Danilo Sánchez Lihón
1. Guardianes
del templo
El trabajo bibliotecario es una de las
actividades más sobresalientes, cimeras y hasta sagradas de la humanidad,
porque son los bibliotecarios los guardianes del templo del saber para el
hombre como realidad y como entelequia.
Son los bibliotecarios en quienes se ha
confiado las llaves que abren y cierran el tabernáculo del saber y los postigos
de las grandes catedrales de las artes y las ciencias.
El nombre de la profesión deriva del
vocablo libro y éste de “liber” que significa libertad, como también “espiga”.
Rescata todo lo que hay de contenidos de
superación y de orientaciones para cultivar estos ideales en el hombre y en la
sociedad.
Por eso, en la esencia del ser
bibliotecario late y palpita el anhelo más hondo de valores, verdad, belleza e
idealismo.
De manera directa y central se encarga de
desarrollar un “saber ser”, un “saber estar o convivir”, un “saber hacer” y un
“saber conocer”, dimensiones del ser integral de la persona humana.
2. Lo primero
es una esperanza
Las bibliotecas
están integradas o compuestas de colecciones de libros, de publicaciones
periódicas y de diversidad de materiales impresos, audiovisuales y de otra
índole, siempre y cuando ellos contengan sensibilidad y conocimientos.
En ellas se cuenta
con recursos de mobiliario y equipamiento. Se las identifica con sus edificios,
su ubicación y la calle donde abren un espacio de luz; con sus letreros, el
nombre emblemático que llevan, con sus bienes muebles e inmuebles.
Cuentan con
organigramas y un manual de funciones en donde se precisan sus fines, objetivos
y principales actividades.
Cuentan con un
público usuario de rutina y otro de personas que se acercan titubeantes
buscando el fulgor de la trascendente, al cual se deben y en razón de quienes se
desvelan abriendo cada día sus puertas y ofreciendo servicios típicos y otros
no convencionales.
Tienen un
presupuesto –casi siempre escaso y que no alcanza– pero tienen usos, costumbres
y querencias que las caracterizan formalmente y que hace que su personal
permanezca fiel e imbuidos de altruismo delante y tras los estantes.
3. Aspiración
de progreso
Todo aquello poseen,
con eso cuentan y hasta pareciera que es aquello que las define y sustenta.
¡Pero, no!
Reflexionemos: ¿Qué es lo primero que las funda? ¿Qué alienta de bendito y
venerable en su base?
¿Qué anima su
espíritu? ¿Cuál es su piedra angular y clave secreta? ¿Cuál su cimiento, su ara
o su altar? La respuesta es esta: ¡una esperanza!
Lo que habita
en el fondo de la cepa de una biblioteca y en el alma de un bibliotecario es
una esperanza, esbozada en un anhelo de información, conocimiento y cultura.
Dicho de otro
modo: es un afán de sabiduría traducida en una aspiración de progreso, de
cambio y transformación que, a veces, se sumerge tanto bajo la rutina que
desaparece y se creyera lo inverso: que es el lugar en donde poco o nada
acontece.
4. Construir
un mundo mejor
Lo que hace a
una biblioteca es su intencionalidad implícita y secreta de cambiar el mundo para
construir otro mejor.
Lógicamente
todo esto es aquello que está más allá de lo inmediato y en una dimensión
invisible y que no aparece ni en el mismo organigrama que se ostenta en el
salón de entrada, en la sala de reuniones o en la oficina del director.
Está en el escondite
de su apariencia humilde, en lo recóndito de sus cuatro paredes de adobe,
ladrillo o quincha; que ahora y siempre nos conmueven que allí habite ese hondo
propósito.
Es el enigma detrás
de la frente y el arcano que luce cifrado en el umbral de la puerta. Es el
mundo ideal que late al fondo de la realidad deplorable.
Es el anagrama
en la visión dorada y espléndida de su silencio arrobado, es la entelequia
aleteando al fondo del cuerpo y del alma de un niño que lee, pese a tener
hambre y frío.
5. Sueño
de libertad
Esta idea
fundacional de la biblioteca, esta suerte de sueño en la raíz o el cimiento, este
anhelo oculto que alienta y palpita en su centro, hay que hacerlo más evidente
para gestionar apoyo hacia esa piedra talar.
Esta esperanza
se grafica, por ejemplo, en el siguiente hecho histórico, cual es en cómo surge
la noción de biblioteca para consolidar la libertad para toda la América del sur, en la
idea inaugural de la
Biblioteca Nacional del Perú, insignia suprema de
nacionalidad heroica, consumada y vuelta a revivir en la Guerra del Pacífico. Instituida
por el libertador José de San Martín en base a los libros con que soñara la
independencia americana, robustecida luego por el trabajo paciente y tesonero
del clérigo y prócer arequipeño Mariano José de Arce.
Biblioteca
mítica como nuestra libertad, ave fénix destruida y vuelta a construir varias
veces, saqueada, expoliada y convertida en caballeriza, muladar y botín de
guerra por la milicia chilena convertida en horda y ave de rapiña en la guerra
de agresión del año 1879.
Igual o mucho
más esta llama votiva late y arde en toda biblioteca escolar, esté situada en
el llano costeño o amazónico como en cualquier recodo del contrafuerte andino,
como en la jalca o puna de nuestra serranía.
6. ¿Todo esto,
para qué?
El asunto
fundamental en la concepción y el trabajo de una biblioteca es de dónde hemos
de partir y hacia dónde hemos de arribar.
A estas
interrogantes la respuesta es: importa antes que aquello que los libros son
materialmente, de lo que no alcanzaron a ser. De lo que son y está más allá de
sus páginas: en el aire impalpable de la alborada que lo alentó al principio y
se esboza al final.
Y son estos
designios los que deben alentar y aletear en el alma del bibliotecario.
¿Está la
deontología y misión de esta actividad en los libros, en cuanto a esencia y
contenido, o en lo que ellos representan como sueños insepultos?
El deber ser
habita más allá, en el horizonte ideal y en la utopía que queremos construir a
partir de la bibliotecología.
Es mejor buscar
su visión, objetivos y fines a partir de los problemas de la gente, pero
mirados con el bagaje de elementos que un área profesional como la
bibliotecología nos prodiga.
Esto significa
una toma de posición y absolver la pregunta básica, cual es: ¿Y, todo esto, para
qué? ¿Esto nos salva y redime como humanidad?
7 Aspiraciones
de la gente
Es desde estas cuestiones
básicas desde dónde podremos construir cuáles son los ejes de nuestra acción:
Acción que nos justifique ante la vida y ante la historia.
Así estaremos partiendo
entonces de la lectura de la realidad, de los hechos y del compromiso social,
para encontrar nuestro deber ser ante una situación desafiante como es el mundo
actual.
Mundo acosado
por la alienación, los intereses espurios, asediada por los inconfesables
intereses, acosada por la superficialidad, los ídolos falsos, la
deshumanización.
En donde lo
trivial se ha vuelto trascendente y lo trascendente trivial.
Hay que pensar entonces
que el accionar de una biblioteca: antes que desde los estantes con los libros augustos,
o desde los recursos disponibles, o desde los procesos informáticos, que siempre
entusiasman, hay que hacerlo desde los anhelos y aspiraciones de la gente.
Mejorar
al hombre
Hay que pensar
la biblioteca incluso antes que desde el local ubicado en alguna calle recoleta,
dulce o bravía, a partir más bien del problema de la gente.
Hay que partir de
su hambre, de su miedo, de su desolación. De sus grandes preguntas y temblorosas
respuestas. Y de sus acrisoladas esperanzas.
Es entonces
cuando aparece con meridiana claridad la exigencia y condición de ubicarse, el
bibliotecario, no solo como un agente cultural sino como un líder social.
Y del llamado a
agregar al anhelo de sabiduría, al ideal de mejorar al hombre individual y
colectivamente, y al desvelo por enaltecer la vida.
Con el
compromiso perentorio de ser un luchador social y un porta estandarte de su
pueblo que marcha hacia el porvenir con los ojos abiertos pero encarnando los
sueños.
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