miércoles, 8 de junio de 2016

8 DE JUNIO: DÍA MUNDIAL DE LOS OCÉANOS - FOLIOS DE LA UTOPÍA: JUAN OJEDA: DEL MAR HACIA LOS MONTES FÉRTILES - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN



CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
JUNIO, MES DE LOS NIÑOS,
DEL MEDIO AMBIENTE, DE LA GLORIA
DE ARICA Y DE LA IDENTIDAD ANDINA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

*****
 
 
8 DE JUNIO
 
 
DÍA MUNDIAL
DE
LOS OCÉANOS
 
 

FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
JUAN OJEDA:
DEL MAR HACIA
LOS MONTES FÉRTILES
 

Canta, lluvia, en la costa
aún sin mar!
César Vallejo
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Muriendo
en playas ignotas
 
Juan Ojeda fue poeta del mar y oceánico en su único libro: Arte de navegar, quien escribió poemas subido a la proa de la nave que es la vida, que contienen todas las preguntas que le decimos al mar y, como la vida o el mar, ocultan todas las respuestas a todos los interrogantes esenciales. Poemas sombríos los suyos, espeluznantes, bajo el designio de algo que no nos corresponde cuestionar, ni siquiera interrogar; pero que reconocemos como inevitables en el sentido que siquiera uno en el mundo tenía que formularlos y pugnara por obtener respuestas, aunque sucumbiera ante ellas.
Poesía del alma, que ingresa al mundo íntimo y raigal de la condición singular que tiene el hombre sobre la faz de la tierra y el lomo del mar, donde hay un paisaje de fondo adusto y lato: unas ribas, una arcada y una fuente; una edificación antigua y el mar insomne, de lenguaje y talante oceánicos, siempre insondable.
Poesía de vocablos densos, con herrumbre de siglos y en vigilia constante, como de arrancadas y destejidas lonas de mástiles expuestos al misterio, con el idioma del mar ciego y compasivo, que tiene el ritmo del oleaje golpeando las rocas y muriendo en playas ignotas, pensándose y amándose a sí misma.
Al leer los poemas de Juan vamos configurando una pregunta sencilla y a la vez solemne: ¿Hay, en el contexto de la poesía actual, poesía de la calidad, de la magnitud, de la profundidad y de la estatura de la poesía que él formula? No. Entonces, ¿por qué la marginalidad y el anquilosamiento en que se le tuvo y se le tiene?
 
2. Itinerario
de una locura
 
El proceso y el estilo de elaboración y expresión de Arte de navegar reflejan inexorablemente la compleja dinámica del proceso creador de parte de su autor, en donde se evidencia la tormentosa interacción entre los ámbitos de lo afectivo, lo racional y la energía vital.
Donde se convocan elementos todos en pugna; del medio ambiente, del contexto histórico y del azar jugando el rol de implacables compositores y directores de orquesta que al mismo tiempo que ejecutar la partitura la van destruyendo, que al mismo tiempo que edificar la obra maestra la van dinamitando.
Tan es así que quizá con el mismo derecho a titularse como se titula, más propia y honestamente debería llamarse “Arte de naufragar”... como que fue, real y magistralmente a la vez, el preludio y el réquiem y auto responso perfectos para el suicidio de Juan, como realmente aconteció.
Y así como hay testimonios innegables de la genialidad de su autor –con aciertos que hemos tratado de señalar en estas páginas–, es doloroso comprobar también que hay pruebas de la pérdida del sentido, del vértigo y desquiciamiento de que él fue siendo víctima cada día.
 
3. Queriendo
hacer escarnio
 
Y la razón es que fue un hombre que se consustanció hasta arder, consumirse y explosionar con la poesía, con la que sostenía una relación ígnea, que no podía ser sino fuego al rojo vivo e incendio inabarcable.
Él todo lo miraba a través de esas llamas u hogueras que alzaba con un delirio implacable. La poesía fue su destino, su martirio y su inmolación, habitando en ella como en su propia casa.
Al punto que en su obra hay momentos en que se burla del lector, en que es caprichoso y hasta juega a hacernos perder en su laberinto.
Hay otros instantes en que se le siente pedante, soberbio y autosuficiente:
Eternidad exacta para armar un pito.
En otros pasajes cambia de ritmo, golpea con algo insólito, como cuando tiraba la bandeja de escabeches a la mesa donde conversaban otros amigos; ensayando un paso inusitado, queriendo hacer escarnio, sorna y expiación.
Otras veces quiere ostentar y hasta rompe las patas de la mesa o la silla en que el lector revisa anonadado sus versos, destrozando bruscamente para el efecto un esquema rítmico.
 
4. El mar
que lo obsede
 
Hay, en Arte de navegar, chanza, bellaquería, crueldad; así como poemas de un sentido poderoso y acrisolado. Y otros absolutamente sin sentido. O, más aún, poemas sintomáticos de un desequilibrio y de un desmoronamiento anímico; poemas incoherentes e insensatos.
Pura acumulación de enunciados sin lógica, como cuando un demente junta latas, cartones, retazos de tela, vestigios del mundo, e intenta jugando a solas hacernos perder la paciencia, prueba de la turbación y del  horror en que ya ha caído, y es que:
Es un hombre hastiado de soportar el mundo.
Hay poemas que dan círculos concéntricos sobre sí mismos, repetitivos, pavorosos por el mareo, la oquedad y la sensación de derrumbamiento que producen, como si toda el agua del océano hubiera caído en un remolino.
Lo que de allí se recoge es sensorialmente apabullante y absurdo. El libro, en cierto momento, es el propio infierno de Juan. La tierra monda, arrasada y yerma que él tanto invoca.
¡Y atrozmente quieta! ¡Es el hastío! El paisaje de ruinas, neblinoso y desértico, con la sequedad donde la respiración es dura y a la vez agitada. Polvo derruido, síntesis de ruinas; estableciendo la relación con el mar que lo obsede, de esta manera:
Quien se ahoga en un océano
se despierta en un desierto.
 
5. Sacra
ceniza
 
Juan va nombrando los asuntos con indolencia y desidia, como si ya nada le importara. Dice en “Portrait of a Blind Poet”:
En el lucro de la umbría –venático río de oro:
Nave sin ojos, oh Noche, diamante signado al origen–
Ebrios labios de pórfido en una estatua inútil,
Crecer fardos de liquen plateado: bruma insigne.
Y del reposo que, tremante, calcina al Abismo–
Inerte fuego, los designios– canta el polvo hirsuto.
Descanso terrenal, huesos hurgados por el Tiempo;
Párpados sin retorno, ardidos, numerosa joya de mundo
¿Qué alegría horada insensiblemente ojos desnudos?
¿Qué brillo eleve, ahora cóncavo, el festín horrendo?
Sólo hastío de mármol fatiga, coronado, vano Ritual
Donde patio sonoro –mediodía negro– ofende el júbilo,
Tras fronda de neblí. Ojos de oro de un pliego azul;
Sacra ceniza, árido en ebrio abismo, el mago pútrido.
 
6. Obcecación
del espíritu
 
Y en “Confesión de Mencio”, y en otros poemas, se repiten como en una máquina enloquecida verso tras verso, como si fuesen los barrotes de una cárcel inicua, estos sones:
Y se asemejan al parloteo de un enajenado.
La vida es como un secreto que al aparecer
Fluye indistinto en ruidos y silencios.
Obcecación del espíritu pudriéndose hacia adentro
Lamentaciones que ahora escuchas disipándose
Lamentaciones en medio de un cuarto cerrado
Gritos pétreos retumbando en una mente sellada.
Ya sin nadie que remueva un rastro en la vida
La repercusión de sonidos emitidos por nadie
El camino de las palabras que nada nombran
Y se asemejan al parloteo de un enajenado.
La vida es como un secreto que al aparecer
Fluye indistinto en ritmos y silencios.
Obcecación del espíritu muriéndose hacia adentro
Pensamientos en medio de un cuarto cerrado
Gritos muertos retumbando en una mente estropeada.
La vida es como el parloteo de un enajenado
El camino de las palabras que nada nombran
Pensamientos en medio de una mente estropeada
Obcecación del espíritu...
 
