Danilo
Sánchez Lihón
¡Hasta
que lloremos de tánto volver!
César Vallejo
1.
Ser árbol
mejor
que ser ave
José Santos Chocano el 11
de diciembre del año 1922 salió al balcón de su casa en la que ahora es calle
Emancipación en el centro de Lima, después de volver y obtener su liberación
gracias a una movilización de intelectuales principalmente de América Latina,
España y Francia.
Se lo libraba así de la
pena de muerte que se le había impuesto y decretado al ser derrocado el
dictador guatemalteco Manuel Estrada Cabrera, de quien él fue su secretario
personal.
Aquel día de su retorno,
cuando obligado por la multitud que lo vitoreaba salió al balcón abrazado a su
madre, que ya era una viejecita, recitó estos versos con voz transida y
temblorosa:
Hace ya diez años que recorro el mundo.
¡He vivido poco! ¡Me he cansado mucho!
Quisiera ser árbol mejor que ser ave.
Quisiera ser leño mejor que ser humo
y al viaje que cansa prefiero el terruño,
la ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisieran separarse
mucho...
2.
Nosotros
mismos
Quien escuchaba al frente y
hacia abajo, de pie sobre la vereda al borde de la calle vibrante y estremecida
de fervor ese día, era César Vallejo a quien las lágrimas le empezaron a fluir
copiosamente por el rostro. Lloraba conmovido sin tener reparo en lo que
dijeran los amigos con quienes había sido arrastrado por el entusiasmo de la
multitud, entre ellos Juan Espejo Azturrizaga.
¡Quién hubiera pensado que
apenas unos meses después ¡sería él quien se alejaría para siempre viajando a
Europa para no regresar nunca más! Y permaneció allí, aunque deshaciéndose en
nostalgia cada día, extrañando su tierra querida, principalmente su natal
Santiago de Chuco, donde había nacido, crecido y se había hecho hombre.
Y es que el problema del
ser humano contemporáneo es: ¿cuál es el eje y cuál es nuestro centro? Debido a
que el fenómeno de las migraciones se ha generalizado en el mundo
contemporáneo, la cuestión básica es la orientación del pulso y del latido de
nuestro ser.
Nosotros mismos hemos
emigrado, o somos hijos de migrantes. O la mayor proporción de nuestra familia
ya no está aquí, sino que está afuera deambulando en países extranjeros, en
esta aldea global o globalizada; en la aldea planetaria respecto a la cual ya
nadie discute si es cierta o no lo es, si es falsa o si es verdad.
3.
El núcleo
y
la orilla
Ya nadie discute que
estamos envueltos por la globalización. Sin embargo, reconociendo que esta
situación es ineludible el problema de fondo es: ¿Seguimos teniendo eje y
seguimos teniendo centro? ¿O rotamos a la deriva?
¿Cuál es el centro del ser
del hombre contemporáneo? He allí el problema: de qué y cuál es el centro Y,
cuáles son los bordes u orillas. He allí el asunto y la cuestión de fondo por
resolver.
El drama es que vemos cómo
las familias se desintegran, los amigos se dispersan, los hermanos se
desconocen, los novios no se encuentran, los esposos se separan y el ser
hermano más es hoy un asunto de nostalgia, en esta época en la cual el pretexto
es ir a trabajar, a ganar dinero para mantener el hogar lejano de acá o de allá.
Entonces hay que emigrar. Y se va uno y se va el otro.
Y surge y se plantea el
problema de saber cuál es el centro y cuál los bordes o cantos. Cuál es el
núcleo y la orilla, el punto de rotación y la circunferencia, a fin de saber adónde
mirar y encontrar las estrellas.
Cuando un hermano, una
madre, un ser querido se va a Deltona, a Nueva Jersey o a Osaka, ¿adónde va?
¿Al centro o a la orilla? ¿Al borde o a la médula? ¿O al centro de la metrópoli
o del poder?
4.
El punto
de
partida
Este asunto es el meollo
del problema contemporáneo que todavía no reconoce que el centro ha de ser
siempre el cariño, el afecto, la comunidad de la cual provenimos, en la cual
uno crece y de la cual uno forma parte; las raíces de donde cada quién se
desprende, la lengua que aprendimos de niños, y la cultura que nos arropa en
nuestros primeros años juveniles. También la ternura, el sentirse hermanos y
solidarios.
El centro es el cariño en
donde nos sabemos artífices de un nuevo destino. Ese es el centro. Lo otro es
la periferia, a fin de tener ubicación y estar orientados, porque de eso se
trata.
Cuando migramos, ¿el centro
es el lugar adonde llegamos o el lugar de donde partimos? ¿El centro es lo
nativo, o el conglomerado que adoptamos? ¿Es el punto de llegada o el punto de
partida.
La periferia es cuando el
personaje se va, se despide de sus amigos, y deja inerme su herencia y se
siente su ausencia para siempre, incluyendo en este concepto a quienes se
quedan.
Se resuelve de manera
magistral este dilema cuando contemplamos incluso a nivel de la oruga volviendo
siempre a su nido, que no olvida cuál es su hogar y cuál es su destino.
5.
Lo que más
se
anhela
En tiempos no muy antiguos
una de las principales condenas y castigos que se infligían a las personas por
haber cometido delitos graves, de lesa humanidad, era expulsarlas de su tierra
natal hacia un país lejano. Así Dante Alighieri fue desterrado de Florencia y
deambuló afligido por diversas ciudades, viviendo algún tiempo en París.
Romeo Montesco del célebre
drama “Romeo y Julieta” de William Shakespeare, se le conmuta la pena de muerte
por ser proscrito de Verona. Pero antes se lamenta diciendo: “Desterrado no,
mejor muerto”, encontrando temporal refugio, jamás de su gusto ni de su complacencia,
en Mantua.
Cerca ya de millones de
peruanos viven actualmente en el extranjero. Han emigrado, muchos de ellos
indocumentados y sufren situaciones indecibles para sobrevivir, pero más en su
añoranza de regresar.
Yo también soy inmigrante,
pues mi lugar de origen es una provincia andina de casas de adobe, techos de
tejas y cielo azulado; con preciosos nubarrones blancos que flotan encima de
los trigales verdes. Y donde las casas de aleros extendidos como alas de
palomas, y de secretos ventanales que conservan las miradas de muchachas
anhelantes, se apiñan como un rebaño palpitante, simple, entrañable y encantado.
6.
No hace
mucho
Mi padre, abuelos y
bisabuelos vivieron, crecieron, se desarrollaron y murieron en mi comarca,
Santiago de Chuco sin jamás expatriarse de sus callejuelas ni de sus linderos
en donde brotan los puquiales, aldea que ahora parece pequeña pero que en su
tiempo resultaba inmensa, tanto que dio lugar a una fantástica y hasta a mitos
e historias legendarias.
Y en otros países igual,
los linajes habitaban por siglos en los pueblos humildes, hermosos y apacibles;
sin salir de sus murallas esquinadas de torreones y altozanos, festonadas sus
almenas de estandartes y pendones.
Y si alguien viajaba lo que
más anhelaba era volver inmediatamente. Sin embargo, en el breve lapso de una o
dos generaciones ¡cómo habrá cambiado tanto el mundo que ahora vivimos
extrañados y se considera más bien una condena quedarse en nuestros lugares de
origen!
No hace mucho, un grupo de
poetas e intelectuales peruanos sufrieron exilio y anhelaron volver a la patria
añorada y construyeron una lírica y una épica del anhelo del volver a la tierra
amada. Deportados en México, Gustavo Valcárcel escribió "Poemas del
destierro", Manuel Scorza "Las imprecaciones" y Juan Gonzalo
Rose "Cantos desde lejos".
7.
Nortes
y
sures
Se sufre mucho en un país
extranjero. Se extraña a la familia, a los amigos, el aire del día y de la
tarde; así también la comida, el idioma que aprendimos a balbucear de niños.
Por eso yo quería regresar.
Porque estando lejos ¡son amargos
y lentos los amaneceres y los días del migrante en tierra extranjera! Y, a
veces uno llora y da ganas de quedarse de hambre. La gente no nos mira porque
se considera una falta y una violación a nuestra intimidad adolorida el
condolerse y el mirar.
Y poco a poco ya nadie nos
conoce, nos vamos perdiendo en el anonimato. Y un día te preguntas: ¿Qué hago yo
aquí? Además, porque a la tierra jamás se olvida. Y está perenne más en
nuestros sueños. Cuando dormimos aparece y nos sumergimos en ella, al fondo de
sus caminos y detrás de sus muros asombrados, porque se los lleva en el alma. Y
un día volvemos.
Porque aquí hemos nacido,
porque aquí hemos bebido el agua cristalina de los arroyos primigenios. Porque
aquí hemos juntado con nuestras manos el granizo de los tejados extasiados bajo
las tempestades.
Porque reconocemos que
estamos transidos del amor a la tierra. Y, ¡ese es el centro del oeste y del
este, de los nortes y sures, de la tierra, el cielo y el cosmos inconmensurable.
Y volver es hallar otra vez el centro de nuestro ser. ¡Por eso es que he
vuelto!
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