Danilo Sánchez Lihón
Los niños no recuerdan
lo que tratas de
enseñarle.
Recuerdan lo que eres.
Jim Henson
1. Abrir
cauces
La educación es el punto de apoyo de la palanca que pedía Arquímedes
para cambiar el mundo. Es el eje, la clave y el gozne en donde se define el
destino de los pueblos y de la humanidad.
Y en la base de esta eclosión y hasta proeza está el maestro, quien con
entrega y acuciosidad ha ido afrontando retos y haciéndose cargo de los momentos
difíciles.
Es él quien va superando situaciones de penuria y hasta de adversidad de
los seres bajo su cuidado, olvidándose muchas veces de sus propias estrecheces
y privaciones.
Es el maestro quien con actitud paciente, noble y callada encausa el
rumbo del mundo.
Es quien con sacrificio, constancia y convicción indesmayable pone el
brazo, los hombros y la espalda para sostener el peso del mundo.
No es su misión llenar un recipiente vacío con esta o la otra noción. Es
convocar el caudal interior que cada uno tiene y abrirle cauce por lugares
propicios.
2.
Encarna
la
esperanza
El maestro es quien de manera retirada y silenciosa se hace cargo de lo
más delicado y sutil a fin de enmendarlo y situarlo en el camino correcto.
Es quien deja lo contingente por lo perdurable, quien en cada detalle
está enseñando sin que se note ni advierta que enseña sino que los demás
sienten que ahora pueden.
Quien medita, sopesa y decide por qué ruta enrumbarnos, ir y pasar hasta
llevar el barco hacia puerto seguro y distante. Y es que ser maestro o educador
no es solo una profesión sino fundamentalmente una actitud y un modo de ser
frente al mundo.
De allí que su función se identifique con la del líder, la del
orientador social, la del conductor de hombres y pueblos. La de sacerdote que
une lo ordinario y contingente con lo extraordinario y trascendente.
Maestro es quien va a la cabeza, alienta y responde por todo lo que
ocurre y acontece. Es quien en todo momento da esperanzas y hace que cada quien
la descubra en su ser íntimo. El maestro encarna la esperanza misma.
3. Ellos
son
padres
Sin embargo, y pese a que lo pareciera, maestro no es aquel que piensa
por los demás o que licencia a los otros de la capacidad y don de pensar y
sentir autónomamente.
Sino, al contrario, es quien devuelve a cada quien la misión de pensar
por sí mismo y lo armoniza en un coro colectivo.
De allí que no se puede ser maestro por horario, en un período
determinado del día.
Ni se puede ser maestro por turno, que trabaja como maestro por la
mañana o en horario nocturno. Y el resto del día trabaje en otra cosa y no lo
sea sino siempre, cada minuto y cada segundo y hasta en sueños.
Porque quienes abrazan esta misión en la vida son aquellos que han
elegido ser padres de la comunidad a la cual pertenecen y sirven.
Y quienes ejercen a toda costa una paternidad responsable para con su
sociedad. Ellos son padres de la humanidad siempre.
4. Quien da
más
impulso
Es él, el maestro, quien hace volar e impulsa a lo más alto a todo
aquello que tiene ya en sus alas el poder de volar, principalmente a los niños
que tiene bajo su hálito o aliento.
En su intervención busca darles de mayor coraje a quienes ya baten sus
alas y hasta están en pleno vuelo por la maravilla de la creación, y el
designio que los hombres estamos convocados a cumplir en el universo.
Y que ya saben volar por el don y la gracia de la vida que nos da a
todos los seres humanos noción del mundo y anhelo de asumir la circunstancia
del existir como una oportunidad de realización y de avanzar en la conquista
del bien y del ideal.
No es el oficio de maestro bajarlo a tierra, hacerlos descender. Ni peor
aún, es su trabajo golpearlos contra el suelo o contra los muros ni contra la
pizarra del salón.
Obstáculos que a veces se erigen
erróneamente, sino quien les da más impulso, les insufla de mayor valor, les da
más aire para que su vuelo sea vasto, alto y superior.
5. Quien
cree
Tampoco es quien pretende el mérito de crear destinos, sino de
impulsarlos más allá en el sentido del bien y del valor, de elevar esas vidas
más hacia adelante y hacia arriba.
Es la empatía de quien logra establecer con niños y jóvenes, basados
indudablemente en el interés que despiertan sus lecciones y sus dotes y
virtudes de maestros, relaciones y oportunidades en que los lanzan más alto y
más lejos.
De allí que maestro es el que cree que se puede hacer de nuestros
destinos realizaciones extraordinarias.
Quien cree que será posible construir nuevos Machu Picchus y futuros
Ollantaytambos y muchos más Sacsayhuamanes.
Es quien cree que cada niño puesto
en su delante es un meteoro en el cielo estrellado que él despeja de nubes,
huecos negros y lo hace una estrella rutilante en el firmamento.
6. Nuestras
vidas
No creo en el maestro que nace sino en el
maestro que se hace cada día, cada hora y cada minuto.
No creo en quien ha sido designado para
hacerlo, sino quien asume esta misión porque reconoce que es un compromiso
ineludible para con su vecindario, comunidad o su especie.
Es quien piensa en su misión cada día y
cada hora. Quien se confronta a cada instante con preguntas aparentemente
incontestables.
Creo en el maestro que se desvela. Quien
cada día vuelve a elegir ser maestro, siempre. Creo que maestros son los
hombres que responden allí donde los han puesto, y ahí donde los llaman.
Quien tiene poder de adaptación. Por eso no
creo que se deba ser maestro por vocación. Ser maestro es lo fundamental que
tienen todos los seres humanos y es su capacidad de ser genuinos.
Y quien se debate a diario en saber qué es
virtud, valores, ejemplos, caminos de bien y esperanza todos los días y minutos
de nuestras vidas.
7. Hasta
infinitos
Y quien ha jurado, y jura cada vez más, ante
el mar;
Ser como él: grande, infinito, generoso y
apacible. Albergar flora y fauna. Y sobre todo reflejar en su plenitud el cielo
estrellado.
Así como la luna y el sol que rielan sobre
sus olas. Así como registrar el paso de los cometas que vuelan sobre su
superficie.
Y tener las orillas calmas y tendidas como
él las tiene. Donde podemos recostarnos y pensar no tanto sobre él sino acerca
de nosotros mismos.
Para jurar ser como él: Seres vastos, amplios
e ilimitados para amar, acoger y adorar. Ser horizontales, no verticales. Seres
extensos y abiertos, no restringidos ni cerrados.
Ser como él: alguien que se pone, pese a su
inmensidad, a los pies de la tierra y del cielo tanto que parece adorarlos. Alguien
que se pone a los pies de los seres humanos, pese a ser grande y hasta
infinito.
Seres a quienes mece, abraza y arrulla. Que
nos mantiene con sus brazos en lo alto. Quien pese a ser inabarcable nos erige
sobre sus olas, y nos hace sentir en su cima, cerca de las estrellas.
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