FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
JOVEN
ES
QUIEN AMA
Danilo Sánchez Lihón
1. ¡Buenos
siempre!
Me dicen que ahora los jóvenes ya no aman sino que se
vacilan. Que no son ya quienes traban quereres hondos, totales y consumados
sino que practican amor al paso, cual es: usar y desechar.
¡Y yo digo que no! ¡Que eso no es cierto!
Que eso quizá acontezca en jóvenes que no pertenecen a
una realidad como la nuestra, o están contaminados con una manera de ser que no
es de aquí y no nos concierne.
Porque nuestra cultura tiene fondo, ancestro y raigambre;
es mítica, gloriosa y acrisolada; con rumor, ritmo y sonido profundos; como un
volcán, una tempestad, un vendaval.
Que hay jóvenes así y que viven entre nosotros, puede
que sea cierto lo que dicen, pero en verdad serán bien pocos.
Porque los jóvenes auténticos de mi comunidad yo los
veo henchidos, ecuánimes y briosos. Firmes, tajantes y dispuestos a asumir
grandes retos y compromisos.
2. Afrontar
los hechos
Me dicen que los jóvenes de ahora eligen todo lo que
es frívolo y superfluo. Y que viven en el frenesí inconsciente de todo lo que
es diversión y desparpajo.
¡Y yo digo que no! ¡Que eso es falso!
Que esos serán los jóvenes de los países opulentos,
que viven de la usura de una deuda que pagan nuestros pueblos a costa del
sacrificio de hombres y mujeres, y que en los países ricos crea soberbia,
relajo y desorden. Por eso, los jóvenes de aquellos países no tienen limpidez
para afrontar los hechos de la realidad con honestidad y transparencia; porque
no sufren ni le toman peso a toda situación. Por eso son débiles, ligeros y en
el fondo desamparados, a quienes bate cualquier soplo de viento que los
derrumba y hace sucumbir.
Porque a los jóvenes de mi vecindario yo los veo poner
el hombro en todo lo que vale la pena, y trabajan ayudando en algo. Apoyan a
sus padres y se trasladan de un lugar a otro buscando oportunidades y recursos.
Aquí se labora, aunque sea en forma rústica. Yo los veo esforzados estudiando
una profesión, o esbozando ya un desempeño en la vida.
3. Belleza
e identidad
Me advierten que a los jóvenes de hoy ya no les
interesa la cultura, ni el arte, ni nada que sea espíritu, siendo que para
ellos todo es diversión, sensorialidad y huyen de algo que les parezca serio,
que huela a conocimiento o sabiduría.
¡Y yo digo que no! Que están equivocados.
Que esos serán los jóvenes de los sectores adinerados,
que miran el país como botín. Aquellos de las prebendas y canonjías, los hijos
de quienes han lucrado acumulando fondos mal habidos.
Que si hay alguien así lo copia del modelo que se
difunde a través de los medios a cargo de empresas enquistadas de otros países,
porque les resulta conveniente que nosotros sigamos sojuzgados. Y entonces
emiten patrones de comportamiento que nos mantengan siempre sumisos,
aletargados y como mera sociedad de consumo.
Pero los jóvenes que conozco en mi comunidad son
serios, enterizos e íntegros. Vibran ante cualquier manifestación de belleza,
altruismo e identidad. Se inquietan por la construcción de mejores condiciones
de vida para su familia y para toda la comunidad.
4. Puños
en alto
Empero, me recalcan que a los jóvenes de este tiempo
solo les interesa lo fácil, lo cómodo, lo que está al alcance de la mano y
aquello que es inmediato y rentable.
¡Y yo digo que no! Que mi constatación es otra, y
distinta.
Que esos jóvenes no sé quiénes son. Serán a quienes no
los han criado sus madres sino las madrastras sustitutas que son los
televisores.
Que han sido amamantados por las pantallas de las
máquinas y después por el chateo indiscriminado. Que son hechura de los
videos-juegos, o de las mangas japonesas.
O quizás por sus institutrices insulsas e indolentes,
porque sus padres sanguíneos prefirieron las fiestas, los viajes de placer o
las frivolidades, que todo lo es cuanto por ello abandonamos el cuidado de
nuestros hijos.
Pero los jóvenes de los pueblos entrañables que yo
conozco son gente esforzada y cabal, de puños en alto, que saben lo que es
virtud, bondad y lo que es coraje.
5. Muy
pronto
Sin embargo, me advierten que ahora a los jóvenes les
interesa sólo la risotada, la chacota y el palmoteo pueril ante cualquier sorna
o chiste barato; y hasta sórdido.
Y yo digo que no. Que no concilio con esa imagen.
Lo sé porque soy profesor y voy con ellos a las excursiones.
Y sé cómo piensan y sienten. Y, al contrario, digo que son sacrificados y
austeros, un poco tímidos, es cierto. ¿Quién no? Pero, nada complacientes con
la chabacanería. ¡Qué va!
A los jóvenes de mi comunidad les interesan las
grandes preguntas y las respuestas inacabables. Están obsesionados por indagar
en los temas raigales y en los misterios del alma, de la naturaleza y del
cosmos.
Son jóvenes que tienen interesantes propuestas. Que
están inquietos por corregir los males que se han enseñoreado de este mundo.
Que espero de ellos muy pronto definiciones contundentes para el bien de
nuestras sociedades.
6. Fulgor
en los ojos
Y eso es natural, comprensible y lo que se espera,
porque ser joven:
Es tener los horizontes abiertos para hacer los
caminos que se deben hacer; es tender los puentes que se deben tender; y es dar
los pasos que se deben dar. Es sentirse fuertes, animosos y confiados.
Es adorar y celebrar la vida, porque ella es
sencillamente hermosa. Es recoger, exprimir y probar el zumo de las fresas y
moras silvestres y el dulzor de las mieles repentinas.
Pero igual, antiguamente untarse el cuerpo con la
sangre y la grasa de un animal salvaje y entrar a sostener las batallas más
decisivas.
Es tatuarse insignias en el pecho con el tizne de las más
riesgosas victorias.
Es llenarse de futuro; habitar esa vastísima pradera
alborotada de espigas vehementes y de flores por nacer.
Es quien todo lo abarca, asimila e incluye. Quien
tiene perenne el brillo y el fulgor de la animosidad y el entusiasmo en los
ojos.
7. Hálito
que irradia
Porque ser joven:
Es quien ve que todo comienza a cada instante y cada
día. Que todo es hora de inicio. Y ¡eso le colma de alegría!
Es quien se siente confiado en que ganará ésta y la
otra contienda. Y prorrumpe en gritos de júbilo y arrebato que le nacen desde
el fondo del alma.
Es ser generoso, comprometido y utópico.
Es tener flama amorosa y vivificante en el alma. Es
tener luz en la frente, y nutrirse del mismo fulgor con que arden las
estrellas.
Es descubrirse creados con la misma llaneza que tienen
los caminos.
Es solidarizarse con los hombres humildes de la
tierra. Es abrazar las causas magnánimas.
Es ser honestos, honrados y anhelar un mundo nuevo y
mejor.
Es encontrar la voz de nuestra identidad y el hálito
que irradia la obra de nuestros antepasados.
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