Danilo Sánchez Lihón
Así
pasa la vida
César Vallejo
Hoy domingo 10 de marzo del año 2019 es el segundo día del Examen de Admisión 2019-II, a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en donde me desempeño como profesor en la Facultad de Educación y donde hoy participaré como Docente de Aula. He aquí el relato de cómo yo ingresé a esta querida casa de estudios superiores:
1. Hundí
mi cabeza
Regresé a la pensión que teníamos con mi hermano Juvenal, quien ya estudiaba medicina en San Fernando, introduje la llave en la cerradura de la puerta, la abrí y sin encender las luces desolado me tendí en la cama. Y empecé a pensar qué hacer con mi vida.
Toda la redondez del universo, o toda la extensión de los caminos con atajos, sus abismos y colinas, sus cumbres, bajíos y farallones los sentía estremecerse bajo mis pies ateridos.
Y ahora, ¿qué hacer? Todo era oscuro, incierto y casi fatal.
En eso escuché pasos por la escalera, el chirriar de la madera y pasos alegres, campantes y seguros en el rellano del piso. Era mi hermano mayor, Juvenal, quien por fin llegaba.
Introdujo la llave y abrió la puerta. Sentí por su manera de coger las cosas que estaba contento y feliz. Y hasta efusivo.
Yo hundí mi cabeza y me hice el dormido para no darle la noticia que pese a las excelentes notas que había obtenido en los exámenes escritos, y en todas las materias, al final no había ingresado a la universidad.
2. El mejor
regalo
– ¿Qué pasó? –Me habría dicho–. Si ayer saliste contento de la Entrevista Personal, que era lo último.
– Sí pues. No sé. Pero no alcancé a ingresar.
En eso abrió la puerta del cuarto dudoso de si estaba o no estaba yo. Y todavía preguntó en la oscuridad:
– ¿Fredy? –Que así también me llaman, puesto que es mi primer nombre y así me decían en mi infancia
No respondí, avergonzado y triste como estaba.
– ¿Fredy? –Volvió a indagar.
– ¿Ah?
– ¡Qué! ¿Estás durmiendo?
– Sí.
– ¡Ingresaste! ¡Ya ingresaste a San Marcos!
– ¿Qué? –Me enderecé en la cama.
– ¡Ingresaste, hermano! ¡Y el primero de la lista!
– ¿Sí?
– ¡Sí! ¡Y ya estarán alegres en la casa nuestros papás y hermanos, porque caminé hasta el Correo Central y ya puse un telegrama para que sepan todos? Es el mejor regalo que les das a nuestra familia.
3. No
me he visto
– ¿Estás seguro? ¿Quién te ha dicho?
– ¡Yo lo he visto!
– ¿Dónde?
– ¡En la vitrina del Patio de Letras de La Casona! ¡Yo mismo lo he visto! ¡Has ingresado y el primero de la lista, con la más alta nota!
– ¿No te creo?
– ¡Eres el primero!
– Pero yo también he pasado y no aparecía mi nombre. ¿Estás completamente seguro?
– ¡Claro! ¡Levántate! ¡Qué haces ahí durmiendo! ¡Vamos a celebrarlo!
– No. Estoy bien así.
– ¡No hay duda! Eres igualito a mi papá, que cuando hay algo qué festejar se esconde, se acuesta y se duerme cuando hay fiesta.
– ¿Seguro que no te equivocas? Porque, mira, me voy a levantar ¿ah?
– ¡No me equivoco! ¡Levántate haragán!
– Y, ¿cómo es que yo no me he visto?
4. Vestida
de blanco
– Es que tu nombre, como es el primero en la lista está casi metido debajo de la madera de la vitrina, arriba al empezar.
– Pero, ¿cómo entonces lo has encontrado?
– Yo he ido directo a encontrar al primero de la lista. ¿Tú no te has visto?
– No. La verdad había tanta gente y las vitrinas son tan altas que no pude ver bien.
– Ya ves, ¡ese es el equívoco!
– ¿Y por qué me buscaste entre los primeros?
– ¡Por tus notas en los exámenes escritos! Y por lo que me contaste de cómo fue la entrevista personal.
– ¡Ya! Ahora entiendo.
