miércoles, 9 de octubre de 2013

OCTUBRE, MES INTERNACIONAL DE LA BIBLIOTECA ESCOLAR - LA NARRACIÓN DE CUENTOS: ENTREVISTA A CUCHA DEL ÁGUILA (I PARTE) - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2013 AÑO
EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD
Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO
 
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OCTUBRE, MES
INTERNACIONAL
DE LA BIBLIOTECA
ESCOLAR
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
LA
 NARRACIÓN
DE CUENTOS
 
ENTREVISTA A
CUCHA DEL ÁGUILA
 
I PARTE
 
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
Cucha del Águila integró el grupo de narradores de cuentos “La Marmita”, o la olla, fundado en 1991 y conformado, además, por Aroma Subiría, Miguel Álvarez, Pilar Bisbal y Francois Vallaeys, que cumplió una extraordinaria labor realizando veladas en escenarios, cafés-teatros, centros educativos, espacios públicos y domicilios, en diversas ciudades del Perú. Ahora cada uno de estos aristas continúa en dicha labor de manera independiente.
 
Cucha se graduó de profesora en el Instituto Pedagógico Nacional de Monterrico de Lima y se especializó en Sociología y Ciencias de la Educación en las Universidades de París y Nantes. He aquí lo conversado con ella en torno a la narración de cuentos:
 
D.S.L. Cucha: ¿Quiénes podríamos decir que tienen más aptitudes para narrar cuentos? ¿Hay algunos prerrequisitos?
 
C. del A. Todos los seres humanos estamos aptos para narrar porque todos somos capaces de comunicar algo, algunos con aptitudes más amplias y otros con un poquito menos, pero esas capacidades se pueden desarrollar, se pueden trabajar.
 
D.S.L. Hay mucho quizá de prejuicios, de costras que se han puesto encima de esta condición natural de ser narradores de cuentos y las personas se dicen entonces: “¡No! ¡Qué voy a ser capaz de narrar!”. ¿Y lo asumen como algo muy difícil o como un arte muy especial?
 
C. del A. Como aptitudes especializadas ¿no? Sin embargo, a mí me parece admirable, aquí en el Perú, que la capacidad de las personas para contar sea tan sorprendente. Yo me quedo encandilaba oyendo a algunas señoras, a veces hasta a niños, acerca de la manera cómo nos dan referencia de algo. 
 
D.S.L. Pero hay alguna diferencia entre contar de manera natural y contar en un escenario, ¿no?
 
C. del A. La diferencia entre contar cuentos en eventos o en escenarios y, de otro lado, contar de manera común es quizá el repertorio, ya que éste debe ser elegido en función del público a quienes nos dirigimos; es decir hay una intencionalidad. Yo soy de la selva y allí la gente cuenta en familia las historias que han vivido y que son de lo más fascinantes.
 
D.S.L. ¿Y existe diferencias notables entre esas dos actitudes?
 
C. del A. El hecho de extraer esta función de lo natural y ponerlo en un escenario es ya un problema, por eso nosotros diferenciamos nuestra labor como algo más bien artístico, porque lo hacemos más bien en un espacio mediático, utilizamos la técnica, la música y otras artes, hecho que no ocurre en una casa cuando se hace de manera directa y espontánea.
 
D.S.L. ¿Y qué es lo ideal? ¿Acercarse a ese modo natural o utilizar recursos más eficaces para lograr un mayor impacto en develar el sentido del cuento?
 
C. del A. Los tiempos ya no son los de antes. Ahora hay muchas interferencias y el narrador de cuentos tiene que entrar a competir con otras formas o medios como la televisión. Esos espacios libres ya no existen. Yo tuve la suerte de vivir el cuento en el campo, en la chacra, en donde no había nada que nos distrajera y entonces nos sentábamos afuera en el patio, sin luz artificial y ahí una prima mía nos empezaba a contar cuentos.
 
D.S.L. Son momentos mágicos y los cuentos calan profundamente en el alma de la persona, ¿no? ¡Qué nos habrá ocurrido, digo yo, para que eso se diera y ahora se niegue en el presente, como si tuviéramos un vacío que es importante llenar. Y, en relación a esto, ¿de repente hemos cambiado tanto nuestra vida en esos momentos para que ya no se dé  de una manera sencilla?
 
C. del A. Mi prima, por ejemplo, a sus hijos ya no les ha contado cuentos como nos contó a nosotras porque los niños que tuvo han nacido en la ciudad y ya no tienen las mismas motivaciones que teníamos en aquel entonces. La mamá incluso ya tiene otras preocupaciones y en su casa ya no hay esos relatos que ella contaba y que yo la escuché narrar, sino que ahora he visto cómo aquello que le refiere a sus hijos son anécdotas de su trabajo de enfermera, ¡cómo si la cruda realidad hubiera tomado más espacio en nuestras vidas!
 
D.S.L. Si quisiéramos hacer una diferencia entre la anécdota y el cuento ¿cómo los diferenciaríamos? ¿Quizá el cuento como algo que tiene más magia e ilusión? 
 
C. del A. Y como algo que tiene un lenguaje más simbólico.
 
D.S.L. ¿Pero muchos cuentos antes de serlo pudieron ser anécdotas y hasta quizá ella sea la estructura interior del cuento? ¿Algo así como el hueso o el esqueleto mientras el cuento es el ser íntegro y vivo?
 
C. del A. A los cuentos yo los veo más ligados a los mitos y a los ritos que han existido en las culturas antiguas.
 
D.S.L. Es decir, ¿más vinculados al mundo de los sueños, no? Hay algunos autores que incluso hacen una graduación: mitos, leyendas, fábulas, cuentos; y luego se pasa a historias, semblanzas, crónicas; es decir, el cuento como el punto intermedio entre el mundo de lo maravilloso y el de la cotidianeidad.
 
C. del A. Sí, es eso.
 
D.S.L. ¿Y en quienes repercuten más los cuentos? ¿En niños muy pequeñitos, o en niños más grandes? Y los adultos ¿cómo responden a todo esto?
 
C. del A. Aquí yo me he encontrado con una sorpresa. Repercute en los niños pequeños y en los más grandes hasta entrada la pre adolescencia. Luego, a partir de los 13 o 14 años ya no quieren identificarse con ellos; hasta los 18 y 19 años, en que vuelven como si buscaran sentido a la vida. Y los cuentos valen porque les dan esos significados que buscan en la existencia.
 
D.S.L. ¿No habrá un problema de lenguaje, con los jóvenes de 13 a 18 años?
 
C. del A. Para llegar al mayor número de jóvenes utilizamos el lenguaje de hoy: la música, los ritmos, los compases que los subyugan y con eso algo se logra.
 
D.S.L. ¿Y los más tiernos?
 
C. del A. De todas maneras los niños son el público privilegiado de los cuentos y también los adultos cuando se quitan sus prejuicios. Aunque hay la idea errada de que los cuentos sólo son para los niños. Por ejemplo, en Radioprogramas, donde participo, el locutor que me presenta dice: “Bueno, ahora niñitos, prepárense a escuchar cuentos”. Y yo le digo: “Oye, ¿sabes? ¡No es sólo para los niños, sino también para ti que has crecido!” Y ahora se ha ido convenciendo, le ha ido gustando y no tiene ya ese discurso previo exclusivo. Una vez que el adulto acepta que no sólo debe orientarse por lo rentable, racional o realista, y asume la capacidad de maravillarse, pues entonces goza plenamente de los cuentos.
 
D.S.L. Esa es la cualidad de ser niño, que existe latente también en los adultos, porque ser niño no es una edad biológica sino un atributo y un temperamento de categoría universal y anímica, que la podríamos identificar como la capacidad del ser humano para asombrarse, maravillarse y vivir sencillamente. Ahora bien: ¿qué ingredientes son los que más atrapan en los cuentos? ¿El terror, la ternura, la aventura, el humor? ¿Cuál?
 
C. del A. Más rápido cogen el humor, y luego de haber entrado por ese flanco se le puede dar lo que se nos antoje; es una manera muy fácil de llegar. Pero a la gente también se la captura por el sentimiento, aunque a ello estamos menos acostumbrados. En el grupo nuestro hay cinco estilos: hay uno que entra por el humor, y es el que más éxito tiene; pero en compensación, el sentimiento, compromete más; sin embargo, hay quienes se resisten a él. En cambio a reír no oponen barreras: ¡es gratis! Pero por más que la gente se resiste, yo estoy convencida que reciben su...
 
D.S.L. ...flechazo
 
C. del A. Sí, su pinchadita. Yo siempre cuento cosas dramáticas y les llega hondo. Cuando no estoy convencida pregunto, y la gente me dice: “me gusta” o “es muy llorón”. Una vez conté ante unos poetas y después les indagué qué les había parecido, y me dieron distintas opiniones. Y así les estuve sonsacando su opinión. “¿Y a ustedes no les preocupa lo que la gente piensa de su poesía, no?” Les hice la atingencia y me dijeron: “No. Nosotros escribimos porque nos gusta”. “Ah, les dije: yo sí cuento para que le guste a la gente”.
 
D.S.L. ¿Pero seguramente uno también goza narrando, no?
 
C. del A. ¡Ah!, claro, si uno no goza no puede contar cuentos; a uno le tiene que gustar el cuento. Yo me doy cuenta que cuando narro con pesadez o sufrimiento, es decir teniendo en cuenta sólo la técnica de narrar, es cuando resulta un fracaso total, porque el cuento se comparte en una comunión plena. ¡Sí, de todas maneras narrar es un gozo!
 
D.S.L. Y cuando hay una especie de diálogo con el público, ¿es mejor, no?; cuando el público a su vez es una especie de actor.
 
C. del A. Y a veces no necesariamente hablando, sino platicando con la mirada, los codazos, los rostros; que nos dicen por dónde están viajando con su imaginación.
 
D.S.L. O con el sobrecogimiento, cuando uno siente un silencio solemne
 
C. del A. Sí. Y ahora, volviendo a lo de los temas o contenidos de los cuentos, a los niños les gusta también el terror. Muchos padres dicen no hay que contarles ni siquiera el Patito feo, porque los deprime, pero los niños están más habituados al terror que nosotros mismos. Y ellos lo ven en otra dimensión; es como si lo necesitaran para probarse o purgar.
 
D.S.L. ¿Cómo catarsis?
 
C. del A.  Sí.  Cuando yo llevo cuentos les pregunto luego: “¿Quieren de brujas?”. Y es un grito unánime: “¡Sí!”. “¿De lobos?”, “¿de animales feroces?” “¡Sí!”. “¡Sí!”, repiten. Y es que así ellos, inversamente a lo que se cree, se sienten protegidos, porque el cuento es una especie de paréntesis, en donde lo que ocurre saben que no es real y entonces pueden allí jugar a tener miedo, sintiendo además que si acaba el cuento se acabó también el terror.
 
D. S.L. Están representando y hasta dando pábulo a fuerzas que si quedan encerradas en su ser, sí les pueden hacer mucho daño; por eso es importante darles salida dentro de lo que en los cuentos se puede llamar, entre comillas, “fantasías”, ¿no?
 
C. del A. Ahora, por supuesto, un narrador no puede jugar con estos sentimientos. Es decir hay una diferencia entre contar cuentos de terror sin crear artificialmente miedo y hacerlo con morbosidad, diciendo: “¡Y aquí viene el lobo!” y entonces gritar asustando al niño.
 
D.S.L. Hay sin embargo una aprehensión, cual es creer que la modernidad está en conflicto con el cuento, en el sentido de que éste es un rezago de épocas primitivas, y que el mundo del desarrollo descarta este tipo de elementos, ¿qué piensas de esto?
 
C. del A. Yo creo que no hay contradicción entre el cuento y la modernidad y lo demuestra el hecho de que, por ejemplo, asisten a nuestros talleres muchas personas que son ingenieros y otros expertos en computación; como si estuvieran de la mano la racionalidad y las ganas de maravillarse y de vivir mundos supuestos. Además, finalmente, es la imaginación lo que hace que sigan habiendo inventos y haciendo que la ciencia avance. Y es la imaginación la materia de los cuentos, como es esa misma sustancia la clave del mundo moderno.
 
D.S.L. Siendo así tiene un rol importantísimo el narrador en nuestra sociedad actual.
 
C. del A. ¡Claro!, aunque hay gente que piensa equivocadamente que ya no hay lugar para los cuentos, considerándolos como rezagos de una sociedad arcaica y para los cuales no queda espacio en la modernidad. En estos últimos tiempos, y más en el futuro, la gente va a necesitar más que nunca de los cuentos para seguir viviendo.
 
D.S.L. Y también muy pronto en nuestros pueblos, es decir en América Latina vendrá una recuperación de todo esto. ¿Qué rasgo particular encuentras en nuestra comunidad regional y que sea una diferencia, en relación a este tema comparándola con realidades como las de Europa y Norteamérica?
 
C. del A. Es curioso, en América Latina hay narradores de cuentos que son naturales, pero nadie se dice yo soy un narrador de cuentos, como oficio. En algunas tribus sí hay un rol preciso y determinado, pero en otros ambientes es la abuelita, la empleada de la cocina, o la mamá en el dormitorio, quienes nos narran cuentos.
 
D.S.L Pero nadie se atreve a hacer de ello una profesión.
 
C. del A. Nadie. ¡Pero nadie! Esto ha resurgido en países como Europa y EE.UU.; y digo resurgido porque los narradores de cuentos siempre han existido y han estado ahí, en todas las culturas, ya que los cuentos jugaron un rol importante en la educación y transmisión de valores de su comunidad entre los pueblos indígenas de América del Norte. Y resurge como una necesidad para resguardar ciertos valores. Y es de lo más legítimo, porque la gente lo está pidiendo. Cuando yo he empezado a llamarme narradora de cuentos aquí, no ha sido porque he querido, sino porque la gente me ha empujado, me ha requerido, me ha necesitado. Aunque mi mamá me dice: “Todo lo que has estudiado, hija, ¿para ser al final narradora de cuentos?” Y yo le digo: “justamente para ser narradora de cuentos hay que estudiar mucho, mamá; y tener amor a muchos asuntos de la vida". Y de ese modo yo me he dado cuenta que se justificaba plenamente esta misión a cumplir.
D.S.L. Ha habido una toma de conciencia.
 
C.del A. ¡Ah! Sí. E incluso yo hice una investigación para ver cuál era la situación en el Perú. Viajé, estuve en la sierra y todos me decían. “No”. “Aquí no hay”. “Aquí, tampoco”. Y, “aquí menos, hay narradores de cuentos”.
 
D.S.L. ¿Por qué? ¡Porque todos narraban, y por eso no se daban cuenta!
 
C. del A. ¡Claro! ¡Eso es!, no era una actividad diferenciada.
 
D.S.L. Pero tú en Europa viste y tuviste mucha experiencia en cuanto a narración de cuentos.
 
C.del A. Sí. Mi formación inicial es en educación. Yo soy profesora. Pero he trabajado allá en un teatro y en motivación para la lectura, en una biblioteca. Y entonces allí contaba cuentos del Perú. Y de pronto me empezaron a invitar a uno y otro festival, porque allí esta actividad es una profesión artística. Así empecé a conocer a narradores de cuentos de distintos ámbitos y continentes y a entender el arte de lo que era narrar cuentos...
 
D.S.L... .en las ciudades.
 
C. del A. Sí, claro, porque hay que diferenciar. Hay los neonarradores y los tradicionales, es decir los que eran reconocidos por la comunidad. Como la ciudad ha ido desplazando los espacios naturales del cuento ha habido necesidad de restituirlos. Hay un narrador natural que dice que él dejo de contar el día que llegó la calefacción artificial a su casa.
 
D.S.L. Es que la hoguera, el fogón, la candela votiva al pie o junto a las ollas, es una especie de convocatoria para los cuentos.
 
C. del A. Y para nosotros en el campo eran las noches; porque ya no había nada qué hacer, se había dejado de trabajar, de hacer las labores de la chacra y entonces nos sentábamos a narrar cuentos. Para mí la culpa que no haya cuentos no es de la televisión, sino más bien de un ritmo de vida que ya no permite la convivencia que había antes, pues el cuento toma tiempo y entonces es más fácil comprarle al niño el nintendo. Sin embargo, el cuento es tan poderoso que no lo reemplaza ni la televisión, ni el nintendo. Yo veo en mis sobrinos, que por más que les guste la televisión vienen cuando les prometo narrarles cuentos. Ellos lo prefieren mil veces a la TV.
 
D.S.L. Es que el hombre es un buscador de sentido, obsedido por darle significado y explicación a la vida, ¿no es cierto?
 
C. del A. Por eso es que pienso que los narradores de cuentos se justifican hoy en día mucho más que antes, pero también de una manera diferente.
 
D.S.L. Ahora bien, los maestros debieran ser narradores de cuentos naturales, pero depurados profesionalmente, ¿no te parece?
 
C. del A. Sí; pero yo tengo una preocupación y es que el cuento en la escuela siempre está sometido a una evaluación.
 
D.S.L. ¡Y ese es un craso error! Y se ponen ejercicios posteriores a su relato o a su lectura.
 
C. del A. Sí, porque los profesores quieren saber lo que los niños han entendido y entonces preguntan. Y es como si al cuento se lo encerrara y se lo acosara con preguntas.
D.S.L. Cuando debiera quedar intocado, ¿no? Debiendo ser una especie de talismán o piedra preciosa que no la asedie con preguntas perturbadoras y muchas de ellas mecánicas.
 
C. del A. Porque hacer eso es como plantar y querer que allí mismo salgan los frutos. Y uno estar mirando a ver cuándo nacen o aparecen las hojas o las flores. No, en cualquier momento los cuentos van a aflorar en la vida de los seres como eventos o actos llenos de prodigio.
 
Publicada en:
SÁNCHEZ LIHÓN, Danilo
LA NARRACIÓN DE CUENTOS
Y SU FUNCIÓN EN LA EDUCACIÓN
Ed. Inlec, Lima, 1994.
 
 
 
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