martes, 9 de agosto de 2016

9 DE AGOSTO: MATE DE CEDRÓN - FOLIOS DE LA UTOPÍA: PUERTAS HACIA LO INFINITO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2016 AÑO
CONSTRUCCIÓN DE CONCIENCIA
Y CONCRECIÓN DE SOLUCIONES
 
AGOSTO, MES DE LOS NIÑOS,
DE LA JUVENTUD, LAS COMETAS,
EL DEPORTE, EL FOLCLORE Y
DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO

 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL
 

*****
 
PARA ESTE TIEMPO Y LOS TIEMPOS FUTUROS

En un mundo en donde la polaridad de fuerzas y las contradicciones antagónicas se han trasladado del este y oeste en donde estaban antes, al ámbito más bien recóndito de cada persona y comunidad.
      Cuando se ha instalado más bien en el fuero interno y personal de cada hombre y mujer dicho conflicto, en una pugna encarnizada al interior de cada uno de nosotros mismos, y de nuestras pequeñas comunidades, como también de nuestras mentes y conciencias.
Cuando la pugna feroz es ahora entre la riqueza de unos y la miseria de otros, el bienestar de unos cuantos y la tragedia y la calamidad de una inmensa mayoría. Entre la ceguera de unos y el abatimiento, abandono y la soledad de otros; entre la corrupción y desprecio de una minoría y el estupor y la desolación de una inmensa mayoría.
Qué importante entonces volver a encontrar el hilo de la solidaridad humana, cálida y fraterna, el canto cordial de la vida, el acto sencillo y verdadero de vivir bien, en comunión con nosotros mismo y con cada uno de nuestros hermanos.
En dicha perspectiva César Vallejo es voz fundamental; y siendo así no hay poeta más universal y vigente que él para este tiempo y para los tiempos futuros.

DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
*****
 
9 DE AGOSTO
 
 
MATE
DE
CEDRÓN
 
 

FOLIOS
DE LA
UTOPÍA

 
PUERTAS
HACIA
LO INFINITO
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
Nunca, sino ahora, supe que existía
una puerta, otra puerta
y el canto cordial de las distancias
César Vallejo
 
1. Aleteando
en sus resquicios
 
¡Ah, de aquellas puertas que dan a los segundos y terceros patios de las casas abandonadas!, ajustadas por los adobes que se han cimbrado doblegados por la incuria y la desidia.
En estas casas ya deshabitadas que se han ladeado y cedido hacia un costado por ya no querer tener recuerdos ni memoria, como también por efecto de la lluvia y el peso de todo lo vivido!
Puertas que ya nunca se abren, bien sea porque se ha rajado y vencido el dintel, o bien sea porque las tempestades inclementes han humedecido y abombado la madera de las jambas que lo sujetan, de tal modo que han quedado para siempre aprisionadas.
Cerradas definitivamente no por el artificio de una llave sino por el dictamen fatal del desdén, el destiempo y el irreparable destino.
También por el paso por sus umbrales y dinteles de los adioses y despedidas. Y, en general, del olvido aleteando en sus vanos y resquicios.
 
2. Muerte
por mano propia
 
Pero ¡ah capricho de la suerte! Son puertas ya vencidas en donde todo empieza a florecer: donde la vida como nunca en otra parte irrumpe y se prodiga.
En sus muros han brotado las mostazas, clavelinas y retamas. Y al pie de ellas mismas las quietas siemprevivas, las sumisas y sumidos en el misterio los abrojos.
Y en sus rendijas unas flores mínimas, pequeñas y luminosas, perfumadas con una gota de almíbar como si quisieran consolar con su aroma gratuito la tristeza y la vejez de este sitio abandonado por quienes aquí alguna vez gozaron o sufrieron.
El morir de las puertas es el peor de los morires, porque con ellas mueren todos quienes habitaron al pie de estos muros, como fenece una época, una generación de personas, y ¡hasta un modo de vivir!
Cuando una puerta se sepulta, como es el caso de ésta que ahora mismo toco, palpo y miro arrobado, es muerte por mano propia no de uno sino de muchos. Es un suicidio colectivo.
¡Y es que han visto nacer y vivir! Y al ver que no llegan empieza a declinar y dejarse morir.
 
3. Para
siempre
 
Y es porque ellas luego de esperar vanamente que regresen las manos del varón o la mujer de la casa que las abrieron y cerraron finalmente dejan de sentir, pensar y creer en ellas mismas, y se cimbras. O puede ser que extrañen al hijo o a la hija que aquí naciera o se criara.
¡O, por último, quisieran volver a escuchar la voz de cualquier pariente que aquí se detuviera para saludar! O cualquier presencia persuasiva, sea que tengan la mano firme o trémula, incluso sea que estén vivos o muertos, pero que entren o pasen.
Porque se puede volver ya en alma o ya en espíritu. Y no dejar que el tiempo en su turbión las arrastre con despecho al no ver a nadie entrar por aquel vano ni siquiera asomarse por el muro, siquiera como sombra no importa sin entrar pero al menos a mirarla.
¡O de los niños ilusos que ellos sí pueden rescatarla del olvido! Nada de eso ocurre. Todo está quieto y en silencio. Entonces ellas mismas han decidido condenarse, clausurándose para siempre.
 
4. Y deje
de llorar tanto
 
Para eso, dejan ladearse los adobes de encima, o que se cimbre la viga que se sostiene sobre ella.
Teniendo como cómplices de su decisión absoluta a la llovizna, al sol, al arco iris y hasta a la luna nocturna que no quiere que se sienta más tanta pena y el estigma de ser abandonada.
Y la cubre. Y la neblina disoluta la oculta para que se desahogue y llore a sus anchas sin que nadie la oiga y la consuele. ¡Para que se deshaga si quiere en suspiros!
Y es la tierra desmoronándose la que la ayuda a morir. No la tierra como lar o terruño sino como bola redonda de agua suspendida en el firmamento, de desiertos y montañas.
Quien con sus leves temblores de achacosa y desvalida nodriza va haciendo que los adobes aflojen sus junturas y ella se vaya quedando quieta, pasiva y deje de llorar tanto.
 
5. Los gorriones
inconscientes
 
Y como cómplices tenemos aquí hasta a las flores que con su presencia, su brevedad y su morir juntas, y hasta antes que ella, más la hieren y lastiman.
Allí es cuando la puerta se olvida y se acuesta por sí misma en su lecho de moribunda, y se entierra bajo montículos de arcilla de los adobes empeñosos que han caído y se siguen cayendo.
Hay zumbidos de aliento de los moscardones sonámbulos. Pero nada atiende ni quiere oír, bajo nubes, aguaceros y relámpagos.
Y sucumbe, para pasar a ser pisoteada por los leves pasos de los gorriones inconscientes que buscan hacer sus nidos en los lugares inhallables; pero ellas mismas como montículos.
Puertas que nos llevan a una región embargada por no sabemos qué misterios, ni obedeciendo a qué premoniciones.
Puertas visitadas sólo por libélulas lastimeras –que no piensan en otra cosa que en sus propias mieles.
 
6. Porque el mundo
no pesa parejo
 
O bien habitadas por las lechuzas que solo piensan en sus propios augurios.
Quedan así las puertas y sus traspatios a la buena de Dios en su mudez y en su autoimpuesto silencio y castigo.
Quedan colgando sus armellas impenitentes y algún vago suspiro que escapa eternamente entre las rendijas de sus tablones susurrantes.
¿Quién lo dio? O el aliento del primer beso que se robó cuando la niña se empinaba en sus umbrales.
Niña que tenía la vida por delante y ahora muere con una estela de camino por detrás.
¡Puertas que conservan algunos grumos de pintura verde entre sus jambas apolilladas!
¡Y el señuelo de algún amor inconfesado entre sus dos hojas ahora desiguales!
¡Porque el mundo no pesa parejo sino que siempre se inclina hacia un lado!
 
7. Ya no son
puertas
 
Puertas que ya no dan a nada, que han quedado en el centro de dos vacíos.
Pero que probablemente alguna vez dieron hacia un corredor o a una sala donde se cantaba, se soñaba y se amaba.
¡Y la vida empeñosa se erigía cantarina y lozana!
O simplemente, se dejaba transcurrir los días ¡porque hasta aquí llegaban los aires de fiesta de un pueblo feliz y bullente!
¡Lo cual ya es inmenso y bastante!
Pero ahora este es un lugar que solo abre paso a la nada. Y ya no es a un solar cotidiano hacia el cual se entra y se sale.
Sino que nos lleva con su cerrazón definitiva ¡no sabemos hacia dónde! Hacia otro universo desconocido. ¡Ni sabemos a dónde, a qué, ni por qué!
Estas entonces ya no son puertas, ni resuello ni suspiros. Son enigmas que se ahogan en la vastedad del infinito.
 
 
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