Y es que cuando ingresé a la Entrevista Personal se sorprendieron los seis jurados a quienes casi no podía ver por la altura del podio tras el cual estaban sentados en sus asientos ornamentales.
Y por lo tierno que yo era, tanto que tenía que estirarme para verlos, y ellos adelantar sus cuerpos. Incluso el presidente, sentado al centro, le dijo a la única mujer que integraba el jurado, vestida además de blanco como en una estampa antigua:
5. Cuna
del poeta
– Bueno. –Le oí decir–. Como el postulante es un niño la pregunta inicial corresponde que la haga la única mujer aquí presente, la Dra. Ella Dumbar Temple.
– A ver niñito. –Me dijo, observándome y mirando los papeles de un folder–. Aquí veo que su apellido materno es Lihón, que por primera vez lo escucho. Explíquenos: ¿cuál es su origen y procedencia?
– Es una asociación de dos apellidos chinos. Li y Hon. Mi bisabuelo era inmigrante cantonés que llegó a mi pueblo. Y al ver que aquí no teníamos apellidos de una sola sílaba entonces juntó su apellido paterno y materno para formar el patronímico Lihón que es palabra compuesta cuyo origen es oriental.
– ¿Y cuál es ese pueblo hasta el cual llegó su bisabuelo?
– Es Santiago de Chuco, provincia de la Libertad en la sierra norte del Perú, que es mi tierra, y cuna del poeta César Vallejo.
– Entonces debe saber algún poema de su ilustre paisano. A ver recítanos “Los heraldos negros”.
6. Se sustenta
en el bien
Y recité completo dicho poema sin fallar una sola sílaba. Ya sorprendidos la Dra. Ella Dumbar hizo una seña al Dr. Luis Felipe Alarco, que era otro miembro del jurado, sentado a su lado, para que prosiguiera con las preguntas.
– ¿Y qué especialidad seguirá Ud. en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos?
– ¡Filosofía! –Dije, sin saber que estaba ante uno de los más connotados y eminentes filósofos del Perú contemporáneo. Razón por la cual todos volvieron a sonreír, y quien entonces me preguntó.
– Niñito, ¿sobre qué sustentos se puede creer en la existencia de Dios?
– Son varios los principios que sustentan la existencia de Dios: el principio de causalidad, el de la sabiduría y del orden del universo, el de La Ley Moral…
– ¿El de la Ley Moral? ¿Explíquenos en qué consiste ese principio?
– En que hay una regulación moral en la vida de los seres, y en la composición y estructura del cosmos. En que el universo se sustenta en el bien, en lo noble, en lo veraz…
– Pero hay mucha gente que vive bien sin que piense que exista ese principio.
7. Avellanas
al cielo
– El que alguien no piense ni sienta que exista este principio no priva el que la Ley Moral rija el funcionamiento del universo, tal como es la ley de la gravedad de los cuerpos que nadie piensa en ella pero que sin embargo existe. –Dije con tal desenfado y desenvoltura como si estuviera discutiendo en una esquina, que todos rieron y dieron por concluida la prueba. Allí vi que se levantaron de sus asientos para verme salir. Y todo eso se lo conté a Juvenal. Yo ya tenía 16 años, pero mi rostro y mi figura eran demasiado infantiles.
En cambo en Santiago de Chuco ocurrió, y esto lo cuenta mi mamá, que el telegrama que puso Juvenal llegó cuando el telegrafista, que era nuestro tío Justo Montoya, ya estaba cerrando el establecimiento. Ya estaba echando llave a la puerta cuando la máquina empezó a sonar, y regresó. Y tomó nota del mensaje. Y a los primeros que comunicó el hecho fue a mis profesores que se hallaban conversando en la pileta central de la Plaza de Armas.
Yo era el primer alumno egresado del Colegio Nacional César Vallejo, de reciente fundación, que postulaba a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, lo cual era un atrevimiento.
Cuando leyeron el telegrama en la casa, aproximadamente a las 7.30 de la noche mi padre se levantó de la cama, se puso su mejor camisa y corbata y bajó de noche a la plaza, donde mis profesores ya estaban festejando el hecho y elevando avellanas al cielo nocturno de mi comarca.
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CONVOCATORIA
XX ENCUENTRO
INTERNACIONAL ITINERANTE
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA