domingo, 5 de julio de 2009

MIS AMIGOS


Por: Juan José Alva Valverde (Pepe)
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"Es imposible escoger a los padres o a la familia a la que pertenecerás; a los amigos si los puedes escoger".

Basado en esta premisa, me sumerjo en el mar infinito de mi memoria, buceo en el tiempo de mi transcurrir, me ubico en los primeros años concientes de mi existencia y me encuentro bajo un cielo azul serrano, con un clima primaveral, donde el viento esparce el aroma de los eucaliptos y de las yerbas silvestres de las campiñas del Espejito del cielo, allí en Chiquián querido me veo junto a Raúl Rivera Leca (chanchito), haciendo carritos de barro en Cochapata, pescando Ultos (renacuajos en formación) en Parientana, vendiendo los "marcianos" de Cholito, prendiendo las velas en el altar mayor de la iglesia, en las noches de misa del mes de Mayo, Junio y Agosto, ayudando en todo al pionero del cine en Chiquián, don Vicente Aguirre, jugando al Cachascán en las noches en la plaza de armas, emulando al Santo enmascarado de plata, llevando las maletas de los que llegaban de Lima, o compartiendo un pan calientito salido del horno de doña Julianita, ubicado a una cuadra de la Plaza de Armas, junto a la casa de don Ernesto Vásquez.

Con Eric Moran Alva, y Oshva Pardo Loarte, formaríamos luego el trío de Oropuquio(manantial de oro); nos reuníamos en la esquina de la casa de don Abel Alvarado Montoro, entre charla y charla cantábamos rancheras, boleros y las canciones de Pedrito Otiniano y Leo Dan; algunas noches trasladábamos el escenario imaginario a la casa de Oshva, el repertorio recorría las canciones del Jilguero del Huascarán, Jilguero del Hualcán, Pastorita Huarasina, Picaflor de los Andes, y las inspiraciones de don Pedro Loarte, abuelo materno de Oshva; cuando este por razones de restricción materna, no se hacia presente, antes que el cielo azul diera paso a otro lleno de estrellas que centelleaban descompasadamente, desde las gradas al segundo piso de la casa del abuelo materno de Eric, contemplábamos los paisajes hasta donde la vista nos lo permitiera; el Tucu Chira, nos parecía estar junto a Aquia; al lado izquierdo de Huasta, sobre la inmensa roca del cerro, la figura petrificada de un danzante nos proporcionaba tema para un análisis subjetivo, creando y recreando leyendas instantáneas; alcanzábamos a ver los picachos de los hermosos Yerupajá y Jirishanca, nos daba la sensación de que estuvieran cerca al panteón; el Cochapata, el Putu y Capillapunta, a nuestra espalda era de nuestro paraje, lo sentíamos nuestro; terminaba nuestro recorrido en el Jaracoto, el que nos parecía inmenso, como estábamos aun en la 378 querida, anhelábamos pronto estudiar en el Coronel Bolognesi, para subir por sus caminos y en la cima hacer flamear el sagrado bicolor nacional.

En la adolescencia, junto a Rodolfo Minaya, Román Palacios, Hualo Yabar, Vladimiro Reyes, Edgar Barrenechea, Oshva Pardo, disfrutamos de momentos inolvidables, indistintamente con unos o con otros, ya sea en noches de serenata contándoles en los cantos a nuestras respectivas palomitas lo que sentíamos, lo que queríamos; jugando partidos de bulbito en Jircán o en el coliseo de la Pre- 351; en el billar del tío Cali, rayando el paño verde, o usando el diablo (taco con dispositivo extra en la punta para las jugadas difíciles) a diestra y siniestra; quemando ladrillos en el horno del Padre Pablo Fink; actuando de payasos con Condorito en Aquia; realizando palomilladas en algunas noches, como disfrazarnos con el Kepí y la polaca del sargento Romerito; y la máxima aventura con Vladimiro Reyes, cuando participamos en el Censo Agropecuario; con él nos une una amistad que comenzó en la Academia de "Tía Dolorita", pasamos por la escuela de Transición (tranca la puerta) de don Josué Alvarado, hicimos toda la Primaria en la querida escuela 378, la Secundaria en el glorioso Coronel Bolognesi, y hoy en nuestra segunda juventud, ambos con 50 y un poco más, nos frecuentamos a través del correo electrónico; cada uno peregrina en lo suyo; él desenvolviéndose en su pasión, la comunicación social y sus mixturas, de lo que me enorgullezco, lo hace muy bien, para mi modesto entender, lo mejor que ha parido nuestro Chiquián; yo en mi modesta labor de servidor de salud, y al cuidado de mi dulce nido, con mi amada palomita y mis palomos; de cuando en cuando dándole al teclado, con mis inquietudes, pensamientos y espejismos.

Mención aparte, la amistad de mi compadre y esposo de mi hermana Julia, don Rolando Suárez, noble y solidario; Nelly Campos Calderón, hermana de mi esposa, más que cuñada, amiga desde siempre, sincera y consecuente con todos; mi colega de promoción Carlos Castro, luchador persistente y abnegado con su familia; Pablo Díaz (Pacho), amante de su guitarra y de su criollismo, el mejor exponente de música criolla de Chiquián; Nalo Alvarado, empedernido de las letras, escritor, compilador y fiel consejero de todos los que sentimos la comezón de escribir; omnipresente en todo acto regional, cultural, folclórico, vinculado con el Espejito del Cielo, con el romántico Bandolero Luís Pardo, y con el Huayhuash; amén de su Tupucancha telúrica.
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Gracias a todos ellos, por haberme brindado su amistad.