EL SIETE, LA NOSTALGIA Y POESÍA DE BETHOVEN MEDINA
Por: Dr. Sigifredo A. Burneo Sánchez *
En el año 1984 conocí a Houdini
Guerrero y también a Bethoven Medina. Fue después de aquel fatídico año 1983.
Sullana, estaba destruida por el Fenómeno del Niño, era un caos. A propósito, tiene
que hacerse algún día un libro de la reconstrucción de la ciudad desolada y caótica
en medio de la cual, se organizó el Primer Encuentro de Escritores del Norte,
con apoyo de autoridades que eran más generosas para con la cultura, no como
ahora.
Fue en ese encuentro que Houdini me presentó a Bethoven, quien
había venido entre los escritores invitados. La calidad literaria, no me permitió no olvidar al vate Medina, a quien no volví a ver hasta ahora; no obstante,
he seguido su obra a pesar de la distancia.
Hace poco Houdini me hizo llegar
“Éxodo a las siete estaciones” (2016) de Bethoven Medina, para leerlo y
expresar mi análisis. Ahora, puedo decir que estamos ante un libro sorpresa.
El poeta- narrador Cromwell Jara,
quien empezó en la poesía y se pasó a la narrativa, y de nuevo ha vuelto a la
poesía, hace poco en Sechura ha sostenido, a raíz de la Feria del Libro de esa
ciudad, que toda literatura tiene un solo origen: la nostalgia. Luego de
meditarlo, pienso que está en lo cierto. La nostalgia alimenta la posibilidad
de lo que hemos leído, de lo que nuestra formación cultural nos ha provisto y para
que la expectativa racional de la existencia, sea un constituyente permanente
de lo que esperamos que sea un eje sobre el cual gira todo lo que es expresión
artística y eso es lo que con extraña circunstancia nos sirve de marco para
este libro “Éxodo a las siete estaciones” (2016).
La palabra éxodo, es una palabra
nostálgica, pues significa que tenemos que irnos de donde estamos. El éxodo genera
muy fuerte la nostalgia desde donde se vivió antes.
El libro “Éxodo a las siete
estaciones” nos involucra en diferentes contextos; en éste, el autor propone una explicación que pretende ser racional,
sin embargo, hay que entender que en la poesía no todo es necesariamente racional,
sino que la poesía busca caminos secretos donde la sutiliza tiene más fuerza
que la razón. Borges, ante un buen poema, decía que la poesía parece que se va entender,
pero que no puede comprenderse, porque la poesía pertenece a leyes de un mundo
novedoso y caótico, y que no responde a las leyes de la razón física con las
cuales generalmente solemos movernos, sino más bien, a la intuición de carácter
onírico y desde lo profundo de nuestro ser.
¿Qué somos ante la vida? es uno de
los temas fundamentales de este libro “Éxodo a la siete estaciones”. Desde el
punto de vista estructural, como se viene comentando, tiene siete libros en
donde se desarrolla la nostalgia. En el primero y que destaca por su intensidad
es “Siete días de la creación del universo”, ahí, se desarrolla los temas desde
el origen de la creación, del mundo del pasado; es decir, de dónde provenidos.
Enseguida vienen los libros: “Siete
notas musicales”, “Siete días de la semana”, “Siete cuerpos del hombre”, “Siete
palabras de Jesucristo”, “Siete colores del arco iris”, y termina como un libro asombroso “Siete
ensayos de la realidad” que alude a José
Carlos Mariátegui.
El poeta Medina logra cubrir
diferentes facetas de la inteligencia humana con respecto a ¿Qué es nuestra
vida?, pero no desde el punto de vista sociológico, político, ni intelectual;
si no, desde el punto de vista poético; entonces, nos encontramos con expresiones que desbordan las expectativas.
Considero muy buen ejemplo el poema
con el cual empieza el libro: «Sea
hecha la luz y hubo luz»: Día
primero/ Con Disco Solar busco azorado el origen como si me
siguieran./ Supero la Geografía de la Luz y sus nacimientos,/ y celebro el
primer día en el camino que se abre e ilumina/.
Es la nostalgia de la razón del género
humano. Para unos, tiene explicación religiosa de nuestro origen divino y, para
otros, naturalistas, del origen científico, pero fuera como fuere, hay una
inquietud permanente del ser humano por saber su fuente para organizar un
sistema lógico racional para darse respuesta.
Es un libro, como ha dicho Genaro
Maza, para personas que aman la
literatura y que les gusta pensar,
releer, es decir, que se han cultivado culturalmente. No es para gente que vive
superficialmente. Está lleno de simbología y de alusiones que nos llevan a entender a la poesía como uno de los fundamentos
capitales para la explicación y
valorización de cierto tipo de existencia.
El libro es extenso, y para revisarlo
analíticamente he escogido las perspectivas que usó uno de los poetas más grandes
del siglo XX, Ezra Pound; quien
mencionaba que hay tres aspectos para analizar los textos poéticos, primero
mediante la “Melopoeia”, que es la música, la fonía cuando el poeta selecciona las palabras para
brindar imágenes, la otra es “Fanopoeia” que consiste en la construcción de las imágenes, cómo se expresa el
poeta quien no puede manifestarse solo en lenguaje cotidiano, porque él es
cultor de la palabra y con ellas debe construir un mundo nuevo, que produzca
algo nuevo y que motiven nuevas resonancias; y, por último, es mediante la “Logopoeia”, es decir, la danza de las ideas entre las palabras,
lo cual está entendido desde hace muchos siglos.
En esta oportunidad, analizaré el poema “Proceso de la literatura”:
“Los corazones siempre ostentan árboles,/ y, desde sus hojas, se
escucha la voz del Hombre Real,/ en delta de emoción./ Son Las
siete virtudes cardinales/ las cuales con pasión, caen gota a gota desde
los ojos/hacia el alma, noble poema que poseemos;/ y es recóndito en mi campana
perpetua/.”
Hay poetas que se caracterizan por
ser sonoros, otros poetas por la
construcción de imágenes, y otros, como
Octavio Paz que lo que le interesa es la
inteligencia. Sin embargo, Pound menciona que es muy raro (o escaso) que un
libro tenga las tres grandes variables y su tendencia. Esta es
la posición de la gran poesía, y aquí cabe “Éxodo a las siete estaciones” que
contiene lo atractivo de imágenes y por los sonidos, por lo que encontramos un
producto estético bien elaborado y que contiene las tres condiciones.
En el verso “hacia el alma, noble poema que poseemos”; suena y tiene onomatopeya, tiene imágenes y carga semántica que nos
invita a meditar. Uno lee y tiene que detenerse. Hay mucha audacia del poeta.
Nos dice que “el alma del poema es la
poesía”, porque la poesía de los grandes poetas, por más que pasen los
tiempos, se sostiene. Este es el caso que, de vez en cuando, nos encontramos
con una poesía de alta calidad que nos encandila, nos ilumina, y nos devuelve
el sentido de la vida.
Continúa el
poeta: “hacia el alma, noble poema que
poseemos; / y es recóndito en mi campana perpetua”. Si todos tuviéramos conciencia del alma, entendiéramos
la conciencia del poema. Pensar que para el alma -lámpara vital- se pueda
consustanciar, encontraríamos nuestra
alma, tendríamos valores.
Leamos: “La voz se modifica como arcilla al fuego”. Esta imagen es
extraordinaria. No recuerdo haber leído una imagen parecida en tantos años de
lectura de poesía. El poeta ¿Qué tiene que hacer?, tiene que buscar la mayor
cantidad posible de palabras para identificar las precisas para que nos anuncie
el poema. No solo
consiste en decir “te amo”. A propósito, Neruda decía que a dónde iba le pedían
que recite “El poema 20”, lo cual, de tanto repetirlo ya no tenía sentido. Por
eso, Octavo Paz sostenía que la poesía es un combate permanente con la palabra.
Sigamos con la lectura
y análisis: “La voz se modifica como
arcilla al fuego”. ¿Qué es lo que hace el artesano con la arcilla al fuego?,
pues, la modela y da forma con sus manos. Así, los poetas trabajan las
palabras. Y es lo que ha hecho Medina y muy destacadamente. Atendamos su
mensaje: “y es la vida, enfoque de
claridad al rincón propio; / un proceso de latidos por la angustia de la Verdad.
/Hermoso es cantar desde mi sangre, / toda mi existencia, la naturaleza y el
universo, y de la noche su melodía de antara./ ¡Oh, Poesía, manantial en
sonrisa de niño que gatea! /.” ¿Quién no recuerda su infancia?.
Concluyamos
leyendo este hermoso fragmento del poema: “En
cada palabra mía, cae la lluvia y estalla en luces; /si el siete significa perfección del ser humano,/no solo sentimiento, el
claro Saber sea en mí./ Abrazado al Sol, ingresaré al paraíso,/al cubierto edén
que llevamos adentro, energía en Unidad,/como luz en ojos todos,/ y con mi voz
que canta al hombre: a su creación y evolución/.”
En definitiva,
tenemos un libro de poesía de alta calidad, y para vivir intensamente, debemos andarlo
con nosotros y llevarlo a donde vayamos. Así, leerlo más de siete veces.
* Dr. Sigifredo A. Burneo Sánchez
Decano
de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación,
de la Universidad Nacional de
Piura.