozca, sino fundamentalmente que él sienta la maravilla del cosmos.
Es decir, un maestro de niños aquello gris o incoloro, desde el primer momento que lo ve, ya le va imprimiendo con dos o tres brochazos de su mente el color más armonioso y reluciente.
Y que después lo fija con la mano y con el alma siempre feliz tramontándola a esta y otra superficie a través de la magia de los colores
2. Es
músico
Un maestro de niños tampoco puede inhibirse y decir que no sabe o no puede, y dejar de ser un músico alegre, feliz y alborozado; quien ha escuchado la infinita sinfonía en que está escrito el despertar de la naturaleza y lo recrea de algún modo tamborileando hasta mentalmente sobre cualquier soporte sonoro, apagado o duro de oído.
Quien tiene en el registro de su alma las notas dulces y de regocijo, conmovidas y jubilosas con las cuales descubrir la inmensa riqueza que hay en el corazón de las personas cuando es la bondad con aquello que se sintoniza.
Porque cada niño es una fuente que borbota y cada instante son nuevos caudales de agua viva y cristalina que aflora. Es un surtidor acompañado de una estela de luz, que se eleva de la tierra hacia el cielo.
Es un hontanar, una fontana, una alfaguara, que emite y modula su propia canción y música entrañable de que estamos hechos todos los seres animados e inanimados; donde cada brote que aflora de esa explosión conlleva sus propios acordes.
3. Es
escultor
Un maestro de niños no puede dejar de ser un escultor que al fondo del bloque amorfo del mármol que acaricia avizora al personaje asombroso que emergerá de aquella roca, río y afluente.
Quien mucho antes que coja ninguna herramienta, sentado delante del paisaje que contiene la materia de la cual extraerá la obra de arte eximia y palpitante, ya goza con la imagen que tendrá cada ser humano que salga de sus manos.
Todo maestro de niños es quien cincela, modela y esculpe pacientemente destinos, que desde una piedra o un mármol informe perfila al arquetipo sublime de hombre o mujer que haya avizorado en sus sueños y que él, o ella si es mujer, son determinantes para que alcancen a ser para gloria del universo.
Él es un tallador que configura y bosqueja a partir de la realidad; es un labrador que se arroba e inspira; es un amante de las formas y de los volúmenes, un captador de los gestos y movimientos más sutiles de todo aquello que honra y alaba la vida.
4. Es
jardinero
Todo maestro de niños es un jardinero, un aparcero, un hortelano. Un agricultor que se complace en la primera mañana, y si es posible antes, en el alba, conducir el agua por la acequia y los canales propicios para que llegue a las plantas recién brotadas y las riegue con sus dones, cualidades y virtudes.
Quien un sendero lo imagina lleno de flores: rosas, claveles gardenias y alhelíes. Quien antes de que la semilla puesta en tierra prepara el terreno, lo suaviza, lo ablanda; como después aporca la tierra, la riega con agua que trae o acarrea desde una alberca; quien se queda mirando donde no hay nada, pero imagina allí un rosal florido y que inunda con su perfume extasiante, el ambiente en que vive.
Quien ve el brotar de la planta y se complace en reconocerla en prolongación de la vida que viene de lejos y va hacia lo distante e infinito. Quien sabe que nada muere, sino que se renueva y transforma. Quien se complace en ver cómo se mece lozana la flor batida por el viento; cómo abulta la espiga porque dentro ya se acuna el fruto. Es quien convierte lo que es posible y potencial en algo viviente y real.
5. Es
poeta
Tampoco un maestro de niños puede dejar de ser a cada instante, y en todo espacio y lugar, un poeta que se arroja con zapatos y todo, y con el dardo de la imaginación, por mundos ignotos, para hacer coincidir los mundos de adentro de los niños con los mundos de afuera y que se ofrecen en el caminar sin descanso y en el desvelo de las noches cara a las estrellas.
Quien deambula por aquellos bosques míticos, siempre antiguos y siempre nuevos y recientes; y por los cuales también quienes más se arriesgan a deambular son los niños.
Es quien nunca renuncia al mundo abierto, libre y natural; lejos de normas, cánones y convenciones; lejos de prejuicios, tareas escolares, compartimentos estancos y limitaciones administrativas, o peor: burocráticas.
Es quien escoge la palabra que da luz, que da calor y nos colma de ánimo. Quien crea una actitud entonada con la vida, con el destino de la gente y con el devenir del cosmos.
6. Es
danzante
Un maestro de niños es un bailarín, un acróbata y un danzante cuyo impulso es el compás, el ritmo y el concierto que hacen todos los seres del universo.
Es quien sabe escuchar ritmos interiores, soterrados y profundos del alma de las cosas y de toda presencia de la realidad. Quien escucha con sus nervios y sigue con sus pasos los tambores, los violoncelos y las tinyas que acompañan el despertar de cada planta, el crecer de cada árbol, y el acontecer de cada ser viviente, como el movimiento de los cuerpos astrales.
Y danza con los ojos ilusionados, loco de alegría, como un arroyo que baja de las cumbres inhiestas de las altas montañas, quien se arroja sin miedo a una cascada, que se desliza por las peñas y los abrojos.
Quien baila delante de los niños y eso les da ánimo, les da confianza y despeja los temores que sienten o las situaciones que los apenan. Es quien los coge de las manos y hacen todos juntos una ronda que acompasa con la ronda con que danzan las estrellas.
7. Es
científico
Cada maestro de niños es un científico, quien se interesa por develar los secretos que sustentan el mundo físico, químico, matemático, biológico, social.
A quien le apasiona encontrar la verdad en cada aspecto de la realidad. Quien se pasea fascinado entre las razones y sinrazones que sustentan la permanencia y la marcha del mundo en que vivimos.
Quien descompone procesos de la naturaleza para conocer sus mecanismos e implementar recursos que optimicen la calidad de la vida sobre el planeta.
Es un ecólogo, un entomólogo, un médico. Como es un geólogo, un conocedor de piedras preciosas, como un astrónomo. Quien se para en un lugar y dice absolutamente convencido: aquí hay agua, o diamantes, bajo mis pies. Quien se inspira arrobado en el prodigio de la naturaleza, en la frescura del alba y en el rumor de las aguas en los arroyos y en las cascadas.
8. Es
quien defiende
Es quien convierte lo escaso en abundante, lo triste en alegre, lo acervo y aciago en algo suave, dulce y hasta en descanso y alivio.
Quien nunca pone muros, barreras o alza vallas de exclusión, marginalidad o discriminaciones.
Es un orientador, un consejero, un sacerdote en quien puedes confiar, porque sus manos están bendecidas. A quien puedes ir cuando un asunto crucial amenaza nuestras vidas.
Es aquel que defiende, protege y ampara. Es el techo que resiste el frío, la lluvia y las tempestades, y él las convierte en algo fecundo. Todas las inclemencias que asolan, todo lo rudo y amargo se descarga con él o junto a él se conviertan en hechos propicios.
Y él, como todo techo convierte lo atroz en amable, en abrigo; y en protección para todos quienes se acogen y abrazan bajo sus vigas entre sus paredes amables y tibias.
9. Es
un luchador social
Un maestro de niños también es un luchador social. ¡Cómo no! Quien no tolera injusticias. Quien se adhiere a los más pobres, a las causas en que hay mucho que redimir, quien se interesa por el destino de su pueblo.
Quien aspira y pone su hombro en el intento de cambiar el mundo haciéndolo más pródigo, más luminoso y feliz. Es un constructor, un hombre de acción, práctico y dispuesto a servir. Quien capta y da forma a las cosas obedeciendo a su voz interior.
No puede dejar de ser un hombre de lucha, un guerrero, un miliciano del alba; militante, porque la esperanza –que es lo que siembra y debe cosechar– también se lo conquista en las plazas y en las calles.
Es quien todo lo admira y exalta, lo creado y por crear, quien con un soplo da animación a lo estático de donde van apareciendo nuevos rostros más presentes, lozanos y radiantes, y de todo ello concibe nuevos seres, con un nuevo aliento y un nuevo espíritu para configurar el mañana.
10. Es
infante
Es quien no ha dejado que muera en él el niño que fue. Y que es. Y que es deber conservarlo vivo y siempre.
Quien reconoce que el espíritu de infancia es el eje y el signo que sustenta el universo.
Es quien tiene ilusiones, fantasías, anhelos y esperanzas inagotables como las tiene un niño, aún más cuando la pobreza nos priva de todo menos de la capacidad de idear un mundo nuevo y mejor.
Quien tiene angustias, miedos y temores como lo tienen todos los niños, pero de ello entresacan grandes fortalezas.
Quien no ha perdido el candor, la inocencia. Y el ser un hombre sincero y transparente. Quien tiene al alma iluminada por lo que es bueno, bello y verdadero.
Todo eso es un ¡maestro de niños!
*****
CONVOCATORIA
XX ENCUENTRO
INTERNACIONAL ITINERANTE
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
ITINERARIO