7. El mundo
cayendo
 
¡Y tú, Arthur Rimbaud, que has llegado hasta donde él yace inerte, no estás eximido de culpa en esta catástrofe! ¡Tanto habíamos repetido este fragmento tuyo!:
El poeta se hace vidente por medio de un largo, inmenso y razonado desorden de todos los sentidos. Busca todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; exprime en él todos sus venenos, para no guardar sino su quintaesencia. Inefable tortura, en que necesita toda la fe, toda la fuerza sobrehumana en que se vuelve entre todos el gran doliente, el gran criminal, el gran maldito... Imagínense un hombre injertándose y cultivándose verrugas en la cara. Digo que es preciso ser vidente, hacerse vidente.
El libro mismo, Arte de navegar, en su proceso como escritura, es la quiebra de sentido, es el absurdo y el caos, en donde el lenguaje deja de tener cuerpo orgánico y se torna delirio; deja lo que salva y redime y –quizá como en la mente de Juan–sólo se vuelve conflagración y abismo de las cosas, de los seres, y al final el vacío. En él se confronta al lector con la atroz ruptura, con el mundo cayendo en la aberración y la quimera.
Arte de navegar es, también, el itinerario de una locura, siempre con majestad y tragicismo, como la de Friedrich Nietzsche, y también con vehemencia y conmiseración, como la de Vicent Van Gogh.
 
8. Hacia la esquina
fatídica
 
Y ya para finalizar, quiero celebrar el hecho muy significativo de haber sido jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos quienes han mantenido siempre viva y presente su memoria.
Pues al final fue el claustro de esa universidad el lar que lo cobijara, ¡que nos cobijara!
Y fueron sus aulas, corredores y patios, ¡y el soplo del espíritu que en ellos mora!, aquello que alentó su gran poesía.
Fue, además, el San Marcos de la década del 60, que enalteció la bandera del pueblo, del Perú irredento, de la aspiración de un orden social con justicia y dignidad.
Quien fuera la que le dio siquiera un grumo de esperanzas, ¡todo lo que su alma podía soportar!
En San Marcos consolida su vida y su obra poética y horas antes de morir estuvo en su campus.
En realidad, desde San Marcos enrumbó hacia la esquina fatídica de la cuadra 23 de la Av. Arequipa en donde se inmolara, una madrugada neblinosa y estupefacta del 11 de noviembre del año 1974.
 
9. Mi emoción
atribulada
 
Y, de otro lado, el hecho también significativo de que hayan sido estudiantes de la Pontificia Universidad Católica del Perú quienes impulsaran la edición de su obra póstuma, Arte de navegar.
Estos hechos nos testimonian en concreto una clave de la trascendencia de su obra, que hace esta parábola de unión y enlace entre las dos principales casas de estudios superiores y de consagración al espíritu en nuestro país.
Arco tendido también con la vida que renace en el corazón de la juventud que discierne entre lo estéril y lo vivo, reivindicando para la cultura humana la trayectoria y el mensaje de Juan Ojeda.
En homenaje a todo ello pongo el ramo de rosas que llevábamos con Juan ¡a no sabemos quién! en el cementerio de Surco, donde gustábamos pasear.
A esos esfuerzos generosos me adhiero, entregando este modesto y fervoroso aporte espiritual, con mi emoción atribulada por la añoranza.
Y así como Juan era candoroso en el amor –pues le hacía vibrar el amor núbil, ingenuo y virginal–, así creo que son las alas de la esperanza que él avizorara como rasgo final de su obra memorable.
 
10. Hacia
los montes fértiles
 
Este hecho que se grafica en el orden que ocupa en la obra el poema “Elogio de la Infancia”.
En esto Ojeda quiso seguir la pauta del Dante, quien inicia la Divina Comedia con el Infierno y concluye con la redención y la aspiración de una vita nuova, que en el caso de Juan es representada por la infancia de una nueva humanidad.
“Elogio de la Infancia” es, en el fondo, un poema de fe, de promisión, y un llamado a la acción revolucionaria. A que busquemos las raíces del bien y fundemos una nueva tierra y una nueva historia: la tierra del anhelo, la infancia del mundo, el día en que desayunemos todos de César Vallejo, la morada del bien a la que todos estamos convocados, al decir:
¡Oh infancia de futuros siglos, ya se escucha
la humana muchedumbre, se insinúan
los tiempos de un orden nuevo!
 
Porque la tierra, niño, te cobijará
en sus dones eternos, porque ya se avecina
la edad de una historia fecunda: mira, mira estas ruinas.
Luego caminemos hacia los montes fértiles!
 
 
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